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  Se deshizo de la mujer con gran dificultad.

  Sonia había insistido de mil formas para que se hospedara en su casa. No tuvo más remedio que cenar con ella y, después de darle cuatro o cinco razones, al fin  consiguió despegársela para poder meterse en el primer hotel que encontró.

  No eligió bien. Estuvo seguro cuando se bañó y el agua salió casi fría de una ducha sin bañera  que se inundó en menos de cinco minutos. Después de esto, solo se le ocurría ponerse a llorar. Toda la ropa la había dejado en la camioneta, libros, calzado y de más. Tendría que comprarse algo al día siguiente y sacar un pasaje, aunque sabía perfectamente que, desde allí, solo podía tomarse un autobús hasta Bariloche los días miércoles, sábados y domingos por la mañana.

  Era domingo, casi once de la noche.

  El sueño le estaba ganando la partida y, por supuesto, las píldoras para mantenerse despierto también habían volado por los aires junto con todo el resto de sus pertenencias.

  Se dio por vencido y, en calzoncillos como estaba, se tiró en la cama que lucía unas maravillosas sábanas gastadas casi hasta ser translúcidas.

  Se durmió en cuestión de segundos.

  De pronto, caminaba por un extenso campo. El alto hombre de piel verdosa, pelo negro y ojos verdes esmeralda, le hablaba explicándole del mismo modo que siempre: con su mente.

  “Hace mucho que no venías por acá.” “Sé que te generan temor  estos encuentros” “No debés sentir miedo, sos un Akbal, sos Noche. Debés dejar que la oscuridad te envuelva, entregarte a ella. En la oscuridad reside tu poder. Es en tus sueños nocturnos donde tu verdadera esencia existe.”

  Él sí le preguntó hablando con normalidad. Al hacerlo, su interlocutor tocó su rostro con la gema de los dedos.

-       Ya sabés que no me gustan estas conversaciones “mudas” que tenemos Diiesh. Por eso trato de que no ocurran.

  Él le respondió telepáticamente.

  “Lo siento pero ya no podés escapar a tu destino. Tenés que encontrarla…”

-        Sabés que considero un delirio estas charlas telepáticas, por lo que no te voy a hacer caso. Ni bien pueda tomarme un micro voy a irme a Bariloche y luego a Neuquén, de donde nunca debí haber salido. No pienso regresar al sur por nada del mundo. Siento que me trae mala suerte.

  El extraño hombre sonrió y sus ojos verdes resplandecieron bellamente.

  “Lo que llamás mala suerte es en realidad compromiso con lo que sucederá. No hay nada que pueda detenerlo. Serás uno de los veintiuno, sos Akbal. Ese es tu destino, esa es tu misión. Vos mismo la elegiste.”

-       Voy a despertarme aunque… antes me gustaría verla a ella…

  “¿Seguro que podrás soportarlo? La última vez te fue muy doloroso mantenerte apartado. Para ella también fue muy difícil verte partir”

-       Es cierto, pero no puedo irme sin verla. Es la que me ayuda a sobrevivir, a darle forma a mis deseos.

  Diiesh asintió con un movimiento de cabeza y volvió a hablarle telepáticamente.

  “Muy bien, Caniaiesh vendrá a ti.”

   Se sentó en la hierba aterciopelada y verde muy oscura. Esperó mirando a los dos soles que brillaban bellamente. Una brizna de aire perfumado lo hizo girar.

El enlazador de mundos ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora