C A P (6)

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La mascara reposa en el rostro del hombre, la sangre emerge de su lengua ocasionado por el filo de las hojas

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La mascara reposa en el rostro del hombre, la sangre emerge de su lengua ocasionado por el filo de las hojas. Sus movimientos no hacen más que darle esa ventaja de quedarse mutilado. Adriano le amarra unas tiras por detrás de la cabeza del hombre, para que la máscara de tortura no se salga de su cara.

—Eso les pasa a los que tienen una lengua tan suelta. —dice mirando directamente a los ojos de su víctima.

Trato de ponerme de pie, pero la mujer me empuja hacia el sillón con fuerza.

—¡Estúpida! —exclamo de dolor al percibir sus manos en mis muñecas.

—Pega tu culo en ese sillón.

—Maldita. —susurro. 

Ella no hace más que ajustar su agarre en mis muñecas. Pateo sus piernas y esta cae de cara al suelo. Intenta ponerse de pie con rapidez y golpearme, pero la voz de Adriano la detiene.

—Retírense. —les ordena, pero la mujer gruñe y yo le hago un gesto infantil como sacarle la lengua.

—Bye —pronuncio con un tono jovial. 

Miro al hombre que esta en el mismo lugar en el que estaba yo, ahora el traidor esta allí con los grilletes sobre sus muñecas. Pero sus movimientos lo matarán, la desesperación lo nubla por completo sin saber que eso puede llevarlo a la muerte.

La voz de Adriano me hace voltear y verlo a los ojos. Se acerca a mí y se inclina, coloca sus brazos en cada lado de sillón.

—Odio el hecho que te hayas colado en mi territorio, yo no pacte alianza con tu padre ni contigo. —pronuncia con fuerza.

Poso mis manos sobre su pecho e intento alejarlo, pero este me sostiene de las manos y posa una de sus manos en mi pierna, dificultando cada movimiento que intente realizar.

—¿Te sientes avergonzado por ello? —pregunto y muestro mi mejor sonrisa con aires de superioridad.

Su rostro se desvía a la curvatura de mi cuello y su respiración caliente no hace más que provocarme un temblor en el cuerpo.

El idiota conoce cada parte del cuerpo femenino, sé que intenta jugar sucio y aprovecharse de la vulnerabilidad que le otorgan mis zonas erógenas.

Su nariz choca con mi piel hasta llegar a mi mejilla, desvió mi rostro y trato de mostrarme indiferente con mis gestos hacia él. No obstante, no soy capaz de anticipar su siguiente movimiento, su mano se cierra sobre la piel de mi pierna.

Volteo y lo miro, trato de controlar mi respiración y evitar ese cosquilleo que crece en mi interior y hace que empiece a sentirme emocionada.

—¿Cuántos kilos fueron? —pregunto muy cerca a mis labios.

Yo no desciendo la mirada hacia su boca y me concentro en sus ojos felinos. Me remuevo al sentir otro leve apretón en mis piernas, pero esta vez sus manos suben y deslizan mi vestido.

La Emperatriz Del Bárbaro |+21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora