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   La doctora Pappalardo llegó temprano a la comisaría. Le había prometido a la pequeña madre, Victoria Pilmar que, lo primero que haría al salir de allí, sería ir a verla para contarle cómo estaba Joshua.

   Le prometió demasiadas cosas a esa chiquilla...

  Y ella no acostumbraba a tener esa actitud con sus pacientes. No lo consideraba “profesional”.

   Jonte la recibió con alegría:

-       ¡Por fin apareció doc! Viene para que, al fin, saquemos a ese muchacho ¿no?

  A la psiquiatra le pareció extraña la reacción del policía. En general era taciturno, desaprensivo. Era una muy buena persona pero no se dejaba afectar por los problemas laborales.

“Está bien que en este lugar no pasan muchas cosas como para afectarte mucho”, pensó.

-       Es algo fuera de lo común para este pueblo tan tranquilo lo de estos chicos, ¿no es cierto Jonte?

-       ¡Qué le parece! – estaba como eufórico-. Espere a conocerlo, él es…

  Lo apuró viendo que se había quedado como detenido en sus pensamientos:

-       ¿Él es qué Jonte?

   Su mirada mostraba un brillo de extraña fascinación.

-        Véalo usted misma doctora. ¡Con sus propios ojos!

  La llevó a una salita con mesa y sillas para que esperara. A los pocos minutos regresó con Joshua esposado. Él venía cabizbajo, con los ojos clavados en el piso. 

  El policía le hizo un gesto con la vista señalando las esposas con verdadera consternación.

-       Es una locura que tenga que hacer esto al sacarlo de la celda- su mirada era triste, errática. Lo sentó frente a la mujer-. Las malditas rutinas policíacas... ¿A quién se le ocurre que podría escapar?

  Notó que la mujer lo miraba raro, sin entender el por qué de tanta confianza sobre un acusado de, nada más y nada menos, que corrupción de una menor.

  Se apresuró a marcharse, sintiéndose incómodo.

-       Avíseme cuando termine doctora Pappalardo…

  Joshua no levantaba la vista del suelo, era como si buscara algo que se le había extraviado. Fue ella quien rompió el silencio.

-       ¿Se te perdió algo?

  No respondió enseguida. Al fin levantó la cabeza y depositó sus dulces ojos azulísimos sobre la mujer mientras le hablaba con una seriedad pasmosa.

-       Estas tierras fueron ocupadas durante muchos años por hombres y mujeres muy nobles y valientes- se entristeció-. Luego vinieron otros… de un país lejano,- se iba descomponiendo- los…

  Fue ella quien completó la frase.

-       …los mataron.

-       A todos- sus ojos mostraron desconcierto-. ¿Por qué alguien haría algo así? ¡No quedó ninguno que pudiese transmitir su esencia, su sabiduría…

   La psiquiatra lo miró más desconcertada aun que él. Le estaba hablando en serio. Sin duda su angustia se debía a la matanza de aborígenes ocurrida hacía cientos de años, se le notaba en el cuerpo que pensar en aquello lo lastimaba. Era extraño, estaba como encorvado, como si estuviese padeciendo algún dolor físico.    

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora