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  La policía lo encontró veinticuatro horas después de comenzada la búsqueda. Casualmente una mujer se topó con él. Lo había encontrado vagando por la banquina de la ruta 43, a dos kilómetros del pueblo. Estaba como ido, muy sucio y tenía fiebre.

  La doctora Pappalardo, aprovechando sus influencias, había convencido al juez que era fundamental que, ni bien lo encontraran, le avisaran a ella primero. Jonte se encargó personalmente de eso.

  Cuando entró a la pequeña sala de visitas de la comisaría lo encontró dormitando sobre la mesa. El policía estaba a su lado con cara de pánico y le habló en un susurro.

-       ¿Estás segura de la dosis que le estás dando?

-       No, por supuesto que no. No en el caso de él. ¿Cuánto hace que lo inyectaste?

-       Diez minutos. Cuando me di cuenta que le empezaba a bajar la fiebre. Eso me dijiste ¿No?

-       Bien, sí, eso te dije. Hagamos cuentas. Yo le di una dosis a las siete de la mañana cuando lo dejé en la ruta. Vos tuviste que inyectarlo recién… cuatro horas después…

-       Fue imposible darle nada por boca, todos miraban… No se cómo mierda pude inyectarlo. ¡Menos mal que me diste esa jeringa!

-       Tranquilo Jonte, nada le pasará va a estar perfectamente bien.

-       Todo sea por ayudarlo. Después de lo que hizo acá y con tu nieto… ¡Todavía no puedo creerlo! Si no fueras vos la que me lo contaste…

-       Habíamos quedado que jamás íbamos a conversar sobre ese tema en un lugar público Jonte. ¿Ya te olvidaste?

-       No, no me olvido. Como me voy a olvidar… ¡si es en lo único que puedo pensar!

-       Ahora vamos a ocuparnos de lo que debemos. No nos dispersemos por favor.

  Jonte estuvo de acuerdo.

  Entonces la psiquiatra le habló a Joshua, comenzó a cumplir su parte.

-       ¡Hola Josh! ¿Me escuchás?

  Él le sonrió dulcemente abriendo sus ojos con dificultad y le preguntó con voz aletargada:

-       ¿Por qué me... me estás haciendo esto?

  A ella se le estrujó el corazón e, inmediatamente, los ojos se le llenaron de lágrimas.

-       Te estoy protegiendo corazón…- le susurró al oído- te estoy cuidando de vos mismo. A dónde vamos, no tenés que decir la verdad y vos, no podés mentir. Ese es un verdadero dilema que se nos presenta.

-       Pero me hace sentir mal eso que me das…  me da sueño… me confunde…

-       Está bien así Josh, te necesito confundido… Te voy a dar un antitérmico. Necesitamos regular tu temperatura, no tenés que parecer engripado.

-       Yo... yo me estoy curando de lo que me das…- le costaba articular las palabras- …por eso mi piel quema…¿Qué es engripado?

  Graciela le sonrió con dulzura.

-       Después te explico que es la gripe. Ahora necesito que te esfuerces, que no te sanes tan rápido, ¿podés hacer eso?

-       Creo... creo que sí... que puedo... ¡pero me siento tan mal así!

  No pudo evitar abrazarlo con todas sus fuerzas, acunarlo como si fuera su propio hijo. Su indefensión la superaba.

-       ¡Ya lo sé mi corazón! pero tenés que confiar en mí y solo responder a lo que yo te pregunte, ¿me entendés Josh? Solo responder a mis preguntas, y a las de nadie más. Cuando otro te pregunte vos te callás, solo hablás cuando yo te pregunto, ¿entendiste?

  Él abrió y cerró sus ojos con gran pesadez, en medio de una sonrisa adorable:

-       Sí Graciela, te hablo solo a vos…

-       Voy a inyectarte el antitérmico.

  Cuando volvió a mirarlo se dio cuenta que se había desmayado. Volaba de fiebre.

  Un pensamiento cruzó por su mente: “Si el antitérmico no funciona, estamos perdidos”.

*

  Alejandro trataba de calmar a Victoria pero no había manera.

-       ¡Creo que me voy a volver loca de la desesperación! Ya deben estar con el juez.

-       Calmate Vicky. Graciela lo conoce desde hace años, ¡es su amiga! va a poder manejar la situación.

-       ¡Es que sería gravísimo que alguien más pueda  enterarse de quién es él... ya somos demasiados! A veces creo que tendríamos que habernos quedado en la montaña. Para colmo, en cualquier momento van a aparecerse los tipos que le pagaban al viejo para tenerlo prisionero y controlado. ¡No entiendo cómo todavía no están acá, secuestrándonos otra vez!

 Alejandro la intentó calmar:

-       Vamos a solucionar un problema a la vez. Josh sabe algo, algo sobre nosotros dos. Todavía no me explicó exactamente qué, pero algo tengo que hacer con vos, algo de una “escapada” dijo, o algo así. No se que quiso decir.

-       Lleva tiempo entenderlo. También es porque nosotros hace poco que fuimos convertidos, por eso no logramos manejar las situaciones y no podemos reconocer nuestras capacidades y usarlas en tiempo y forma, eso me lo dijo él... eso lo puedo entender...un poco, por lo menos.

-       Yo ya hace cinco años que… bueno… que cambié. Recién cuando los conocí a ustedes empecé a admitir que todos los sueños que tuve durante todos estos años no eran producto de un delirio, secuela del coma.

-       Y vos, ¿no viste cambios en tu aspecto físico?

-       No, qué se yo. Nunca fui mucho de mirarme al espejo. Tenía treinta y nueve años cuando tuve el accidente…

-       Bueno…no parecés alguien de cuarenta y cuatro años…pero no tenés mi problema, yo me veo como una criatura.

-       Debe haber alguna diferencia muy importante entre tu conversión y la mía, Vic. Vos tuviste a Alba dentro tuyo…a lo mejor es por eso.

  Por la cara que puso, Alejandro se dio cuenta que a ella no se le había ocurrido esa posibilidad.

-       ¡Es verdad! Tal vez tenga que ver con el embarazo…Hay mucho que aprender, y la persona que mejor nos puede enseñar está…

-       ¡Basta de hacerte la cabeza Vicky!- se escuchó el llanto de Alba-. Mejor dale de comer a tu hija.

  Victoria fue a cumplir con sus deberes de madre y Alejandro se quedó solo. Por primera vez en cinco años, hubiera querido que fuera de noche para poder dormirse y soñar.

  Soñar para que Caniaesh y Diiesh lo ayudaran a aclarar sus dudas, ahora que él estaba dispuesto a escuchar.

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora