C A P (51)

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Adriano Greco:

Recorro los pasillos hasta llegar al sitio de donde proviene el bullicio, me aseguro de que mi entrada sea lo más silenciosa posible al percatarme de algunas visitas.

Los líderes de ciudades y provincias italianas del norte nos deslumbran con su presencia, sin embargo, no parece del todo bueno sus ánimos al mirar a Maylin que está ubicada en una de las sillas centrales de la mesa rectangular.

Cruzo los brazos y escucho a todos, cada palabra sin lógica alguna que empieza a salir de sus bocas comienza a hostigarme y por un momento me pregunto si tienen un poco de raciocinio y no enmarcan el género para defender sus posturas.

Ven a las mujeres como si fueran el mismo demonio, aunque Maylin no parece estar tan lejos de ocupar esa palabra, su carácter tan firme y la personalidad que carga horroriza a los hombres presentes que parecen temblar con solo mirarla, pero aun así se arman de valor para desprestigiarla.

―Estás yendo en contra las normas, eres la primera que ocupa un cargo elevado como ese, pero no estás haciendo lo suficiente para representarnos, no cabe duda de que, si Adriano tenía pensado en dejar ese título a una puta, la mejor de las opciones hubiera sido Sherry.

Sonrío ante ese comentario, aprieto las manos mientras camino hacia él, las miradas de los otros líderes se posan en mí haciendo que el hombre que insultó a Maylin se congele por completo.

―Tienes la lengua demasiado suelta, me pregunto si Wǎnshàng tiene hambre... Aunque es evidente que no come mierda ―digo y desvío la mirada hacia la pantera que está en espera de cualquier asalto contra su madre.

Mis manos se encierran en su cabello y estampo la cabeza en la mesa de madera, lo hago con tal fuerza que se cuartea, el sonido de las respiraciones de los seis sujetos al frente se desestabilizan y la mirada de Maylin no muestra ápice de miedo cuando todos en la sala lo están, me ve a los ojos. 

―Esto no es roble ―espeto al distinguir que la mesa está agrietada y me zafo del cuerpo del sujeto, mis manos se manchan de sangre y pronto percibo el olor a miedo.

Andreas ingresa a la oficina acompañada de Tiaret que trae documentos.

―Los clubes en donde se encargan de crear sus estupefacientes van a dejar de ser suyo ―anuncia Maylin, se para ir a entregarle con amabilidad el documento.

Ella juguetea con la daga entre sus dedos y eso es acción suficiente para que las seis personas no solo me tengan miedo, aunque su actitud demuestre una sensación de tranquilidad.

― ¿Por qué? ―preguntan ―, hemos venido haciendo un trabajo extraordinario en relación de la mejor mercancía que exportamos a otros países, generamos un gran porcentaje a sus bolsillos.

―Y también pierden demasiado ―refuto ―, muchas veces la policía ha detenido grandes camiones con toneladas de mercancía para luego llenarse los bolsillos, ustedes manejan soplones en sus equipos y tendríamos más billetes en nuestra cartera sino arruinaran los negocios.

Uno se pone de pie.

―Esto no puede quedarse así, tal vez nosotros el día de hoy cedamos nuestros negocios importantes, por el tema de que somos pequeños para luchar, pero mientras más nos unamos no permitiremos una tiranía como la de ustedes.

Maylin se acerca a él, haciendo que se siente de inmediato.

―No has escuchado todo aún, pero ya abriste la boca de idiota que te manejas ―despotrica Maylin ante el sujeto que parece no haberse quedado contento con la golpiza que se llevó contra la mesa.

― ¿Qué nos depara? ―murmura uno con valentía sin despegar la mirada de los ojos de Maylin.

―Ustedes seguirán creando los estupefacientes y alrededor del ochenta por ciento será para nosotros, además de que nos encargaremos de realizar el transporte con seguridad sin tener que perder un kilo de éxtasis ―acota Maylin poniendo las manos sobre la mesa.

La Emperatriz Del Bárbaro |+21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora