Epílogo

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Epílogo

    El doctor Van Keulen despertó en uno de los cuartos de “La Natividad”, tenía un fuerte dolor de cabeza. A su lado, Lina Linsay lo miraba impasible.

    El hombre se sentó bruscamente en la cama para preguntar casi sin aliento:

-       ¿Dónde está él?

   Ella decidió dejarlo sufrir unos segundos antes de contestarle. Al fin respondió:

-       Está en el motor home matriz, inconsciente.

  Una luz de felicidad invadió su rostro, intentó levantarse pero se mareó.

-       Tranquilo. Él no va a ir a ninguna parte. Según los registros tomados por Verdiner, va a estar un mes mínimo sin recobrar la lucidez.

-       De todos modos se halla bien custodiado ¿no es cierto?

-       Absolutamente.

-       ¿Sus hijas?- sonrió esperanzado-. También las tenemos, ¿no?

-       Solo a una, a la recién nacida. Al parecer escondieron a la mayor, la trasladaron a otro sitio, muy probablemente lo hizo la doctora Pappalardo antes de nuestra llegada- se quedó pensativa y habló para sí misma-. Fue muy lista.

Nos llevamos primero a Joshua y la beba. Cuando regresamos para buscar a Victoria y a los demás ya no estaban. Fue como si se hubieran esfumado.

-       No entiendo, ¿estaban desvanecidos y  cuando volvieron no estaban? ¿Cuánto demoraron?

-       Veinte minutos, media hora como mucho. Todos los autos que estaban cerca de la cabaña se quedaron sin corriente eléctrica por lo que tuvimos que usar los que dejamos sobre la ruta.

-       ¿Cómo están Sergey y Ryo?

-       Todos sufrieron idéntica pérdida de conocimiento. Despertaron mareados y con fuerte jaqueca.

-       ¿Trocano y sus hombres?

-       Los tenemos en cuarentena a todos, menos uno… Incomprensiblemente, el más bajo de mirada ladina, el que apareció con el arma que lo arruinó todo. Ese se esfumó también.

-       ¿Pensás que se lo pueden haber llevado Pappalardo y los demás?

-       No tengo idea. Nada lo indica como probable.

-       A los otros los tienen bien encerrados ¿no?

  La mujer asintió algo fastidiada por tantas preguntas.

  El alemán intentó levantarse nuevamente pero volvió a marearse.

-       ¡Al fin está bajo mi poder a Joshua- Cimi, el mismísimo Enlazador de Mundo y no puedo levantarme de esta cama!

-       Bien, ya te dije, él no va a ir a ninguna parte. Además inconsciente no te sirve para nada. Hay algo más sobre lo que no preguntaste.

-       ¿Sobre qué no pregunté?

-       La jeringa con el virus. Desapareció. Hice peinar toda la zona durante diez horas y nada.

-       ¿¡Diez horas!? ¿Cuánto dormí?

-       Casi treinta y seis horas.

  Él la miró en silencio.

-       Pareciera que te impresionó más la cantidad de horas que estuviste inconsciente que la pérdida de un peligrosísimo agente patógeno. Ya sabés a lo que podemos enfrentarnos.

-       Haremos vacunas.

-       ¿Vacunas? ¿C ontra un virus que muta cada veinticuatro horas? ¿Te acordás que por eso lo elegiste entre todos los otros? Es el único que mantiene a Aliaiesh inactiva energéticamente durante períodos prolongados de tiempo.

  Otra vez la miró en silencio y volvió a intentar ponerse de pie. Esta vez lo consiguió. Ya sobre sus piernas, su voz se escuchó imperativa, sin dar lugar a réplica, como le era habitual.

-       Que lo preparen, voy a comenzar mis investigaciones.

-       Está sangrando…

-       No tiene la menor importancia.

-       Su temperatura supera los 43 grados…

   Se dio vuelta y la enfrentó con toda la furia que era capaz.

-       Esperé demasiado por ese hombre. No voy a desperdiciar un solo segundo más. Puede acompañarme o retirarse doctora Linsay, usted decide.

   Ella lo acompañó.

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora