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   Lo metió tan rápido que casi nadie lo vio. El problema era ingresar a neonatología, no conocía a nadie allí, sería difícil convencerlos... Salvo que Armand no hubiese ido a ver al bebé.

-       Tengo que buscar a mi yerno, necesito saber si él vino a ver a su hijo– estaba nerviosa, hablaba rápido -. Si no lo hizo, podremos hacerte pasar por su padre. Esperame acá.

  Joshua le sonrió inocentemente y se sentó en un banco de madera parecido al que había en la celda que había ocupado hasta hacía poco. La mujer fue directamente a la sala de espera de terapia intensiva.

  Al llegar lo vio a Armand allí, solo, era un alma en pena. Cuando la vio fue a su encuentro.

-       Par le Dieu Graciela! ¿A dónde fuiste ? No pudiste entrar a verla. ¿Te permitirán hacerlo ahora porque eres tú?

-       ¿Qué dijo su médico?

-       Dice que está estable – sonrió apenas, con tristeza-. Duerme. Dicen que es mejor que permanezca así por lo menos las primeras veinticuatro o cuarenta y ocho horas.

-       Al bebé…- el corazón le latía a toda velocidad por temor a que le dijera que ya lo había ido a ver- ¿Fuiste a neonatología?

-       No. Vamos a verlo juntos, los dos– quería auto convencerse, sin poder contener las lágrimas-.  ¡Los dos van a estar bien! ¡Yo lo sé!

  Esta vez, Graciela no se contagió de su angustia, sí en la fe, la esperanza.

-       ¡Yo te aseguro Armand, que así será! Los tres van a estar juntos… ¡los tres van a estar bien!

  Dio media vuelta y regresó sobre sus pasos, prácticamente corriendo. Cuando llegó a neonatología, el corazón le dio un vuelco. Joshua no estaba donde lo había dejado.

  Un ataque de desesperación la invadió pero, en el mismo momento que iba a salir corriendo a buscarlo, una enfermera apareció y le dirigió la palabra:

-       Debe ser la abuela de Imix. ¡Nombre extraño le han puesto a la criatura! Pero, en fin,  pase, el papá ya está con él.

  Graciela  no salía de su asombro. No entendía cómo había logrado entrar con tanta facilidad. Mientras se ponía el ambo esterilizado y se lavaba las manos según los protocolos de seguridad,  lo vio  todo vestido de verde claro con el barbijo reglamentario tapándole la boca. Se encontraba parado junto a una incubadora. Caminó emocionada, estaba a punto de conocer a su primer nieto. La emoción al verlo fue tan fuerte que Joshua tuvo que sostenerla para que no se desmayara, al mismo tiempo le dijo:

-       Es un espíritu muy bello y poderoso el de Imix.

  Ella solo veía un pequeño bollito lleno de tubos y cables.

-       Tengo que tocarlo pero debo hacerlo directo sobre su piel- entonces la miró y le sonrió con extrema dulzura-. Después de ayudarlo, ya no podré salir de acá caminando. Tendrás que llevarme con Victoria, sabrá que hacer. Sería mejor si solo ella me toca...

  La mujer se asustó pero él no le dio tiempo. Movió el vidrio de la incubadora y pasó su mano por debajo de modo que sus dedos tomaron la diminuta manita del bebé.

  Nadie se les acercó. Estaban conversando en el extremo opuesto del recinto. Si los hubieran visto, Joshua no podría haber hecho…lo que hizo.

   Ella  pudo sentir en lo más profundo de su ser que toda su existencia cambiaba para siempre.

   Al ser tocado por aquel misterioso hombre, su nieto empezó a brillar. Pudo ver lo que llaman el aura. Era un hilo de luz al principio, débil e intermitente. Por momentos podían verse  pequeños chispazos plateados sobre toda la superficie del pequeño cuerpecito pero, enseguida, volvía a ser un delgado fulgor blanquecino azulado que lo rodeaba. Entonces lo miró a Joshua a los ojos y la impresión que le causó casi la hizo gritar: sus irises habían pasado al negro profundo y se tornaban rojos sangre. Estaba relacionado con el halo de luz que, poco a poco, iba engrosándose. El brillo fue en aumento, el aura creció de forma tal que creyó que todas las enfermeras verían tamaño resplandor brotando de la incubadora. Al fin, una potente luz azul envolvió a la criatura por completo. En ese mismo momento, Joshua se desplomó y la luz se extinguió instantáneamente. Todos corrieron a socorrerlo pero Graciela se encargó de que no le pusieran un dedo encima.

-       ¡No, por favor, no lo toquen! Soy médica… psiquiatra. Solo tráiganme una silla de ruedas- improvisó rápido sobre un tema que dominaba-. Él es claustrofóbico. Se identificó con su hijo evidentemente. Es mejor no tocarlo en estos casos, conozco bien su patología...

  Una de las enfermeras ya traía una silla de ruedas. Con no poco esfuerzo, logró subirlo y sacarlo rápidamente de allí. Se le resbalaba del asiento, casi no lograba sostenerlo. Salió a la calle y llegó a dos metros de su auto cuando el muchacho, totalmente inconsciente y volando de fiebre se le resbaló y cayéndose al piso. La mujer era toda angustia, no conseguiría levantarlo sola.

  Como por arte de magia, un hombre apareció junto a ella.

-       Yo la ayudo, no se haga problema. Tal vez después usted pueda ayudarme a mí.

  No tenía otra opción. Entre los dos lo subieron al auto.

-       Tiene muchísima fiebre este hombre. ¿No le convendría que lo vean en este mismo hospital en lugar de llevárselo?

  La mujer no supo como mentirle y él se dio cuenta.

-       Creo que entiendo…

-       No, le aseguro que jamás se imaginaría lo que acabo de presenciar.

-       Yo que usted no apostaría- estiró su mano-. Mi nombre es Alejandro… Alejandro Lents.

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora