CAPITULO 36 CARTAGENA DE INDIAS:

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Dos días después a las once de la mañana, el avión estaba aterrizando en el Aeropuerto Internacional Rafael Núñez, de la ciudad de Cartagena de Indias, con un clima maravilloso y yo lista para disfrutarme estos días de descanso por el proyecto. Aless a mi lado, sonreía, mientras yo miraba por la ventanilla. Lo miré.

—Hemos llegado—

Como costumbre en cada vuelo aquí en Colombia, los pasajeros aplaudieron porque llegamos sanos y salvos y porque según todos, el piloto lo había hecho excelente. Nos soltamos los cinturones por orden de la azafata de primera clase y tomamos los bolsos pequeños para salir. Esperaríamos las maletas en la sala de llegadas. Bajamos del avión cuando fue nuestro turno y sentí de inmediato el cambio de clima. El calor y el olor a mar entrando por mis fosas nasales.

— ¿Ya conocías Cartagena de Indias?—afirmé, andando agarrada de su mano.

—Hace diez años vine con mis padres—

—Está muy cambiado entonces desde que viniste—seguimos el caminito de la entrada de vuelos nacionales y aguardamos las maletas para irnos.

—Entonces... ¿nos hospedamos dónde?—comenzó a reír.

— ¿Dónde más va a ser, Alejandra? Serás la primera huésped del hotel C&M ya están reservadas las dos suites. Una para ti y una para mí—sonreí.

—Será todo un honor—me estrechó en brazos.

—Afuera nos espera un auto contratado del hotel, reservado para los socios o empleados de mi empresa. Tú eres mi invitada, así que te vas conmigo—

Me ayudó a organizar mi maleta para que yo la arrastrara, el llevando la suya y emprendimos la salida a donde el coche nos esperaba.

Habían pasado dos días y todo estaba listo. Según Aless mañana era la inauguración y los demás socios llegarían en el transcurso de hoy y mañana. Paula y su padre incluidos, lastimosamente. Hoy sería solo día para acoplarnos y conocer. Los pendones y algunos de los volantes llegarían esta tarde y todo estaría listo para mañana.

— ¿Qué será lo primero de hoy?—le pregunté cuando ya estuvimos en el auto y el chofer hubo saludado a su jefe.

—Nos instalaremos en el hotel, iremos a almorzar, te enseñaré el hotel y más tarde podríamos entrar al mar—comencé a reírme.

—Sigue soñando—me miró serio.

— ¿Por qué no?—negué.

— ¿Bromeas? El mar es como una piscina gigante. ¿Quieres que me ahogue pero en duplicado?—ahora el que rió fue el.

—No te va a pasar nada, Alejandra. En algún momento tendrás que irle perdiendo el miedo al agua. Pareces un gatito—

—En algún momento le perderé el miedo, pero después de estar mucho en una piscina infantil. No en pleno mar—protesté.

—Estarás en la orilla. No entraremos a lo hondo. Siempre vamos a estar juntos. No dejaré que te ahogues—negué de nuevo— ¿entonces qué harás cuando vayamos a las Islas del Rosario, en lancha, por lo profundo del mar, donde pueden haber tiburones?—

— ¡¿Las islas que?! Querido, no estás ni tibio. No voy a ir—

—Alejandra, no seas cobarde. Vas a estar bien—volví a mover la cabeza de forma negativa—si no vas conmigo, entonces tendré que invitar a Paula—comencé a reír.

—Meterte por mi lado celoso es jugar sucio, Alessandro Castelli—sonrió socarrón.

—Si me obligas a ello lo haré—

MARIDO POR ENCARGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora