C A P (29)

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Adriano Greco:

Los ánimos de Andreas desaparecen al verme llegar. Mi primo se acerca con lentitud y extiende su mano para darme un folder.

—Su padre despertó. —dice con un tono áspero.

La confesión me deja paralizado por unos breves momentos.

—Maylin no desea saber nada más de su padre. —le digo mirándolo de reojo.

Arrojo el folder al piso, pero él lo recoge. 

—¿Cómo qué no? —pregunta Andreas.

» Realmente luce confundido, pero no puedo darle todos los detalles del mundo, solo una brevedad de palabras es lo más fácil.

—Le conté sobre el estado de coma de su padre y a ella no le intereso en lo absoluto. No he visto ni una pizca de dolor en su mirada. No quiere regresar, no es mi problema sino quiere hacerlo.

Andreas interviene en mi camino cuando escucha mi confesión.

—Ella debería irse, ¿Por qué sigues protegiéndola? ¿Sabes que eso podría afectarnos?

Encierro los dedos sobre su mejilla, pero Andreas se niega a ese toque y se retira con brusquedad.

—No digo que vuelva a china. Solo que no debe quedarse en Italia, no estamos en posición de pelear una guerra que no es nuestra, los Radovich podrían abandonarnos y dejarnos en la intemperie si se enteran de que la protegemos.

—Silencio... —aprieto los dientes con fuerza.

Andreas tiene una postura firme y se niega a parar. Me detengo a escucharlo y no puedo evitar rodearme de muchos pensamientos.

» Ver a Andreas en esta posición si que es nuevo, yo siempre he sido el que lo ha corregido sobre sus acciones torpes.

—¡El vínculo entre ustedes no debe seguir, córtalo de una vez por todas! —exclama con demasiado enojo.

Suelto un largo suspiro.

—Detente. —espeto e intento controlar el tono de mi voz para no empezar a soltar improperios sin parar.

Le hago un gesto de que se aparte del camino, termina haciendo caso, sin embargo, opta por usar sus berrinches y vuelve a interponerse en mi trayecto.

Mis manos sienten ese leve hormigueo, pero trato de controlar mis acciones contra mi familiar más allegado sumergiendo mis manos en los bolsillos de mis pantalones. Vuelvo a coger un poco de aire y me libero de esos turbulentos pensamientos.

» Nunca debes golpear a tu familia, Adriano. —suele pronunciar mi madre siempre que Andreas hace algo inapropiado que lograr inquietarme por completo hasta el punto de sacarme de quicio. Aunque, no siempre suelo seguir esa regla familiar.

—¡Ya es hora de que asumas tu puesto! ¡Debes casarte, maldita sea! —pronuncia con demasiado enojo al punto en el que su rostro adquiere ese color rojo intenso y las venas de su cuello se marcan.

La palma de mi mano se dirige hacia su mejilla, ese golpe logra desestabilizarlo al punto en el que tropieza y cae al suelo.

—¡Eres un maldito perro lastimero! —le digo.

Veo la silueta de Tiaret caminar hacia nosotros con lentitud, se asombra al ver a Andreas en el suelo y de inmediato intenta ayudarlo para que se ponga de pie, pero la terquedad de Andreas es mayor y se levanta solo.

—¿Perro, dices? —su pregunta irónica destila el enojo, sin embargo, se aferra a su poca cordura para no responder con un golpe igual al que le di.

La Emperatriz Del Bárbaro |+21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora