CAPÍTULO 53: Estadía en Wordcaster Lodge

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Cuando Marco abrió los ojos aquella mañana, lo primero que pensó fue en el extraño sueño que había tenido de él platicando con su madre en el jardín de aquella vieja casa de campo en donde se encontraba en esos momentos. ¿Había sido un sueño o quizás más bien un recuerdo que jamás había podido desbloquear de su cabeza? Parecía tener unos diez años, su madre estaba descalza sobre el verde pasto de ese extenso jardín como todos los veranos que pasaban allí, siempre le había gustado estar sin calzado y cuando llegaban a Wordcaster Lodge parecía desquitarse de todo ese tiempo en la ciudad teniendo que usar medias, zapatos o botas. Ella sonreía, él parecía estar molesto pero de a poco, las palabras de su madre le fueron quitando el mal humor y de golpe sentía que el escenario de su sueño (o recuerdo) aquel hermoso día de verano con enormes nubes blancas y una leve brisa refrescante, absolutamente todo, de golpe coincidían con su estado de ánimo y veía como su madre que jugaba con su jardín y su flores, lo invitaban a correr y girar un rato. Simplemente para marearse juntos, para caer al suelo y respirar hondo, reír, sentirse vivos... 
Cuando abrió los ojos, el claro cielo de verano era un techo no muy alto con luces apagadas y el pasto suave y brillante, era su cama perfumada y muy cómoda, pero fría. Respiró hondo como si tomando la primer bocanada de aire en el día le diera fuerzas para salir de la cama y es que lo cierto era que su cuerpo estaba todavía bastante estropeado luego del ataque en el parque. Una vez fuera de la cama, habiendo tomado una ducha de agua caliente y desayunado, se sentía como nuevo pero luego a la mañana siguiente era lo mismo y a veces según lo que hacía durante el día, sentía algunas punzadas en la herida de su estómago. Había tenido suerte, no podía creerlo pero había logrado salir de eso sin tener que operar y eso estaba facilitando la recuperación. Pete había sido implacable con la decisión de que fuera a la casa de campo, fue de esos momentos en los que se sentía su hijo y supo que no podía negarse a su orden, no aquella vez. Sabía que en parte tenía razón, lo mejor sería desaparecer del mapa de los Adkins hasta que estuvieran hasta el cuello por la investigación policial que seguía avanzando. Todavía no encontraban nada en las hectáreas exploradas, pero tenían plazo todavía de cuatro días más según sabían asique esperaría a ver cómo se daban las cosas.
Luego de salir de la cama, fue directo a la ducha en donde estuvo unos veinte minutos y al salir de ella y verse en el espejo, vio los moretones en su rostro y cuerpo, y los puntos en su estómago. Fue casi instantáneo el pensar en Cat. No había hablado con ella por días, no tenía idea de si es que era buena idea llamarla ya que de todas formas no podían verse, tendría que esperar solamente o quizás ya dejar todo como no lo había hecho todavía. Su plan al llegar de Argentina era no tener contacto con ella por unos días, habían compartido muchos días juntos y había sido bueno sin duda alguna pero también extraño y lo sabía muy bien, asique lo mejor quizás era poner paños fríos entre ambos y esperar un poco para llamarla. Para su poca suerte, luego pasó lo de la golpiza y no había podido llamarla otra vez. ¿Debía de estar enojada? No lo creía, después de todo, ella sabía que aquel era su trabajo y debía de esperar a que él la llamara, podía decirle que había estado con problemas laborales cuando volviera a verla... o quizás simplemente llamarla en ese momento y decirle que debían de ya romper el contrato. Miró la hora en su reloj y le sorprendió ver que ya estaban por ser las diez de la mañana, la medicación que bebía por las noches era fuerte, pero no creía que lo fuera lo suficiente como para hacerlo dormir tanto, aunque por otro lado, aquella casa enorme lograba relajarlo casi al cien por ciento cada vez que pasaba más de tres días en ella.
Una vez cambiado fue directo a la cocina en donde se sirvió un desayuno tranquilo, era domingo y el matrimonio Shanley tenía el día completo libre, como siempre desde que habían llegado a cuidar del lugar y eso significaba que no contaba con los elaborados y completos desayunos de Dolores ni tampoco quería poner manos a la obra para conseguir uno. Poirot jugaba en la galería con el cachorro del matrimonio y caía una nevada tranquila aunque aseguraban que por la tarde el clima sería un tanto más duro. Su pequeño amigo de cuatro patas también era mucho más feliz en ese lugar, podía verlo en sus ojos y en la forma en que se volvía mil veces más inquieto y revoltoso. Correteaba de aquí para allá y ladraba mucho más, a veces se la pasaba el día entero detrás de Ulrico que arreglaba cosas o trabajaba en el invernadero y regresaba con él recién al horario de la cena o si llovía con fuerza. Esa mañana desayunó sentado frente al ventanal que daba a la galería observando a los caninos jugar juntos y luego de dejarlos entrar, pues estaba haciendo demasiado frío, fue hasta el despacho donde trabajaba para tomar su teléfono y avisar a Unrico de que el cachorro estaría allí con él pero también se detuvo unos minutos en la galería del móvil en donde observó la fotografía con Cat en Bariloche. La había olvidado por completo y con aquella foto, era más palpable el recuerdo de su cuerpo, su voz, su textura... Era una chica hermosa, no entendía realmente cómo, pues había tenido mujeres aún más lindas y seductoras, pero ella era magnífica y superior de alguna forma, le hubiera gustado poder estar con ella en ese instante. Dejando todo a un lado, se puso a trabajar para ocupar su mente en otra cosa que no fuera el deseo que Cat despertaba en él y aunque costó un poco, pudo lograr distraerse con todo lo que debía de leer, revisar, modificar y firmar para enviar de regreso.
Perdiendo la noción del tiempo, supo que estaba ya entrada la tarde en cuanto vio hacia su derecha y en la ventana el exterior era casi completa oscuridad y con los ojos cansados, se alejó del escritorio para encender las luces pero ni siquiera había llegado al interruptor que el timbre sonó en la puerta principal y debió de salir del despacho. Eran las seis menos veinte, la casa estaba casi a oscuras en su totalidad y aprovechó a encender algunas luces de camino a la puerta. Supuso que debía de tratarse de Pete que no había ido a verlo desde que había llegado a la casa, estaba seguro que no era un extraño pues la seguridad que Pete había puesto pensando que él no se daría cuenta, hubiera actuado de inmediato para saber de quién se trataba y qué quería. Con algo más de claridad en la casa y Poirot impaciente entre sus piernas junto con el otro cachorro de los Shanley, abrió la puerta sin dudar siquiera encontrándose con la imagen de Cat frente a él, muy abrigada, con una maleta pequeña a su lado y una jaula transportadora colgando de sus manos en donde de inmediato supuso que traía a su gato, el famoso Gordo.
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Las manos de Ali sudaban, estaba nerviosa y tenía miedo de tener complicaciones con el GPS, pero por el momento parecía todo marchar bien. Pete le había pasado la ubicación la tarde anterior luego de haberse reunido con ella y le sorprendió ver que en auto, tardaría aproximadamente dos horas o quizás un poco más debido al pésimo clima que la ciudad estaba enfrentando. Pasó el sábado organizando su bolso procurando llevar lo justo en indispensable para aquella ocasión y también intentando descifrar qué hacer con Gordo que la miraba ir y venir por toda la casa sin detenerse hasta que supo que no había forma de dejarlo con nadie. No solamente no tenía con quién sino que además, ya no quería dejar tantos días a su pequeño gato sin verla porque aunque no lo demostraba, ella sabía que la extrañaba así que buscaría conseguir el permiso de Bruce para que el adorable Gordo se quedara con ella o quizás no hiciera falta si es que la mandaba de regreso al verla llegar. Por mucho que Pete no lo creyera, para ella era una enorme posibilidad. Luego de dejar las casa en condiciones y subir lo necesario al auto, emprendió camino poco después de las dos de la tarde  para detenerse a mitad de camino para comer algo y cargar gasolina, luego emprendió el viaje otra vez y aunque pensó que estaba tomando un camino incorrecto, la invadió la felicidad al notar que había llegado después de todo, sin mayor inconveniente más que su propia cabeza que no paraba de atormentarla. Bajó del auto observando la enorme propiedad frente a ella con cierta incomodidad debido a la nieve que no dejaba de caer y se quedó sorprendida ante el tamaño y la apariencia de esa casona. Bien podrían decirle mansión de campo más que casa de campo pues era imponente y amplia, eso se notaba desde afuera. Sin embargo en esos momentos, se veía oscura y fría, algo lúgubre pero no dejaba de ser hermosa y se veía muy limpia. Caminó por el pasillo que daba a la puerta cercado por unos arbustos anchos y luego de tomar aire y acomodarse bien con Gordo en la jaula y su bolso a un lado, tocó timbre. Escuchó los pasos poco después, supuso que sería la mujer que cuidaba de la casa y que Pete le dijo que la recibiría de la mejor manera pues ya estaba al tanto de su visita pero cuando la puerta se abrió con algunas luces internas y externas encendidas hacía nada de minutos y se topo con el rostro de Bruce, casi queda muda.
Estaba lastimado, demasiado. Mucho más de lo que había imaginado. Tenía una mejilla colorada, irritada y bajo su ojo izquierdo un enorme moretón así también como pequeñas marcas en su labio y frente, como si los médicos hubieran tenido que pegar las heridas. Vio sus ojos cansados abriese sorprendidos por la imagen de ella en la puerta, pero ella había acabado más sorprendida que él y preocupada también. No supo bien qué hacer o qué decir, le angustio verlo lastimado y agradecía el hecho de que Pete la contactara para ir a verlo. Estaba muy abrigada y le costaba un poco moverse pero sin duda tenía deseos de abrazarse a él.

SIN NOMBRES (La acompañante) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora