C A P (13)

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Maylin Xing:

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Maylin Xing:

Se sumerge entre mis piernas y se adentra aún más. La leve presión de su lívido choca contra mi pierna derecha. Sus manos se encierran en mi cuello y su respiración inunda esa parte. Me olfatea como si fuese un perro.

Su mano derecha sube por mi pierna, llega hasta mi cadera. Yo reacciono después de unos minutos. Me deslizo por la mesa y llevo las manos hacia tras. Le doy más oportunidad de ingresar entre mis piernas y él no tarda en tomar esa ventaja.

Él coge un pedazo de carne agridulce y lo pasa por mis piernas. Su mirada se torna más caótica y caliente.

Me reprocho mentalmente por sentir y querer. No es normal que sienta atracción por mi maldito secuestrador. Ni siquiera su jodida belleza o su billetera infinita de euros debe convencerme.

"Síndrome de Estocolmo"

Me deslizo aún más. Mis pechos se elevan y la mirada de Adriano se encuentra entretenida por ello. Él se encarga de bañarme con la maldita salsa agridulce en el cuerpo. El toque de sus dedos hace que mi centro sienta demasiado ansías de su jodida boca. Estoy húmeda.

Él me mira detenidamente. Pareciera que quiere mi permiso. Pero al verme accesible ante su tacto y un jodido «Sí», vuelve al ruedo. Desliza su lengua por la salsa. Sus dientes hacen contacto con mi piel. Mis piernas lo rodean y lo atraen más.

Muerdos mis labios con fuerza para callar. Mi cuerpo lo desea, pero mi mente lo repudia por privarme de mi libertad.

Rompe la camisa que llevo puesta y los botones brincan. Su pulgar acaricia mi pezón y su boca se encierra en mi seno. No rompe el contacto con mi otro pezón y acaricia con el mismo fervor.

Su entretenimiento con mi cuerpo es suficiente para coger el florero que está en el medio de la mesa. Intento estallar el objeto en su cabeza, pero él se da cuenta. Arroja el florero al piso. Me coge del brazo sin tacto y me gira. Mi trasero choca con su maldito miembro que sobresale de su pantalón.

Accedí hace unos minutos, pero al verlo tan entretenido, pensé que podría aprovechar la ocasión de desmayarlo.

—¿Crees qué no te he visto? —dice con voz ronca y grave.

Como castigo, sujeta mis muñecas con solo una de sus grandes manos. Desliza lo sobrante de la camisa y lo arroja.

—¿Tengo cara de ser una prostituta personal? —digo entre malditos jadeos

—Por lo que veo y escucho, accediste a serlo.

No tengo posibilidad de moverme. Intento salirme del agarre, pero los malditos espasmos no me dejan hacer las cosas bien.

—Cierra la boca. —dice y me vuelve a jalar.

Me baja de la mesa para someterme. Mis rodillas chocan contra el piso. Su sonrisa es malévola.

La Emperatriz Del Bárbaro |+21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora