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Victoria caminaba de un lado a otro dentro de la casa pequeña y sencilla. Desde temprano se había sentido ansiosa, sabía que Joshua se despertaría de un momento a otro ¡y ni ella ni su hija estarían a su lado!

-       Tenés que tranquilizarte chiquita, ¡se te va a cortar la leche con tanto ir y venir!

  La joven muchacha le sonrió con amabilidad a Margarita. Era una buena mujer. Las había tratado muy bien a ella y a la pequeña Alba -Kaban. El estado le pagaba para que cuidara en su casa a menores en situación de riesgo o abandono.

  Ella y su hija, para el mundo, entraban en esa categoría.

  Lo único que la calmaba era Alba, que por cierto había estado sumamente tranquila, casi como aletargada podría decirse. No le extrañaba; la pequeña mantenía una relación simbiótica con su padre. Si él dormía, ella dormía. Si él estaba inquieto, pues la beba también estaba alterada.

  Cuando tocaron a la puerta, se lanzó como una tromba para abrirla.

  Allí parada estaba la doctora Graciela Pappalardo, con una sonrisa de oreja a oreja.

-       ¡Se despertó!-  levantó los brazos a modo de festejo-. Preguntó por ustedes dos ni bien abrió los ojos.

-       La fiebre bajó…

-       Casi por completo cuando salía hacia acá.

-       Sus ojos, ¿ya estaban azules otra vez?

-       Casi.

  Recién allí saltó y fue directo a abrazar a Margarita.

-       ¡Ya está bien y no cayó en manos de ningún extraño mientras se auto- sanaba!

-       No entiendo las cosas que dice esta chica, pero me alegro que ese muchacho esté mejor. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Se va a seguir ocultando para que crean que su padre se lo llevó?

  Margarita y Victoria la miraron a la psiquiatra que tragó saliva. Era cuestión de tiempo que se supiese la verdad. En ese momento, su carrera se habría terminado. También la de Jonte.

  Su celular sonó.

  La cara de la mujer iba mutando paulatinamente a medida que escuchaba lo que le decían del otro lado.

-       Muy bien. Estaré allí en veinte minutos.

  Habló sin siquiera darse cuenta que la estaban mirando paralizadas por la expectación:

-       El…el padre adoptivo de Joshua se entregó hace una hora en la comisaría. Quiere confesarlo todo y me piden que vaya a evaluarlo dado las implicaciones con menores.

-       Va a confesar… ¿qué cosa?- Victoria sintió que el alma se le caía delpecho.

  Graciela también sintió miedo aunque no llegaba a comprender la gravedad del hecho.

-        ¿Qué es lo que podría decir?

  Margarita las miró sin entender del todo e hizo su propia interpretación:

-       ¿Irá a decir que él nunca se llevó a su hijo de aquella comisaría? ¡Qué problema!- la mujer se asustaba ignorando los verdaderos temores de Victoria-. Si es así, caen todos. ¡Mi Dios!

-       Esto es terrible…- Victoria se descomponía del pánico-. Él no puede mentir… ¡Tiene que haber un modo de que desestimes cualquier cosa que pueda confesar! Demencia, esquizofrenia,  psicosis… ¡cualquier cosa que sirva para que no le crean! Te das cuenta lo que va a pasar, ¿no? Podría contar absolutamente todo, ¡eso sería catastrófico!

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora