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    Condujo sin detenerse durante toda la noche. Hacia las cinco de la mañana, Graciela se dio cuenta que era indispensable descansar por lo menos un par de horas. Se había alejado seiscientos kilómetros y no había nadie que le pudiera decir si era suficiente. Todos estaban dormidos, hasta el alemán con su pierna hinchada y repleta de moretones dormía como si le hubieran inyectado un somnífero. A Rosalía, el agotamiento la había vencido ciento cincuenta kilómetros atrás. Aun así se había forzado a seguir. El cartel de la entrada al pueblo decía con una bonita letra: “Belén”. A los pocos metros se estacionó junto a la ladera de un río y se echó a descansar.

    Su despertar fue en medio de un sobresalto, alguien gritaba…un hombre. Graciela se levantó a los tropezones y salió del cuarto diciendo:

-       Josh… ¡Joshua! ¿Qué le pasa?

  Se topó con Alejandro que, con una sonrisa la tranquilizó:

-       ¡Calma Gra! No es Josh el que grita, él está con Alba. Es ese alemán, creemos que tiene la pierna rota pero él insiste que no. Vení a revisarlo. No te quisimos despertar…

-       ¿Qué hora es?

-       Son las cuatro de la tarde. Afuera no se puede estar, hace un calor insoportable. Tuve que prender los aires acondicionados para poder respirar acá adentro.

  Cuando Berger la vio entrar la repelió como si se tratara de la peste.

-       ¡Fuera! No quiero que me revise ni me toque nada esa mujer. Estudió para ocuparse de los locos… ¡por acá no hay ninguno! ¡Verdammt!*

-       Salgan todos por favor, déjenme con el señor Noris.

  Se retiraron. Graciela se sentó frente a la cama que ocupaba el alemán.

-       No insista doctora, quiero que se largue. Tráigame unas maderas y venda, yo me arreglo.

   La mujer lo miró en silencio, le dio tiempo para que le dijera qué le pasaba realmente. El anciano, por fin capituló, su rostro fue toda angustia y confesó:

 * Verdammt!(alemán) : ¡Malditos sean!  

-       Tengo el fémur quebrado acá- señaló por sobre su rodilla izquierda. La miró con desesperación –. No quiero que Joshua me toque, por ninguna razón quiero su energía dentro de mí. ¿Me entiende?

-       No del todo. Explíqueme mejor por qué no quiere curarse en minutos y sin dolor además de poder vivir el triple…

-       Por… porque…- las lágrimas explotaron en sus ojos-. ¡No podría soportar el remordimiento! Yo… ¡hice cosas terribles en mi vida! Si me convirtiera tendría el triple de vida para retorcerme de la culpa como una maldita lombriz al sol- se le acercó a la mujer con expresión desquiciada-. Entiéndame bien, preferiría pegarme un tiro ahora mismo antes que me convierta. ¿Está claro?

-       Eso…significa que usted porta un arma…digo… está en condiciones de pegarse ese tiro que dice.

-       Un arma y otras cosas, Frau…*1

-       Entonces, ¿qué hacemos?

-       Yo le voy a explicar cómo operarme. Lo que tengo es una fractura extra articular y debe colocarme un clavo encerrojado con una placa AO 95 º… 

-       ¿No me diga? ¡Y por qué yo cometería semejante locura? Digo… operar a un viejo asesino y torturador alemán siendo una psiquiatra “doctora de locos” y no una cirujana.

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora