C A P (11)

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 ADVERTENCIA:

Capítulo con escenas de violencia y agresión. 

Adriano Greco:

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Adriano Greco:

Al llegar a casa, después de una breve visita al hospital, subo los escalones con lentitud y deslizo las manos por mis piernas. Saco la navaja de mi bolsillo trasero y lo empuño. La puerta de mi despacho esta ligeramente abierta, al ingresar lo hago de manera silenciosa.

Leandro esta de espaldas tomando una copa de vino con tal desfachatez. Lo empujo y sostengo su mano, le hago retroceder y lo acorralo en la pared, incrusto la navaja en la palma de su mano y no lo suelto hasta que se queda incrustado.

Su grito no hace más que incentivarme a golpearlo en la entrepierna y dejarlo en el piso. Escupo hacia su dirección y piso sus dedos.

—¡Eres un hijo de puta! —pateo nuevamente su abdomen y no me detengo hasta ver que sale sangre de su boca.

Me pongo de cuclillas frente a Leandro y cojo su cabello tirándolo hacia atrás.

—¡Pusiste a esa gente de mierda en el cuarto de mi presa! —exclamo y coloco mi pie sobre su cabeza.

—¿Por qué tanta preocupación? —pregunta con la voz temblorosa y botando sangre de su boca.

—No es tu asunto. —respondo y dirijo la mirada hacia la fotografía de mi hermana que reposa en la mesa.

Coloco la fotografía en su cara y tiro nuevamente de su cabello, mostrando a Michelle.

—¡Esos hijos de puta, cuidaban a mi hermana! ¡Por qué tú los pusiste! —suelto su cabeza y me limpio las manos en mis pantalones.

La rabia corre por mis venas, pero me apego a mi poca cordura que queda. No puedo matarlo, esto no se trata de temas de respeto, porque este hijo de puta lo ha perdido hace tiempo, pero aún queda algo que me une al desgraciado.

—¡Ponte de pie! ¡Ve y busca a sus mujeres! —exclamo y él niega.

—No lo hagas, Adriano. Ellas controlan el negocio de los prostíbulos y administran todo.

Sonrío con ironía.

«Y aún así me han traicionado»

—Tenían todo, pero querían saciar sus bajos instintos en mi presa. —me acerco a él y choco mi frente con la suya. —¡Sueno posesivo, claro que sí! ¡Es mía y nadie mas que yo puede tocarla! —exclamo con fiereza.

Hago caso omiso a todas sus malditas reglas que imponía sobre las mujeres: «Ellas pueden hacer pecar y debilitar a una gran roca»

«No intentes detener el castigo que se le imputa al poner un hombre entre sus piernas»

La Emperatriz Del Bárbaro |+21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora