Capítulo 24

334 62 14
                                    

Adolescencia

Reflexionar es lo que más está haciendo Yuuji.
Después de su intento de suicidio, lograrlo y fallar, conocer y ser arrastrado por una maldición de grado especial, Sukuna. No ha hecho otra cosa que pensar en sus posibilidades de vida. Por un lado podía intentar escapar e ir a la escuela de magia o la otra es obedecer a Sukuna haciendo lo que dijo y esperar que después lo mate.
Era una decisión difícil, sin embargo, obedecer las ordenes de otros nunca ha sido su fuerte.

Ya había estado unas dos semanas con Sukuna, viendo como mataba a unas cuantas personas, no inocentes de crímenes, pero eran personas al final. Verlo comer cuerpos humanos tampoco ayudaba a que se sintiera mejor, no podía soportar ver la escena, por eso miraba a otro lado o se iba un poco lejos. Aunque no tanto, pues siempre era vigilado por otra maldición llamado Uraume, esa maldición no le había dirigido la palabra desde que se vieron.

Yuuji daba vueltas por todo ese templo viejo, viendo las habitaciones, los adornos y las personas que llegaban a orar. Las personas no los notaban, ya que, Sukuna ocultaba la presencia de todos. Tanto era el poder de Sukuna, que ni estando en un templo sagrado le hacia efecto, según él, porque era el rey de las maldiciones y era el más fuerte, aún sin su cuerpo humano restaurado al 100 %.
Siguió caminando por los pasillos, estaba hartó de estar encerrado, llevaba días viendo lo mismo. Se asomó por la ventana, era medio día,
Sukuna había salido y lo estaban cuidando Uraume y otras tres maldiciones.

Pero esas cuatro maldiciones estaban un poco ocupados haciendo abundante comida, Sukuna disfrutaba de comer. Y Uraume era buen cocinero, quizás por eso el rey de las maldiciones le permitía seguirlo. Un puchero apareció en los labios del menor de pelo rosa, agitó la cabeza y vio como había unas cuantas personas llegando al templo, las maldiciones estaban ocupadas. Si corría podría llegar a la escuela, esos chicos podían ser una distracción, no quería usarlos como carnadas, pero, tampoco deseaba quedarse ahí hasta quién sabe cuánto.

Sin pensarlo más, Yuuji salió por la ventana y corrió a toda velocidad directo a los chicos, pasando aún lado de ellos, aquellos jóvenes lo miraron asombrados. Yuuji siguió corriendo todo lo que podía, su velocidad y resistencia eran increíbles. Se sentía libre por fin, al sentir el viento golpear su rostro.

Cada vez veía más cerca la escuela, ya debía ser la hora del descanso, si seguía a la misma velocidad llegaría pronto. Sonrió al lograr subir la montaña por las escaleras, pero antes de lograr llegar hasta arriba, sintió su brazo siendo tomado por una mano fría que poseía unas garras.

Yuuji pego un brinco al ser jalado por Sukuna, que lo miraba con una sonrisa burlona, riéndose de su intento de huir – Itadori Yuuji, ¿Crees que puedes huir así cómo si nada? – puso su otra mano en el cuello del menor apretando el agarre – que plan más estúpido.

El menor sentía dolor, su respiración se estaba entre cortando. Intento darle un golpe, pero Sukuna lo detuvo – Suel, ¡suéltame! ¡Imbécil!

– Deja lo pienso. No – Sukuna acercó su rostro al del niño, que se retorcía con fuerza. Sin dejarlo intentar algo más, acercó sus labios pegandolos con los de Yuuji. Lo besó.

El menor quiso empujarlo con todas sus fuerzas, poniendo sus manos sobre el pecho fornido. Mas no pudo, la maldición era más fuerte que el adolescente. Yuuji cerró sus ojos, los labios contrarios se estaban presionando con fuerza a su boca. Intento abrir la boca para tratar de gritar, pero Sukuna aprovecho para hacer más profundo el beso.
Yuuji sentía como Sukuna lo besaba con una habilidad impresionante, su voluntad se estaba doblegando, queriendo dejarse llevar. 
Sukuna era muchas cosas horribles, pero en todo el tiempo que estuvo junto a él, nunca lo toco u obligo a matar ni a comer carne humana, de hecho pedía que le buscaran comida para él, siempre alejando a otras maldiciones que querían hacerle algo.
Por un momento dudo, y dejo que la maldición siguiera besándolo, disminuyó su resistencia. Su beso era tan diferente, tan caliente y lujurioso, que sentía su cuerpo arder, tenía tanta experiencia que se notaba. El beso se hizo más sucio y los ruidos de sus labios chocar era excitante. 

Flores Amarillas // SukuItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora