Capítulo 18

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Adolescencia

La felicidad es tan efímera.

Durante una pelea contra una maldición que ya estaba sometida por los de tercero en una prueba.
El celular de Yuuji sonó, al estar en una banca sin hacer nada decidió tomar la llamada, ya que, su turno ya pasó, su equipo ganó en una batalla contra una maldición de clasificación tres.

Al contestar escucho la voz vacilante de su hermano, no se escuchaba muy bien, divagó durante unos minutos hasta que por fin le soltó la bomba.

– Yuuji, no quiero que te vayas a alterar – Aviso, dudando si seguir, temía la reacción de su pequeño hermano – el abuelo... Él, acaba de morir.

Esas palabras le dieron un golpe directo a su corazón, su pecho se contrajo. Se quedó callado por varios minutos, asimilando la situación y las palabras.
Su rostro era serio, su respiración no era normal, sentía que se desmayaría en cualquier momento.
Miró todo a su alrededor, buscando alguna explicación, sus manos temblando del enojo, tristeza y otras emociones juntas. Apenas ayer lo vio, y estaba bien, no comprendía qué pasó.
Su cuerpo perdía fuerza, su hermano lo llamaba, pero su voz no salía.

Volteo a ver a Megumi, toco su mano llamado su atención, el chico lo miro — Debo irme... — fue todo lo que le dijo, su mente estaba perdida, no comprendía lo que pasaba a su alrededor. Se levantó y se marcho corriendo del lugar.

Corrió con todas sus fuerzas, el aliento salía de su boca, sus piernas se movían mecánicamente y su pecho le recordaba el dolor. Estuvo a punto de ser atropellado tres veces al cruzar sin precaución, su mente estaba en blanco, sin saber diferenciar la realidad. Siguió corriendo aún cuando su cuerpo quería derrumbarse.

Al llegar al hospital, entro buscando a su hermano por todos los pasillos como un loco. Al encontrarlo,
Shoso lo veía con un rostro triste, que le decía todo lo que sentía, sin poderlo evitar se lanzo a sus brazos y por fin lloró lo que estuvo reteniendo durante mucho tiempo.

– ¡No, no, no, no..! – Yuuji no quería aceptarlo, se negaba a esa idea – ¡Por favor, dime que no esta muerto! ¡Él, no, por favor! – no podía dejar de llorar y apretar sus manos con la ropa de su hermano entre ellas. Sus piernas fallaron y terminó sentado en el suelo.

Shoso intento no llorar, pero falló, el ver a su hermano mal le llego a lo más profundo del alma. Notar su fragilidad era agobiante, pues en cualquier momento se puede hundir en la más profunda miseria.

Sus padres por fin aparecieron y sus otros hermanos también.
Todos con un rostro triste, preocupados por el menor, el abuelo era su soporte al igual que Shoso. No obedecía a nadie que no fuera ellos dos.

El silencio era abrumador, nadie quería romper el ambiente incómodo. Yuuji había dejado de llorar, pero seguía en los brazos de su hermano, no deseaba ver a su familia, si es qué podía llamarlos así, excepto Kechizu.
Sus ojos estaban hinchados por el llanto.

Cuando el personal médico los llevo a donde debían incinerar el cuerpo, el silencio seguía siendo pesado.
Todos se despidieron por separado.
Yuuji intento no llorar frente al cuerpo de su abuelo, no quería mostrarse débil, aunque no podía verlo.

Junto los restos y los metió en una urna.

Caminó hacia el exterior, su mente recordaba todas las cosas que vivió con él. De todos, quitando a Shoso, lo amaba, lo escuchaba, lo esperaba con una sonrisa cada día, le hablaba y lo aceptaba, ahora no tenía nada de eso.

Su abuelo siempre estuvo ahí para él, cuando sus padres nunca estuvieron.

Se sentía tan perdido, una parte de su alma se la arrebataron. No podía culpar a nadie de un hecho meramente natural, lo sabe, pero, eso no quita la necesidad de buscar un culpable.

Sus padres se dignan a intentar abrazarlo, por supuesto que el menor se hizo hacia atrás. No quería la compasión de ellos, de nadie, no les mostraría su desdicha, prefería morirse antes de verse nuevamente débil.

Siguió su camino, sus manos apretando la urna. No podía seguir ahí, necesitaba volver a su hogar, Shoso lo entendió, y lo llevo de regreso a su hogar, dejando a todos atrás.
Para Yuuji, podían irse a seguir con sus vidas, no los necesitaba.

Al llegar a casa encontró a Megumi en la puerta de su casa junto con Nobara y Tsumiki, los tres lo estaban esperando en el patio. Notaron la urna y comprendieron la situación actual de Yuuji.
Ingresaron a la casa con el permiso de los dueños. El chico de pelo rosa dejo en una mesa la urna y se sentó en el sofá, no sin antes dejar que sus amigos lo hicieran primero.

– ¿Ese era tu abuelo? – pregunto Megumi, viendo la foto de aquel hombre mayor que se parecía a su amigo.

Yuuji miró la foto, también perdiéndose en la imagen – Sí... Era un hombre bueno... Un poco cascarrabias, pero era muy bueno – susurro, su voz estaba un poco ronca por haber llorado.

– Lo amaste hasta el final, debía ser dichoso por tenerte – volvió a hablar el chico de pelo negro y dueño de los dos lobos, el oscuro y el blanco, que estaban en la sala recargados en Yuuji.

Yuuji abrazo a los dos lobos y escondió su rostro en el suave pelaje. Trato de contestar, pero terminó llorando de nuevo. No podía fingir que no le dolía, su pecho subía y bajaba con fuerza.

Por más fuerte que quería ser siempre algo lo hacia sentirse tan miserable, como si a la vida le gustara ver su sufrimiento. Cada vez perdía algo.

Sus amigos lo dejaron llorar todo lo que quisiera, conocían a su amigo, odiaba llorar y mostrar debilidad. Se quedaron callados, bebiendo las bebidas que Shoso les llevo. Los cuatro sentados en silencio, reflexionando sobre la vida y Yuuji llorando. Lo mejor que podían hacer por él era acompañarlo y no decir nada, solamente quedarse a su lado.

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Flores Amarillas // SukuItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora