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  Tres horas después de que Joshua saliera sonriente del galpón, a eso de las cuatro de la tarde, la puerta se reabrió para sorpresa de Victoria. Cuando él y el viejo entraron, ella se quedó paralizada con la cacerola, que era lo único que le faltaba ordenar, temblando entre sus manos. Inmediatamente vio el moretón que tenía Joshua al lado de la boca y la sangre que le salía de la nariz que ya le había manchado todo el buzo.

-          ¿Qué pasó ahora?- Victoria no pudo contener su furia y encaró al viejo-. ¿No le alcanzó con la última paliza que le dio? - 

  Se acercó a Joshua para hacerle presión en la parte superior de sus fosas nasales y así detener la hemorragia.

  El viejo no la detuvo. Se lo veía contento.

-          ¡Lo siento! No le creí al principio y me enojé un poco… de más, lo reconozco... - hizo una reverencia exagerada- y me disculpo. ¡Felicitaciones! ¡Por fin hicieron lo que debían!

  Ella no ocultó el desprecio que sentía por él. Contuvo su indignación, sin animarse a hablar. Cómo decirle que era una locura pensar que podía estar ya embarazada. Sabía que, si decía algo, el viejo se la iba a tomar con Josh… y hasta con ella misma tal vez.

  Se calló la boca y aprovechó para sacar ventaja.

-          Eso quiere decir que ya puedo salir de estas cuatro paredes, acompañar a Joshua… en los trabajos de la granja.

  El viejo la interrumpió sonriendo espantosamente:

-          Bueno, no en todas. Hay que cuidar esa pancita que pronto crecerá.

-          Sí… claro, hay que cuidarla… También prometió que no volvería a golpearlo cuando yo quedara embarazada.

-          Bueno…-  se atajó al mismo tiempo que acariciaba la escopeta que llevaba colgando del hombro derecho-. Tengo que reconocer que ahí mentí un poquito. No puedo dejar de pegarle “totalmente”. De vez en cuando será necesario.

  Dejó de presionarle la nariz y se le fue encima al viejo que, inmediatamente, empuñó el arma y le apuntó a Joshua que se había quedado muy quieto, como anticipándose a lo que sucedería.

-          ¡No mi'jita! ¡Ni se te ocurra! A vos no te puedo disparar… - sonrió sádicamente- ...pero con él puedo hacer lo que quiera. Podría meterle un tiro en el pecho ahora mismo. ¿Sabés cuanto tardaría en sanar? ¡Veinte días! Serían casi tres semanas como los cuatro días que pasaste…  ¿Un tiro en una rodilla? ¡Seis días! De lo que más le cuesta salir es de los tiros en la cabeza. Un buen tiro en el cerebro son aproximadamente  treinta días de martirio. ¿Te imaginás treinta días de fiebres de cuarenta y tres grados? ¿Hace cuanto que probamos el balazo en la cabeza?- lo miró cínicamente buscando que lo ayudara a recordar-. ¿Diez años o más? Creo que recién habías cumplido los treinta y cinco si mal no recuerdo…- volvió la mirada hacia ella, unos aterradores ojos inyectados en sangre pero sin dejar de apuntarle a Joshua justo sobre la sien derecha-. Vos decidís.

  “Treinta y cinco años.”

  Victoria se dio cuenta de que no tenía escapatoria y se dio por vencida.

-          Baje el arma, por favor se lo pido. No es necesario que lo lastime más.

  “Treinta y cinco años hace diez años.”

  El viejo volvió a colgar el arma de su hombro pero no le quitó las manos de encima.

-          Ahora que las reglas están claras, vas a poder salir más. El aire de montaña le hará bien a tu embarazo. Con respecto a las golpizas, te aclaro que no tengo más remedio. No es algo que yo “quiera” hacer. A veces me duelen terriblemente las manos, por mi reuma, por eso le pego con cinturón, palos… lo que encuentro. Ahora no podés entenderlo pero ya lo vas a hacer. Podría decirse que es indispensable que mi querido “hijo,”- lo abrazó mientras se reía depravadamente- use sus “energías extras” en sanarse y no para otras cosas que no debe. Pero bueno, basta de cháchara y ¡a trabajar! Hace rato que en mi cocina hace falta una mujer.

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora