Los mantuvo separados durante toda la primera semana.
El viejo le llevaba leña y comida al galpón todas las noches para luego cerrar la puerta sin decir una palabra. No le hablaba ni contestaba a las preguntas desesperadas de Victoria.
Ella le suplicó para que la dejara estar con él, juró que jamás volvería a intentar escapar. Lloró, rogó de todos los modos posibles, golpeó la puerta hasta lastimarse las manos. Nada sirvió.
Hasta el octavo día.
El viejo entró al galpón y, tomándola de un brazo, se la llevó hacia la casa. Allí encontró la razón de la espera: había soldado una cadena a una de las vigas y le había puesto una tobillera de acero que le cerró alrededor de su delgado tobillo izquierdo.
- No tiene que comer ni tomar nada. No se te ocurra tapar esa herida. Por ahí tiene que salir la bala.
Cuando ya se iba agregó:
- Mantenete alejada de mi vista, es lo mejor.
Ni bien salió de la casa, Victoria corrió al único lugar donde era posible que estuviera Joshua: un angosto cuarto que se encontraba al lado de la cocina, justo frente al baño.
Al verlo, el corazón se le detuvo: Estaba arriba de una sucia sábana toda manchada de sangre, llevaba puesta la misma ropa de hacía una semana. La sangre se encontraba coagulada en su cuero cabelludo, el viejo lo había rasurado totalmente. Se hallaba inconsciente, muy pálido y su piel parecía incendiarse. A diferencia de todas las otras veces, no reaccionó en lo más mínimo cuando ella le habló
Se puso a trabajar mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas sin parar y el pecho se sacudía por la angustia incontrolable que sentía. También le costó mucho más que las otras veces movilizarlo, era peso muerto… y su hija estaba ya muy grande.
Calentó agua, lo desvistió por completo y lo bañó de punta a punta. Lavarle la cabeza fue un problema. Comprendió por qué lo había rapado, cada vez que le movía la cabeza volvía a sangrar por el orificio que había dejado la bala, era una herida que no cicatrizaba, la sangre no se coagulaba.
Los días pasaron, las semanas febriles se hicieron eternas.
El cabello comenzó a crecerle pero de un color rubio muy claro.
Victoria le hablaba, le cantaba canciones, le leía. Ponía las manos inertes de él sobre su panza de una redondez maravillosamente perfecta. La beba se movía cuando hacía eso.
Se reía entonces para inmediatamente sentirse una pobre infeliz que terminaba llorando hundida en un mar de desesperación.
A principios de octubre, mientras lavaba unos cacharros, escuchó un golpe contra el suelo de madera: una bala flotaba en un pequeño charco de sangre. Pudo percibir al instante un marcado descenso de la temperatura corporal. Siguió sin recuperar la conciencia pero su semblante no fue tan pálido a partir de aquel momento. A la mañana siguiente, su cabeza dejó de sangrar y por la noche, ya no había rastros de ninguna herida en su cuero cabelludo.
Pero aun no abría los ojos.
Toda aquella noche estuvo en vela, aun cuando la luz proveniente del hogar de la cocina se había extinguido, ella continuó despierta, esperando un movimiento, un sonido.
La luz del sol, entrando por la pequeña ventana que daba al sur, la obligó a abrir los ojos.
Allí, frente a ella, recostado sobre su lado izquierdo, se encontraba su Joshua… despierto.
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El enlazador de mundos ®
Science Fiction“Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y los que observan las cosas en ella escritas, pues el tiempo está próximo.” ...