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   Los veía y no podía creerlo. No se cansaba de reír. Todos reían locos de felicidad.

   Micaela le estaba dando de mamar a su hijo con tanta tranquilidad que cualquiera hubiera dicho que había tenido el parto más fantástico de la historia. Su yerno los besaba a ambos y sus consuegros también reían como tontos, igual que ella.

  Bueno, igual que ella no.

  Graciela sabía perfectamente que había torcido la línea del destino y no terminaba de comprender el alcance de las consecuencias.

  Un comentario de su consuegra la sacó de sus pensamientos:

-       Es asombroso el color de sus ojos, ¡un bleu… incroyable!

-       Seguramente ese azul increíble irá cambiando con el transcurso de los meses- Micaela lo miraba y le sonreía colmada de felicidad-. Es muy común eso en los bebés. Nadie en ninguna de las dos familias,  tiene los ojos claros así que no hay ninguna posibilidad de que él los tenga- le habló al bebé-. ¿No es cierto Ciro? ¿Vas a tener los ojos marrones comunes de tu mamá o… los ojos marrones comunes de tu papá?

  Volvieron a reír felices, solo que Graciela dejó de hacerlo un poco antes que los demás.

-       Tengo que irme. ¡No me extrañen! Pero debo atender a unos pacientes ¡impostergables!

-       ¿Te vas por ese caso, el de la chiquita que tiene una beba y el padre de la criatura está preso?

  Todos observaron asombrados a Micaela sin comprender. Más desconcertada la miró su madre.

-       ¿Cómo sabés eso Mica? Pasó cuando estabas en terapia intensiva. Yo…

-       Mamá…- le sonrió como si lo hubieran charlado miles de veces-. Me hablabas cuando estaba dormida, después del parto-. Les explicó a todos como si fuera lo más normal del mundo-. Es cierto que, cuando estás en coma, escuchás lo que pasa a tu alrededor. Vos me contaste que una chiquita tiene un beba… pero te estás equivocando en algo, creo. Me parece que ella no tiene la edad que aparenta… quiero decir, no es tan joven como parece.

  Graciela se acercó a su hija y la alentó para que siguiera hablándole. Sin lugar a duda,  “alguien le había dicho cosas cuando estaba dormida ya que ella definitivamente, no había sido. Tal vez le hubieran explicado cómo ayudar al muchacho también. Joshua aun no despertaba, continuaba con temperaturas altísimas. Al final se lo había llevado a su propia casa, a pesar de las protestas de Victoria que insistía en todos los idiomas que no debía preocuparse, que era normal que él tuviera esa fiebre luego de salvarle la vida a alguien.  Ella no le había hecho caso y lo dejó bajo los cuidados de Alejandro. No sabía por qué pero Jonte había mentido a su favor cubriéndola, la había ayudado. Culpó al padre del muchacho de habérselo llevado a punta de pistola. Ninguno de los presos lo había desmentido.

Siguió interrogando a su hija como quién no quiere la cosa:

-       ¿Por qué creés que me equivoco amor?

-       Porque ella tiene más de veinte… ¡seguro! Su madre lo sabe. Es a su madre a quién tenés que encontrar. Si ella se hace cargo, todo estará solucionado. Las madres...-  la miró de un modo extraño, enigmático, como si supiera más de lo que le estaba diciendo- siempre pueden ayudar a sus hijos...

  No pudo disimular su asombro. Todos los demás escuchaban la conversación como si, de pronto, ambas  hubieran enloquecido. ¡Estaban hablando de pacientes! ¡Con todo lo que había pasado!

-       Tenés toda la razón Mica- también le sonrió dulcemente-, tenemos que encontrar a la madre.

  La besó en la frente y luego la cabecita de su nieto. Antes de que se alejara, su hija le susurró:

-       Dale un beso muy grande a él de mi parte- los ojos se le llenaron de lágrimas- ... mío y de Ciro.

  Graciela le acarició el rostro y fue pura emoción.

  En menos de veinte minutos estuvo en su casa. Alejandro tomaba un té, no tenía mucho para decir.

-       Todo sigue igual. Una semana pasó y no reacciona.

-       ¿Soñaste algo?

-       Nada significativo.

-       O sea que todo está bien. Victoria tampoco está preocupada, solo se queja porque lo extraña pero no porque tema por su vida.

-       Le admiro la calma.

-       Quién sabe todo lo que han pasado. Parece que ese padre de Joshua, no fue un convertido” desde el principio.

-       No entiendo…

-       Claro, por eso lo golpeó durante años, no entiendo bien por qué todavía.... Algo sucedió... serio creo, fue lo que desencadenó la transformación.

-       No puedo imaginarme esa “transformación” en alguien que se escapó y dejó a su hijo a merced de la policía.

-       Sí, yo tampoco lo entiendo bien, creo que casi... ¡no entiendo nada de nada!- sacudió la cabeza-Bueno, en fin, voy a ver a Victoria. Me espera ansiosa cada mañana. Se acercó a Joshua y le susurró al oído:

-       Mi hija te envía un beso, de parte de ella y de Ciro…

  Entonces maternalmente lo besó en la frente. Enseguida se dio cuenta: la temperatura había descendido notablemente. Cuando giró para ponerse de pie, él la tomó de la mano y le habló:

-       Ciro Imix- y le sonrió somnoliento.

  Graciela y Alejandro fueron toda felicidad.

-       ¡Por fin te despertás dormilón! – se acercó en un segundo-.  Soy Alejandro Lents…

-       Akbal…- Joshua, aun débil, lo rozó con su mano- ...el guardián de la retirada de Lamat.

  Alejandro se puso serio.

-       Tenemos que hablar… de muchas cosas.

  Joshua se incorporó lentamente con una sonrisa inocente. Tenía un leve brillo en sus ojos casi azules. Su voz fue suave y dulce:

-       Quisiera ver a Vic y a Alba Kaban …

 Graciela le habló con el mismo tono que él había usado:

-       Sabés, eso será difícil por ahora. Ella está en una casa con una mujer que cuida de las dos. El juez…

 Joshua puso cara de no comprender. Ya Victoria le había advertido que debía explicarle “fácilmente”  lo referido al mundo de los hombres ya que él lo desconocía todo casi por completo, por eso, ella explicó:

-        Un juez, es alguien que manda, como la policía. Él la envió ahí para protegerlas y vos, bueno, estás prófugo supuestamente... que te estás escapando de la ley quiere decir prófugo...

-       A ellas las protegemos todos. Yo…- lo miró a Alejandro nuevamente confundido- ...y Akbal.

Éste no quería contradecirlo pero, al fin, se animó a confesarle:

-       Yo… no sé si puedo protegerlas… yo no estoy muy seguro…

 La sonrisa de Joshua fue tan plena que lo iluminó todo:

-       Ya vas a estarlo, Akbal. Muy pronto vas a estar listo.

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora