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  Durante las primeras horas, la relación había sido tensa. La mujer tenía la vista clavada en la ruta, su expresión era entre enojada y a punto de sucumbir a la desesperación. Si bien le era imposible no tener esperanzas de recuperar a su hija, el pánico de que no fuera cierto la llevaba la borde de la locura.

  Alejandro quería reconfortarla pero no tenía idea de cómo. Sabía que ellas se iban a reencontrar  y estarían desbordantes de felicidad pero ¿cómo trasmitírselo para que la espera no fuera tan dolorosa?  Decidió que lo mejor era hablar de Victoria, de las cosas que ella le había contado sin entrar en detalles.

-       Intentaron dar con usted desde el mismísimo momento que encontraron a Vicky.

 Rosalía no dijo nada ni dejó de mirar hacia la ruta.

-       Ella estaba desesperada porque la ubicaran. Sucedieron muchas cosas desde que se… perdió en la montaña.

 La mujer reaccionó.

-       ¿Qué cosas sucedieron? En casi tres años tiene que haber sido muchas cosas las que pasaron. ¿Por qué no permitió usted que ese juez me contara algo sobre mi hija?

-       Lo siento. No se imagina la prisa con la que debemos llegar ¡y estamos todavía a más de mil quinientos kilómetros!

-       Podríamos haber tomado un avión…

-       No…- no podía decirle que podían ubicarlos con mayor facilidad los sujetos que los perseguían si volaban- lamentablemente es imposible por cuestiones de seguridad.

-       ¿Y por qué no le pude hablar por teléfono?

-       Otra vez le pido perdón pero no puedo decírcelo. Cuando lleguemos, la misma Victoria le explicará todo, ¡se lo prometo!

  Rosalía respondió desesperanzada nuevamente.

-       Sí, claro… si se trata de mi hija…

  Fue terminante, su voz no dejaba lugar a dudas.

-       Es su hija Rosalía, no tema más. Sé que la confunde la edad de Vic en la fotografía pero eso también tiene una explicación, increíble, se lo adelanto desde ya, pero es una explicación al fin.

  Rosalía permaneció mirándolo un largo rato. Alejandro atendía al camino, estaba sumamente preocupado, tenía miedo de no llegar a tiempo.

  Al fin, la mujer pareció cambiar de ánimo, decidió tener fe por eso le propuso:

-       ¿Toma mate o café?

  Él le sonrió.

-       Unos mates estarían muy bien. Solo tomo cuando me acompañan y eso no me sucede muy seguido últimamente.

  La mujer fue hacia la cocina inmaculada y desde allí gritó.

-       ¡Me parece que no ha usado mucho este lugar! ¿Seré yo la primera?

-       Así es, ¡así es! Compré este motor home hace diez días. Solo hice café y té. ¡Esperaba a una mujer que la estrenara!

  La escucho reírse por primera vez. Era una risa franca, contagiosa.

-       ¡Se la viene a estrenar una vieja! ¡Cosa de locos!

  Pararon para dormir ocho horas después. Se estacionaron frente a una playa de San Antonio Oeste, en el extremo noreste de la provincia de Río Negro. Cenaron ravioles de espinaca con un tuco delicioso que había cocinado mientras andaban. Alejandro no había dejado de elogiarla durante toda la comida. Fue ella la que lo despertó a las cuatro de la mañana para reemprender el viaje, ahora hacia el norte por la ruta 251.

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora