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  Al entrar a su casa escuchó el ruido de agua llenando la bañera. Fue corriendo sin pensar en lo que se encontraría. Joshua estaba sumergido y Alejandro le lavaba el pelo.

  Al verla entrar, él le preguntó con cara de agotamiento:

-       No pasaste por la cocina ¿no?

  Graciela negó con la cabeza.

  Lo siento. Él tenía mucha hambre y es un gran catador de alimentos. Por cierto, tu heladera estaba muy vacía así que se entretuvo con todo lo demás… menos con el café que no le gustó.

  Después de todo el sufrimiento padecido, fue un gran desahogo explotar en una carcajada.

-       ¿Le estás sacando un pegote de qué cosa de la cabeza?

-       Es harina que se volcó tratando de alcanzar un paquete de galletitas que, al final, estaban en avanzado estado de descomposición. Nos olvidamos y se metió a la ducha. Ahí se le mezclaron los ingredientes y por eso tenemos un lindo engrudo que no le puedo sacar sin arrancarle los pelos.

-       A ver, dejame a mí. ¿Qué es lo de las orejas?

  Joshua contestó con una inmensa sonrisa.

-       ¡Polvo de chocolate! ¡Me encantó el polvo de chocolate!

  Todos se rieron con ganas.

  La mujer logró aflojarse, salió del baño después de sacarle todo el pastiche que tenía pegoteado hasta en el cuero cabelludo. Cuando entró a la cocina, solo pudo volver a reírse. Estuvo limpiando un poco hasta que los dos hombres de la casa aparecieron, bien limpitos y cambiados.

  Entonces ella les indicó que se sentaran en el living para explicarles todo lo que había pasado, sin entrar en detalles sobre lo que el padre de Joshua había declarado. Alejandro siguió todo con atención y se ofreció a llevarlo hasta el lugar en que la policía lo buscaría.

-       Estuve pensando que, tal vez, podríamos dejarlo en un lugar más alejado. Sería menos riesgoso. Poniéndole la ropa adecuada y ensuciándolo un poco, creo que sería creíble que él se hubiera escapado de Verdiner. ¿Qué creés Josh? ¿Sos capaz de sostener este engaño?

  La envolvió con su mirada azul  y le trasmitió la paz que no había tenido en todo aquel día. Al fin le respondió.

-       Mi padre hizo algo terrible hoy…

-       Si tu padre hizo solo la mitad de las cosas que confesó, él es un monstruo terrible en forma permanente, no solamente hoy.

  La miró con tristeza.

-       El que era antes lo hizo, cada cosa que dijo es cierta…

  Se quedaron mirándolo, parecía que él sabía sobre lo conversado en el despacho del juez. Pero aquello era imposible.

   Joshua continuó:

-       Pero ese hombre ya no existe. Murió hace unos meses en lo alto de la montaña. El hombre que vos viste es mi padre nuevo, él haría cualquier cosa por cuidarme… hasta mentir, a pesar del...- lo sintió en su propio cuerpo- ...del terrible dolor que le causó hacer eso.

-       No entiendo… decís que él confesó la verdad sobre lo que te hizo durante años, entonces no mintió.

-       Sí lo hizo porque de ese hombre, no queda más que el cuerpo y la culpa por el mal hecho. Vivir su vida con la culpa que siente es lo más parecido a… ustedes usan una palabra… es un lugar a dónde creen que van los que hicieron cosas malas durante su vida física en la Tierra…

-       ¿El infierno?-  Graciela lo dijo incrédula.

-       Eso, el infierno- y les sonrió tristemente-. Mi padre está en un infierno desde que lo ayudé a volver de eso que llaman muerte. Pero yo…- estaba abatido- ...no pude dejarlo ir. A él le dolía mucho su corazón… ¡No pude dejar que le doliera así! Creo que eso es hacer mal- era todo angustia.

  Alejandro le sonrió con ternura. Sentía que, cada momento que compartía con Joshua, lograba entender mejor la naturaleza de lo que le pasaba a él mismo, también comprender sus sueños.

-       No le hiciste mal porque, simplemente, no podés. Es la diferencia que tenés con nosotros, no podés hacer daño a otros. Eso lo vi en mis sueños, alguien me lo explicó varias veces, pero recién ahora que te conozco Josh, puedo entenderlo.

  Joshua le sonrió con timidez.

-       No  Akbal, estás equivocado.

-       ¿En qué lo estoy?

-       Dijiste “ustedes no pueden hacer mal”, te pusiste en el grupo equivocado…

  Graciela los veía ir y venir sin entender de qué hablaban. Alejandro no parecía estar menos confundido en aquel momento que ella.

-       ¿Por qué decís que me puse en el grupo equivocado Josh?

-       Porque ya no pertenecés al grupo de los humanos. Sos un “convertido”, como mi padre, Victoria… el pequeño Imix. Ninguno de usted será capaz  ya de hacer el mal, como ustedes le dicen, nunca más.

*

   Victoria le hablaba pero ella no lograba quitarse de la cabeza sus dos preocupaciones: la primera era que Joshua no podría mentirle al juez Lombardero, cuando lo hallara la policía, sucio y perdido, como Alejandro y ella lo habían “plantado” y lo llevaran a declarar, él diría la verdad, o sea que todos lo tildarían de insano y lo meterían en un psiquiátrico; segundo y más alarmante aun: Joshua había llamado a su nieto “un convertido” y no tenía idea del alcance de aquellas palabras.

-       ¡Por favor Graciela!  ¡Contestame!

-       Perdón Victoria… mi cabeza estaba en otra cosa…

-       ¿En otra cosa? ¡Pensá qué vas a decir cuando Josh empiece a hablar de cómo se auto- sana, de cómo se conecta con los de su raza o mejor, de cómo se va a terminar la civilización humana!- estaba desesperada, fuera de sí. Alba lloraba desconsoladamente-. ¿Te das cuenta de qué lo van a meter en un manicomio y JAMÁS lo van a dejar verme ni ver a su hija?

-       También va a decir que yo me lo llevé de la comisaría, que estuvo escondido en mi casa y todo, porque Jonte lo permitió y entonces ambos, vamos a estar en muchos problemas.

-       Van a llamar a otra psiquiatra…

  Graciela la interrumpió con expresión de pánico:

-       Sí, si lo harán. Van a llamar a Medina, la que me reemplaza cuando yo no puedo tomar algún caso. Ahí sí que termina en un cuarto acolchado, empastillado hasta la coronilla.

-       Las pastillas no creo que le hagan gran efecto…- lo dijo como al pasar, mientras se ponía a Alba en  el pecho- …o por lo menos no por mucho tiempo. Eso sí, volaría de fiebre durante un buen rato.

  A la doctora se le iluminó la cara.

-       ¡Eso es lo que vamos a hacer!

-       ¿Qué cosa?

-       Lo vamos a drogar.

-       ¿Drogar? ¿Para qué?

-       ¡Tranquila! ¡Esa es la solución!- le dio un beso en la frente-. ¡No te preocupes! ¡Ya tengo la forma de manejar todo esto! ¡Confiá en mí!

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora