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Victoria había tenido temperatura durante el día fluctuando entre 38 y 40 grados. Ninguno lograba creer que era normal pero tuvieron que convencerse, gracias a la tranquilidad que mostraban el padre y la madre. Rompió bolsa a las nueve y media de la noche. Rosalía y Alejandro la llevaron a la casa y la pusieron cómoda Joshua los siguió sonriéndole a la muchacha que no podía quitarle lo ojos de encima al hombre que sabía pronto ya no estaría a su lado. Todos percibían la energía especial que crecía dentro de la casa, por momento lograban verla como si formaran parte de un  holograma que aparecía y desaparecía intermitentemente.

   Los dejaron solos en intimidad y salieron a buscar a Graciela a la que, desde las siete de la tarde, no veían.

   No la encontraron por ninguna parte.

-       Estoy preocupado realmente. Te habrás dado cuenta que tampoco está Alba.

  Rosalía tenía los ojos llenos de lágrimas que contenía con muchísimo esfuerzo.

-       ¿Vos creés que… esos tipos ya están acá, no nos dimos cuenta y tienen a Graciela y a…  -no podía pronunciar el nombre de su nieta-  que tienen a Alba?

-       No, ¡no! ¡Por favor Rosi, no pensemos eso! Deben estar por ahí - las lágrimas lo ahogaron a él entonces-. Tendremos que asistir nosotros el parto, digo… si ella no aparece…

-       Bien - se secó los ojos y respiró profundo. Tomó valor y lo increpó a Alejandro-.  ¡Vamos! No entraremos a dónde mi hija dará a luz llorando como criaturas. Si Graciela no llega, la ayudaremos nosotros. ¡Pero sin llantos!

  Volvieron a la casa y los encontraron a Joshua y Victoria abrazados. Ella estaba en cuclillas y sonreía en medio de una evidente contracción. No parecía sentir dolor alguno. Un brillo azulado, potente, rodeaba al  padre y a la madre. Ambos los recibieron con una sonrisa.

  Rosalía la miró sin comprender y le preguntó:

-       ¿No sentís dolor hija?

  Ella negó con la cabeza en medio de una sonrisa resplandeciente. En aquel momento, el halo de luz creció un poco más.

  Entonces se escuchó el ruido en el exterior. Fue uno primero, y otro, y luego otro más. Eran vehículos que estacionaban no muy lejos de allí.

  Alejandro se puso de pie.

-       Voy a salir. Yo voy a detenerlos hasta que nazca.

-       No.

  Con total tranquilidad, Joshua se puso de pie.

-       No es a vos al que buscan. Debo impedir que entren hasta que el alumbramiento se haya completado. No puede haber interrupciones en el flujo energético. Eso sería...

  Como nunca, Joshua se mostró preocupado ante aquella perspectiva.

  Victoria se opuso, luchando contra la fuerza de las contracciones que estaban a punto de traer a su segunda hija al mundo de los hombres.

-       ¡No Josh, no te vayas! ¡Queda… quedate acá…conmigo!

   Todo fue inútil. Él la besó en la boca y, enseguida, en el vientre para salir corriendo del lugar ante la mirada espantada y dolorida de todos. Inmediatamente, Alejandro y Rosalía, tuvieron que abocarse a Victoria que lloraba desconsolada mientras el aura a su alrededor crecía a pasos agigantados y los envolvía a todos como si fuera una burbuja gigante.

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora