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  Regresaron una hora más tarde. Al viejo le había costado ubicar a Joshua y estaba de muy mal humor. Le había dejado los caballos y el ganado para que se ocupara diciéndole que lo esperaba en la casa.

  Cuando Joshua entró al establo con los animales, confirmó lo que hacía media hora había percibido: la yegua no estaba, Victoria había escapado.

  Sin siquiera tomar conciencia de lo que hacía, a la velocidad de la luz y con la mirada perdida en una de las paredes laterales, comenzó mentalmente su búsqueda. Luego de apenas segundos, salió corriendo a toda velocidad y se metió en la casa. Estaba anormalmente serio, como ido, sus ojos eran una vorágine de colores sin control.

  La voz brotó mecánicamente de su boca:

-          Victoria no está. Ella se marchó.

  El viejo, reconociéndolo en trance, lo agarró de un brazo y se lo llevó hasta el establo forzándolo para que montara. Ambos lo hicieron. Le dio tiempo, permaneció mirándolo directamente a los ojos. En ellos fluía un remolino de azules, verdes, violetas. Estaba tratando de hallarla.

  Al fin, luego de casi diez minutos, la mirada de Joshua se relajó, sus ojos se normalizaron a un azul profundo.

-          Está a veinte kilómetros del refugio sudeste.

  Salieron a todo galope. Llevaban solo lo puesto.

*

  Victoria armó su carpa y se metió adentro. Prendió el calentador  y puso sobre él una cacerolita  con un poco del guiso que había llevado. Sabía que tendría que haber continuado el descenso pero no pudo hacerlo. No se animó a cabalgar de noche. Ya no se trataba solo de ella, tenía miedo  de que le pasara algo a su hija. Además no había tenido noticias de Joshua. No le dolía ningún lugar del cuerpo ni él había tratado de contactarla aún. Muy posiblemente estuviera ocupado tratando de ocultarle al viejo su desaparición y esperaría a la noche para seguirla. Sabía que él se las ingeniaría. Que no hubiera usado todos los recursos que tenía para un beneficio propio, como escapar por ejemplo, sin duda había sido porque no tenía una buena razón para hacerlo. Ahora estaba ella y su hija. Tenía verdaderas razones para utilizar su poder y huir de una vez por todas.

  Se metió en la bolsa de dormir y luego se cubrió con las pieles. Tal vez, en la mañana, Joshua la despertara con un beso.

*

  Estaba anocheciendo cuando se detuvieron a la orilla de un pequeño río a beber. El viejo le dio un fortísimo puñetazo que lo hizo trastabillar.

-          ¡Esto es toda culpa tuya! Si a ella o ese embarazo les llega a pasar algo, sos hombre muerto, no me va a importar nada más, ¿me entendés? Hace casi cuarenta años que estoy atado a vos, esperando a la maldita mujer que pariría a tu hija ¡cuarenta putos años!- lo agarró de un brazo y lo zamarreó mientras él agachaba la cabeza -. ¡Esa criatura es mía! Cuando la entregue y por fin me paguen “de verdad”, no la mierda que me dan por mes por tenerte acá y cagarte a palos, cuando me paguen por todo el sacrificio que hice durante todo estos años, ahí sí, hacé lo que quieras: rescatá a tu hija, andate con las dos a la mismísima mierda, ¡no me importa tres carajos! Pero hasta que a mí no me den la guita, vos…- lo agarró del pelo tironeándolo sin piedad- …vos sos mío, ¿me entendiste?

  Joshua se quedó muy quieto con las rodillas hundidas en la nieve hasta que el viejo se alejó. Sabía que no tenía que hacerlo perder el control. Dada las circunstancias, cualquier golpe o herida importante que él sufriera lo iba a sentir Victoria. A su hija podía protegerla pero a ella no.  El viejo desconocía la empatía que se daba entre ambos. La única razón por la que no lo molía a golpes era porque precisaba de sus habilidades para encontrarla, como si llevara con él un perro rastreador en busca de su presa. No iba a tocarlo hasta que la tuviera a ella a resguardo. Entonces le caería con todas las fuerzas.

  Joshua sabía que tendría que encontrar el modo de aislar a Victoria cuando llegara ese momento pero no sabía cómo. Nadie se lo había explicado en sus sueños.

  Un grito lo sacó de sus pensamientos:

-          ¡Vamos! No vaya a ser que a la loca esa se le ocurra cabalgar durante la noche.

  Le habló en un susurro, con la cabeza gacha para no provocarlo:

-          Está durmiendo… ella armó su carpa y está durmiendo. Si… yo tengo alguna herida, ella lo sentirá…

  Le dio un empujón y lo tiró contra el caballo.

-          ¡Vamos infeliz! ¿Qué  pensás? ¿Qué voy a creer esa estupidez? La hubieras “visto” antes de que se escapara y nadie hubiera salido lastimado! Ahora es demasiado tarde…

   Los dos montaron y siguieron camino. La suave nevada borraba las huellas que la yegua de Victoria había dejado, pero no importaba.

   En una hora, tal vez un poco menos, la alcanzarían. Era el tiempo del que disponía para romper el vínculo simbiótico que lo unía con Victoria.

*

  Pensó que era una pesadilla cuando alguien la sacó de los pelos de dentro de la carpa arrastrándola por la nieve como si fuera un venado muerto camino al desolladero.

  El viejo la sacudía sin piedad mientras que Joshua permanecía muy quieto, con la vista perdida. Sus ojos eran otra vez un torbellino de colores, estaba pálido, con la boca semi abierta. Era como una aparición.

  Victoria alcanzó un palo que estaba junto a un árbol y, en un descuido del viejo, le dio un golpe que lo hizo trastabillar y caer. Salió corriendo, tratando de meterse en el bosque. Joshua buscaría la manera de seguirla.

  Pero ella no sabía que él no podría hacer eso, estaba demasiado ocupado buscando la forma de aislarse. Debía encontrar un puente en su interior que lo desvinculara energéticamente de Victoria para no arrastrarla con él. Para eso sería necesario cambiar su frecuencia vibratoria antes de que su padre lo forzara a hacerlo por medio de la violencia.

  El viejo, al mismo tiempo que se ponía de pie con dificultad y se limpiaba la sangre que le salía de una oreja, le gritó sádicamente:

-          ¿Seguro que vas a seguir corriendo? Él no te va a seguir… no va a poder…

  Victoria se detuvo, giró y vio lo que el viejo estaba por hacer. Tenía un revólver en la cabeza de Joshua.

  De pronto, al sentir el caño frío del arma contra sien todo estuvo claro: sintió vibrar cada molécula que lo conformaba, el mundo comenzó a desdibujarse y una plena sensación de libertad comenzó a invadirlo. Pudo sentir como su corazón latía más lentamente, su sangre perdía fuerza y velocidad dentro de sus venas y arterias, las conexiones entre sus neuronas se debilitaba. De pronto, estaba atravesando una especie de túnel de infinitos colores a una velocidad incalculable.

   Él era todo vacío de vida. Pudo anticiparse, seguir el recorrido de la bala que perforaría su carne y se alojaría dentro de su cerebelo.

  Joshua ya no estaba unido a la fuerza vital de Victoria.

  Él había partido.

  Ella solo consiguió emitir un grito desgarrador:

-          ¡¡¡No!!!

  El viejo disparó, la bala perforó su piel, su cráneo y terminó alojándose…en su cerebelo.

 Joshua se desplomó.

  Cuando Victoria llegó a su lado y le sostuvo la cabeza aún seguía con los ojos abiertos pero el gris los había invadido por completo. Poco a poco, el gris se convirtió en negro. La sangre que brotaba de la herida le teñía los cabellos y luego manchaba la nieve a su alrededor. También Victoria estaba manchada de sangre, la sangre de él.

   Y era su culpa

   Entre los dos subieron a Joshua a un caballo y luego montaron para perderse en el camino, deshaciendo sus pasos. La carpa y todas sus pertenencias quedaron  allí, abandonadas, sin esperanzas.

   Victoria se dio cuenta de que estaba vacía.

   Ella no sentía absolutamente nada.

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora