CAPÍTULO 46: De camino a Bariloche

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Marco estaba seguro de algo: era una batalla fácil de ganar. El fuego, el deseo que existía entre ambos era innegable y como era también inminente, tan sólo sería cuestión de pocas horas juntos y a solas para poder tener a Cat bajo sus sábanas otra vez. La esperaría como debía de ser y aceptaría su condición de mantenerse alejados a lo que respecta sexualmente pero se divertiría jugando a tentarla a romper su propia regla en cada ocasión que tuviera. Debería de tomarse las cosas con calma y perseverar, sabía que lo lograría porque sabía lo mucho que a ella le gustaba tenerlo cerca o sobre ella, tanto como a él le gustaba tenerla a ella de la misma forma. Al despedirse aquella noche cuando renovaron contrato, besó su mano tomándola por sorpresa y luego de verla ponerse roja por completo, observó como se marchaba del edificio.
Tendría que ser paciente, tan sólo esperar una semana y comprendía que era necesario para que ella pudiera ordenar su vida por el nuevo contrato pero también no podía evitar que se le hicieran largas las horas. Al menos contaba con el trabajo que la presidencia de la empresa significaba y agradecía no tener tantas horas libres como ese mes que se había tomado.
Aquel año había proyectos de más y muy ambiciosos en camino, además del asunto legal que tenía con la ex amante de su padre que para su fortuna, continuaba en prisión luego de que la prueba de ADN diera negativo. Por más años que pasaran, por más que ella y su abogado intentara de mil formas conseguir la libertad, él estaría allí pendiente de cada paso para evitar que ocurriera y lo venía logrando excepcionalmente.
Pete lo había mantenido al tanto de todo en la empresa como él había ordenado luego de decidir alejarse por un mes y eso había hecho que al regresar a poner un pie en el edificio, nada pareciera extraño para él como tampoco para los empleados que habían sentido su presencia en todo momento. La secretaria la primera mañana en que llegó para volver a sentarse tras su escritorio, le comentó lo mucho que lo había echado de menos y luego prosiguió a lamentarse por la boda de Pete, quien era su amor platónico desde que había comenzado a trabajar allí. Marco se sonreía como no siempre lo hacía y la joven pensó que era muy extraño como también muy agradable verlo de esa forma. Luego de algunos comentarios sobre la boda, Pete y Verónica, Marco le pidió que ordenara todo para su viaje del lunes once a América del Sur y tomando nota de todo lo solicitado, la señorita se marchó a su escritorio fuera de la oficina para empezar a hacer y atender llamadas como siempre.
Luego de revisar unos papeles y de una conferencia por videollamada, Marco se sirvió un té a eso de las once de la mañana y viendo por las enormes ventanas de su oficina, pensó en lo que podría estar haciendo Cat en esos momentos. Debía de ya haber renunciado a su trabajo y de inmediato se preguntó a qué podría dedicarse en su día a día. Pensó que podría ser cualquier cosa, dudaba que hubiera algo en lo que Cat no fuera buena y por un instante, se preguntó si sería trabajo de oficina como una de las tantas mujeres que trabajaban para la empresa que él lideraba. ¿Cat en traje de oficinista? ¿Con anteojos, quizás? No se aburriría jamás de verla entrar y salir de su despacho todos los días, pagaría con intereses sus horas extras sin duda alguna. Se sintió excitado al imaginarlo, no pudo evitarlo y buscó la forma de enfriar su cabeza para seguir con su día lo mejor posible. Si con sólo evocarla en su mente lograba alterarlo, debería de procurar trabajar mucho en eso para poder aguantar el resto de esa semana que no la vería y además de eso, la siguiente en la que harían el viaje. Podía ser arriesgado, lo sabía muy bien, le parecía difícil pensar en tenerla con él a todas horas y no poder hacer nada de la forma en que más quería pero procuraría sobre llevar todo de la mejor forma y eso seria posible si jugaba las mismas cartas que ella y le demostraba lo difícil que era resistirse a estar juntos.

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Joe no había podido creer lo que escuchaba. Shawty no podía creer lo que escuchaba. Alice no podía creer mucho menos lo que escuchaba. Lo cierto era que los tres habían escuchado dos historias distintas pero aún así era algo que los había dejado con la boca abierta en cuando comprendieron que era de verdad que Alissa renunciaba para irse de viaje muy, muy lejos de casa por una semana. Shawty tenía la primicia y la verdad, ella sabía absolutamente todo y fue aliviador para Ali poder hablar de todo eso con alguien sin mentir ni una sola vez, pues sabía que hubiera sido imposible aguantar todas esas situaciones que se referían a Bruce sin poder decirle siquiera a su mejor amiga. Shawty estaba emocionada como niña de prescolar y le pidió que sacara muchas fotos a los lugares que vaya para enviárselas a ella pues soñaba con viajar a un país completamente diferente a lo que conocía para su luna de miel si es que llegaban a cubrir el costo. Le pareció extraño e increíble que Bruce haya decidido sin pensarlo la ridícula regla que Alissa había impuesto pero se le hacía divertido. "¿Eres consiente de que pasarás una semana al lado de un verdadero adonis que sabe como tratarte en la cama y tú te estás negando a disfrutarlo, verdad?" le preguntó su amiga tras el teléfono como si ya la voz en su cabeza no se lo hubiera preguntado. Desde el momento en que salió del Principal Tower la voz en su cabeza, completamente caracterizada en Cat, le reprochaba aquella estúpida idea. Sería difícil verlo a cada hora del día durante una semana y ni siquiera rozar su piel pero era correcto no tener contacto, sería lo mejor para llevar ese viaje en paz y cuando regresaran a Londres, pues ya las cosas estarían calmas y podrían seguir con eso como antes o quizás no, quizás acabaría con eso apenas pisara el suelo inglés.
Cuando apareció en el café a la mañana siguiente y llegó Joe a trabajar, buscó de inmediato hablar con él en privado y le dijo que había decidido cambiar de empleo y aceptar la oferta del hotel para hacer turno completo. Lo mismo le había dicho a Alice aunque a ella le dijo que tenía un "pequeño viaje" que hacer por una capacitación laboral. Obviamente los dos estuvieron muy felices por ella aunque Joe no podía evitar lamentarse por su partida, lamentaba que no pudiera seguir allí en el café pero la animaba a crecer sabiendo que era mejor para ella.
Alice no paraba de hacer preguntas y Ali debió de tener cuidado con cada respuesta pero lo cierto es que supo manejar excelente toda la situación de mitad verdades y mitad mentiras. Gracias a la conversación con su hermana pudo solucionar el asunto del cuidado de Gordo,que no quería dejar al cuidado de cualquiera y escuchar a Alice decir que Finn podría encargarse de ello sin problema, fue un alivio absoluto. Su cuñado todavía no ingresaba a la universidad y tenía todavía quince días más en casa de sus padres así que sería sencillo pasar esa semana con el pequeño malcriado de bigotes largos allí en la casa de las hermanas. Luego de platicar con él y dejar todo acordado, y de no dejar de agradecerle por tan enorme favor, Alissa se sintió mucho más aliviada y comenzó a darle paso a la ansiedad, los nervios y la emoción de éxtasis que significaba conocer un nuevo lugar.
No sería ningún viaje pequeño, sería una semana y como si fuera poco, una semana en el extranjero, a más de siete mil seiscientas millas de distancia. Bruce le había dicho que el destino era Bariloche, en Argentina y era una cuestión laboral lo que lo llevaba hasta allí, eso significaba que no siempre estaría libre pero que podrían hacer obviamente el turismo suficiente como para que ella se divirtiera y que el lugar donde se hospedarían era simplemente maravilloso. Ya estaba todo arreglado, no había nada fuera de lugar y ella solo debía de ocuparse de hacer su maleta y estar lista para que Johna la recogiera el día lunes a primera hora: siete de la mañana. El vuelo llevaba unas trece horas según Bruce y eso los dejaría en el hotel pasada las nueve de la noche, así que apenas llegarían tendrían que descansar pero al día siguiente podría planear qué hacer con exactitud aunque la diferencia de idioma la incomodaba y llegaba a poner nerviosa. ¿Algo más que la ponía nerviosa? El clima. Desde que sabía con exactitud dónde se dirigían, no podía evitar buscar información al respecto y obviamente, era muchísimo más cálido que Londres. Mientras que en su país el verano rondaba los veinte grados, en Argentina había zonas donde se superaban los cuarenta y sólo la tranquilizó saber que en Bariloche llegaban a los treinta. ¿Podría acaso ser muy malo? Esperaba que no, lo único bueno era que viajaría muy ligera, no contaba con mucha ropa de verano realmente y su maleta acabó siendo liviana para ser para una semana entera.
El domingo diez pasó todo el día limpiando la casa y se aseguró de que todo estuviera en orden y que nada faltara para la llegada de Finn: piedras higiénicas para Gordo, su comida, sus juguetes limpios y sanos, la alacena abastecida al igual que la heladera y toda la ropa de cama limpia por si necesitaba sábanas o frazadas por la noche. En rasgos generales, Finn estaba al tanto de todo lo que la casa significaba pero no había perdido oportunidad de decirle que la llamara a ella o a Alice ante cualquier duda. Por la noche no logró dormir de corrido y acabó madrugando mucho más de lo que había imaginado aquel lunes. Johna paso a buscarla a las siete puntual, ella no había siquiera desayunado por los nervios y luego de besar a su gato repetidas veces, lo dejó dormir para cerrar la casa que permanecería de esa forma hasta la llegada de Finn cerca de las diez u once de la mañana.
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Verle la cara de sorpresa al acercarse a la pista custodiada por Johna, hizo sonreír a Marco inevitablemente. Era encantadora, parecía estar conociendo lo más asombroso que hubiera visto en su vida mientras caminaba hasta él que la esperaba al comienzo de las escaleras del Jet. Al quedar frente a él, Alissa no supo bien cómo saludarlo y simplemente le sonrió a la vez que le daba los buenos días. Bruce respondió al saludo y fue hasta su chofer para tomar la maleta de Ali y luego de despedirse y desearle una buena semana libre, regresó con Alissa para ofrecerle su mano y así ayudarla a subir las escaleras. El enorme Jet era color blanco y gris, lo primero que Alissa reconoció al subir, fue al adorable Poirot que permanecía recostado en uno de los cuatro asientos que había. Al verla entrar, el cachorro levantó su cabeza de entre sus matas delanteras y la miró muy atento, recordándola de inmediato y como ella le sonrió, no demoró en acercarse a ella para reposarse en sus piernas aceptando las caricias que ella le daba. Bruce dejó la maleta al fondo del Jet, junto con otras dos que eran suyas, en unos compartimentos frente al baño. Al regresar con ella, en silencio le tomó el abrigo y la ayudó a quitárselo para dejarlo colgando en uno de los tres ganchos que había cerca del mini bar.
Todo se veía increíble, eran cuatro sillones de cuero en color blanco enfrentados que se podían desplazar hacia adelante, hacia atrás o a los costados; y las mesas plegables eran espaciosas y relucientes en negro, tras los sillones se podía ver el mini bar que contaba con una barra muy pequeña y bebidas frescas como también una canasta de diversos snacks. Había periódicos, revistas y algunos libros, era inevitable sentir la presencia de Bruce en cada rincón y al ver lo cómodo y relajado que estaba Poirot, supuso que el pequeño de cuatro patas viajaba tanto como su dueño. Fuera del Jet los trabajadores iban y venía, preparando todo para el despegue. La cabina estaba dividida con una puerta, generando la sensación de privacidad tan apreciada y sin saber bien qué hacer, Alissa miró como Bruce iba hasta el sector del mini bar y lo siguió deteniéndose para observar cómo servía dos tazas de té.

SIN NOMBRES (La acompañante) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora