CAPITULO 32 ESTO NO ME ESTÁ PASANDO A MI:

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DAMARIS EN MULTIMEDIA

DISFRUTEN.

OS QUIERO.

***

Semanas después...

—Así que cinco minutos más y te desnuda y hace llegar al orgasmo—rió al otro lado de la línea.

—Creo que habrían sido menos de cinco minutos—me uní a sus risas—sinceramente, All. No sé cómo seguirme controlando con ese hombre. Se está metiendo en cada parte de mi piel—

— ¿Por qué te controlas entonces? Déjate llevar, hermana. Mereces ser feliz—abrí la puerta del copiloto para meter el bolso.

Había terminado un día largo de trabajo, con muchas reuniones y nuevos proyectos para cuando el de Aless terminara. Y era momento de ir a casa.

Habían pasado como dos semanas desde el incidente en el hotel, en que Alessandro y yo casi sucumbimos a la pasión, y desde entonces hablábamos muy poco. Ambos ocupados con el trabajo. Salimos solo otro fin de semana al jardín botánico, pasando una tarde estupenda. Pero eso era todo.


FLASHBACK:

Llegamos a las dos de la tarde, y hacía un día precioso. Algunas familias tambien buscaban un lugar tranquilo para sentarse y disfrutar del día. Otros, bajo la sombra de los árboles, leían un buen libro. Descargué la cesta de mimbre que había encargado a una tienda, donde te preparaban la comida para un día de campo, según tus gustos. Le ayudé a Aless a extender la manta en el suelo, en un sitio estratégico, con solecito, pero al mismo tiempo con un poco de sombra. O nos quemaríamos como un par de camarones.

Al final nos sentamos en ella, dejando que el día transcurriera con tranquilidad.

—Definitivamente quieres que yo deje de trabajar—apoyé las manos hacia atrás en el suelo, con mis pies cruzados en posición de loto.

—No. Quiero que te tomes tiempo para ti. Que es diferente. Trabajas demasiado, Alejandra—

—Me gusta ser organizada con mis cosas, es todo—fisgoneó en la cesta— ¿empacaron cosas ricas?—afirmó con una sonrisa.

—Tengo un plan—buscó algo en su bolsillo y sacó un pañuelo limpio—nos cubrimos los ojos por turnos y el otro le da a probar de lo que empacaron y que adivine lo que es—me senté derecha.

—No es mala idea. ¿Quién empieza?—

—Tu—afirmé, sujetándome el cabello suelto, mientras él me ponía su pañuelo.

— ¿Sabes? Tener en la cara un pañuelo con tus mocos no era mi plan de fin de semana—reí.

—No tienen mocos. Están sin usar. Además, siendo todavía mi esposa, no deberían molestarte mis mocos—hice un gesto de asco.

—No importa si todavía soy tu esposa. Hay límites. Si se me metiera uno al ojo no sería divertido—comenzó a reír.

—Ahora si estás siendo desagradable, Alejandra—me uní a sus risas.

Vaya tema habíamos escogido para nuestra casi tercera cita.

— ¿Está apretado?—negué, cerrando los ojos, para que no me molestara el pañuelo— ¿Cuántos dedos ves?—

—Ninguno, Einstein. Veo solo blanco—

—Bien—lo escuché rebuscar en la cesta, sonando frascos de vidrio y paquetes.

MARIDO POR ENCARGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora