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  Dos motor home de última generación completamente blancos, dos camionetas y cuatro autos negros se habían estacionado frente al casco de la estancia  “La natividad”, situada a pocos kilómetros de Río Mayo.

  Trocano y sus hombres los estaban esperando allí desde el día anterior Telefónicamente les habían indicado que salieran del hotel y se trasladaran con todas sus pertenencias a aquellos campos ya que, desde ese momento, sería el centro de operaciones.

  Un sujeto impecablemente trajeado de unos cuarenta años de edad, descendió de uno de los autos y fue directo hasta él:

-       Señor Trocano, mi nombre es Bertram Van Keulen, dirijo el operativo médico que se llevará a cabo.

  El matón pareció no comprender lo que le decía el sujeto, y no a causa de su acento alemán.

-       ¿Médico? En ningún momento me hablaron de un tema médico en relación con la gente que seguimos durante casi dos años.

-       No se preocupe- sonrío falsamente quitando importancia a la situación-. No tienen nada que temer. Es solo…

  En aquel momento aparecieron tres sujetos que bajaban de uno de los vehículos vestidos con unos trajes blancos tipo “monos” como los de las películas en las que había epidemias mortales o materiales radioactivos.

  La disconformidad de Trocano y sus hombres fue tan evidente que el médico alemán tuvo que aclarar algunos puntos para calmar las aguas.

-       Voy a explicarles un poco la situación para que se tranquilicen.

  Meyer, el que había plantado el transmisor, lo intimó con frialdad:

-       Sí, es mejor que aclare qué está pasando porque yo estuve metido entre las cosas de esta gente para poner el transmisor. Nadie me dijo que debía cuidarme de nada y yo los vi… los vi en el bosque… - hablaba tenso, nervioso- . A la parejita le salía una especie de… de luz…

-       ¡Ruhig! Tranquilo, no es lo que usted piensa. Esta gente…- mintió- ellos estuvieron expuestos a un tipo de radiación que solo daña sus cuerpos. A su vez, esta pobre gente no lo sabe, de ahí el operativo secreto de búsqueda y no a través de la policía. El grupo para el que trabajo quiere dejar esto…bueno... Quieren que todo sea confidencial… No se si me comprenden…

  Trocano, acostumbrado a aquel tipo de chanchullos, sonrió obsecuentemente y aprovechó para sacar tajada.

-       ¡Por supuesto que entendemos señor Van Keulen! Este, para nosotros es un trabajo como tantos otros por el que…recibimos nuestro pago…un pago proporcional a los riesgos corridos...

  El alemán comprendió la indirecta y respondió, usando las palabras que ellos estaban esperando:

-       ¡Y así será la recompensa! Directamente proporcional a los beneficios de nuestra empresa. Ahora pasemos, voy a explicarle cual será  su última labor.

  Entraron a una ostentosa sala de estar y se sentaron a una mesa. Detrás del médico, dos fornidos guardaespaldas atendían a los micrófonos  que pendían de sus oídos. Allí, el alemán les explicó que debían esperar al nacimiento de la segunda criatura y, en ese momento, secuestrar al padre y a las dos hijas.

-       Es fundamental que comprendan algo: ese muchacho es muy… hábil, esa sería la palabra justa. Él buscará engañarlos de un modo u otro, llevarlos hacia donde él quiere para poder escapar con su familia. No deben permitirlo porque él no sabe sobre la contaminación que le está afectando ni tampoco que, pronto, pondrá en peligro a los que más ama. Es por esa razón que deben alejarlo del resto del grupo, aislarlo y llevarlo hacia donde esperarán los médicos que le inyectarán esta medicación- les mostró un jeringa con un líquido opalino- . Aquí está el antídoto para su intoxicación.

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora