La Emperatriz Del Bárbaro |+21

C A P (17)

Maylin Xing:

—Está aquí presente. Maylin Xing: es mi mujer, señora, dueña y patrona de este hombre. —las quijadas de los esposos parecen por poco barrer el piso por la respuesta de Adriano.

Mi mente vuelve a repetir lo que este a dicho y recién logro entender. Mi inteligencia se ha marchado en estos días que no logro entender muchas cosas, pero esto ya está fuera del límite. «¿Qué carajos pasa?»

—¿Por qué no nos dijiste que era tu novia?

—Porque no preguntaron. Pero como vieron hasta ya tendremos un bebé. —dice Adriano posando su mano sobre mi estómago y me da ganas de vomitar al pensarlo.

Un hijo es lo que menos deseo ahora, no quiero uno. No después de haber pasado horas tras horas mirando en un asqueroso televisor como las mujeres daban a luz.

—¿Tendrán un hijo? —preguntan y yo quiero negar, pero estoy estática y muda, ninguna palabra abandona mi boca para desistir de esa mentira.

—Tendremos un hijo. Y mira el lado bueno, ¿Se imaginan el poder del neonato? Tendrá una madre que está a punto de ser líder de la tríada y un padre que, si bien no tiene todo Italia en sus manos, manejo de manera correcta los países bajos.

—Eso sería un error. —mencionan con un gesto desagradable.

—¿Error? Así llaman a nuestro hijo que aún no nace. En el momento que ese niño nazca arrasará con todo porque seremos sus padres y haremos que barra al mundo si es posible.

—Hablas como si nosotros no estuviéramos preparados para afrontar lo que ese niño podría causar.

La verdad es que su pleito me da curiosidad, Adriano tiene razón. Si bien el idiota no tiene todo Italia en su poder, tiene como recurso fundamental los países bajos.

—No insultes a mi pequeño o a mi hija. Podría escuchar todo y cuando nazca gritaría sus nombres en vez de llorar. —dice Adriano con un ligero tono de sarcasmo.

Esta arrodillado con la cabeza pegada a mi estomago como si un feto estuviera dentro de mí cuando lo único que hay son ganas de comer pollo frito con tallarín.

El show que arma ese idiota sí que es entretenido hasta me anima a jugar con él.

—Nuestro pequeño será un lindo varoncito, tan grande y fuerte como su padre. —digo e intento no reír en el proceso. —O una preciosa niña, inteligente y astuta como su madre.

—Claro que sí, cachorrita. —dice Adriano y guiña el ojo.

—Ustedes están mal, ese niño ni siquiera debería nacer.

Llevo una mano a mi estómago y finjo dolor.

—Mira cómo me duele su desprecio. —finjo que me da un dolor intenso.

—No debería hablar de esa manera, señor. —Adriano lo mira y parece escanearlo rápidamente. —Usted vivirá unos veinte años más si su Dios se lo permite ¿Adivine quien estará adulto?

Sobo mi vientre y susurro «Nuestro hijo»

—Su comentario suena como una amenaza. O no es una amenaza, solo te estaba explicando algunos pequeños detalles de lo que tendría nuestro heredero. La verdad es que salte en un pie cuando me enteré de la noticia.

Miro a Adriano y asiento.

—¡Oh si! Salto de alegría al saberlo.

Los esposos Radovich nos observan con extrañeza como si estuviéramos realmente locos. Pero creo que no están en lo incorrecto, ya que si lo somos. Yo me creería todo el show que estamos haciendo.