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Todo era frío y oscuridad, salvo por la tenue luz de la luna llena que se colaba por una de las claraboyas.

  Victoria fue la primera que recobró la conciencia. Estaba cubierta con una manta. El hogar estaba apagado totalmente. Tanteó a su compañero de cautiverio y lo sintió helado. Se movió  con rapidez en medio de la oscuridad y lo cubrió con la piel de liebre.

  Joshua no se despertó. Su respiración era relajada, dormía con la placidez de un recién nacido. No podía ubicarse en el tiempo, comprender… Era de noche. ¡Habían dormido todo un día!

  Se puso de pie como pudo, envuelta en la manta de lana y fue hasta el hogar para encender el fuego.

  Trató de recordar todo lo que había pasado. Sin duda, dos palabras podían resumir aquello que había tenido lugar allí: Comunión absoluta

  Había sentido su transformación, fundirse con él, convertirse en un ser único con ese chiquillo –hombre  como nunca soñó que pudiera suceder. La Tierra entera había sentido vibrar en los momentos finales, justo  cuando ambos…cuando ambos… ¿habían brillado?  Su mente trataba de explicar lo visto, sentido, experimentado… y no podía ser. Los ojos de él… rojos…

  Sacudió la cabeza negándose a sí misma.

”Nos desmayamos, perdimos el conocimiento. Sin dudas todo fue producto del estrés causado por el pánico de que muriera y él… por el esfuerzo de hacer lo que hicimos… en mal momento”

-          ¡Por Dios! ¡Es mi culpa!– habló en voz alta mientras zamarreaba suavemente a Joshua tratando de despertarlo.- ¿¡Cómo se me ocurre tener sexo con él cuando estuvo al borde de la muerte durante tres días!? Josh… bombón…- le cacheteaba con suavidad las mejillas-. ¡A despertarse! ¡Vamos!

  Nada. No recobraba la conciencia. Se hallaba sumergido en un profundo sueño, no tenía fiebre ni respiraba agitado ni nada que fuera preocupante. Solo estaba dormido.

  Permaneció a su lado, esperando que el tiempo transcurriera lo más rápido posible. No tenía idea de qué hora era. Por la luna que asomaba por la claraboya no podían ser más de las  once o doce de la noche.

  ¡Veinte horas! Habían dormido veinte horas seguidas. ¡Y él todavía no reaccionaba!

  Lo vio tranquilo y decidió esperar. Ella había necesitado de todo ese tiempo de descanso y no había estado a punto de morirse. Seguramente él necesitaría más para recuperarse.

  También había soñado, lo recordaba bien. Estaba en un extraño lugar donde había dos soles que brillaban en el cielo, las nubes eran púrpuras y el agua de color verde. Caminaba con Joshua libremente, con total felicidad… y se amaban, sobre unas playas de arena muy fina y de color rosado…

  Fue entonces que comenzó a estudiar lo que podía verse a su alrededor y dejó de pensar en el sueño. Sin darse cuenta, su boca se fue abriendo hasta que casi llegó al límite máximo que su mandíbula permitá: todo estaba tirado, movido. El baúl con la ropa estaba casi en el portón de entrada, la puerta del baño estaba en el piso, ¡se había desprendido de los bornes! 

  Cuando por fin consiguió emitir sonido, su voz sonó hueca:

-          ¿Qué cosa pasó acá?

  Volvió a mirar a Joshua que seguía durmiendo como si nada y luego recorrió de nuevo todo el desastre que los rodeaba.

  No quiso más. Se pegó a él, que ahora estaba tibiecito y se quedó allí, decidida a esperar que  abriera los ojos. Juntos podrían entender mejor lo sucedido. Juntos... era posible soportarlo todo.

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora