Adriano Greco
La sensibilidad de mi mujer embarazada traspasa todas las fronteras de su coraza impenetrable.
Le pasó toallitas para que se limpie el rostro, apenas y toca sus mejillas para borrarse la tinta de su maquillaje corrido. Ya no queda rastro de un prolijo delineado con brillo por aquí y allá, solo hay restos borrosos en toda su cara, sostengo su mentón para voltear su cabeza y el manotazo no tarda en llegar por interferir en su llanto sin sentido.
—Se quedó sin su pata... —habla en voz baja para no romper a llorar — ya no podrá caminar y los depredadores...
Sonrió por dentro al ver como cierra la boca imitando que se están devorando al animal de la película.
Su simulación de mordiscos se escucha tierno, dibujo una sonrisa, pero debo voltear la cara en otra dirección porque no suele hacerle gracia que la moleste por ello.
Maylin detesta que la imite, antes podría haberme lanzado unos de sus cuchillos como advertencia, ahora no lo hace, prefiere mirarme con esos ojos grises que podrían penetrar mi alma y para calmar ese aspecto he descubierto que darle de comer ayuda mucho, bueno en ella siempre eso ha funcionado, el embarazo es un plus fuerte.
Las luces se prenden de la sala de cine y aprovecho el algarabío de la situación para limpiarle la cara a Maylin que se muestra dócil, se queda sin una pizca de Maquillaje, pero aún se le ve angelical.
Me aguanto la sonrisa al verla con un vestido con el estilo de los ochenta, es de color negro y tiene varios círculos blancos de diferente tamaño, sin olvidarnos de sus accesorios: una banda negra del mismo juego que la prenda que viste acompañada de una cartera de lentejuelas grises.
Maylin es una de las embarazadas más versátiles a la hora de vestirse, no tiene un estilo definido en esta etapa de su vida, un día puede estar con una camiseta ancha y holgado con unos pantalones de dormir y al otro como si estuviera en una pasarela, por ende, fluye sin detenerse a escuchar opiniones de las madres rigurosas de la ciudad.
—Toca —me topa por sorpresa su acción de sostener mi mano y llevarlo de inmediato a su vientre abultado que patea sin descanso a tal punto que los ojos de Maylin se cristalizan por el dolor —, ¿Sientes eso?
Asiento ante eso porque los movimientos no tienen descanso alguno.
—Tus hijos tienen hambre —confiesa moviendo su pequeña cartera con lentejuelas grises que destellan su luz al agitarse.
Hace una mueca al pasar su mano por su vientre y me da una de esas miradas tiernas para ablandar cualquier corazón.
—¿Qué deseas comer? —pregunto y ella emite un sonido de sorpresa por mi indagación y tengo que hacer una recopilación de las comidas que menciono en la mañana —. ¿Tallarines? El restaurante a estas horas debe estar cerrado, pero le pagaré el triple para que haga lo que tú quieras comer.
Frunce la nariz disgustada ante esa respuesta.
—Dijiste que ese restaurante era tu favorito.
Inclina la cabeza a un lado mirando con el mismo gesto de disgusto.
—Recuerdo habértelo dicho a las ocho de la mañana —dice con las manos puestas en la cintura y mueve la cabeza disgustada.
Debo hacer una pausa para recordar todo lo que hice a esa hora.
Analizar cada cosa, paso por paso.
Maylin traía un camisón blanco de algodón con un lazo en el medio y me lo mostraba con una sonrisa en el rostro porque era un diseño creado para ella por la costurera de la ciudad que la llamo su musa, luego de eso mencionó muchas comidas que deseaba comer en el transcurso de la semana, aunque no recuerdo una en específico que anhelará, sin embargo, dijo que yo debía ser el que lo preparará.
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La Emperatriz Del Bárbaro |+21
ActionCompulsivos, iracundos, desafiantes y efusivos. Bandos totalmente distintos: Un líder sangriento de la mafia italiana y una joven destinada a ser la heredera de la mafia china. Son enemigos en todas sus letras, la tríada y la mafia italiana nunca h...