Capítulo 23

358 63 10
                                    

Adolescencia

La cálida brisa rozaba su rostro. Las hojas de los árboles se meneaba despacio. El silencio era roto por las pisadas sobre hojas secas de cierto joven de pelo rosa. Algunos bichos hacían un poco de ruido. El clima era un poco más frío, sin embargo, no llovió.
Solo escuchaba su propia respiración cansada, le había costado mucho llegar a aquel famoso bosque. Y no precisamente era conocido por ser un lugar muy bonito, lo era, pero muchos miraban aquel lugar con miedo y morbo.

Siguió caminando, escuchando a los animales hacer ruido huyendo de él. Leyó el letrero que estaba en la entrada del bosque, lo ignoró y siguió entrando, continuó por aquel camino oscuro con cuidado de no chocar con un árbol. Llego a un punto muy alejado de la entrada y se saltó aquella cuerda de seguridad que impedía el paso.

Se interno más y más al bosque. Ya no reconocía por dónde venía. Se encontró con algunos listones en el suelo, cuerdas atadas a los árboles, quizás, para volver. Él no lo hizo, pues no pensaba regresar.

Una vez que sintió que estaba muy adentro del aquel lugar frondoso. Se sentó en la raíz de un árbol, recargando su espalda en el tronco de ella. Sacó de su mochila una botella de alcohol barato y dio varios tragos. Necesitaba valor.
Prendió su celular y miró las fotos que estaban guardadas en su galería, cada una de esas fotos lo hacían sentirse muy emocional, pues recordaba los momentos que había vivido, ya sea buenos o malos.
Por última vez, dejo salir las lágrimas que rodaban por sus mejillas, mojando todo a su paso hasta caer al pantalón. Apago su celular, quedándose a oscuras.

– Mamá, papá, hermanos... – siguió llorando, el miedo de dejarlos era muy grande – Nobara, Megumi, Tsumiki, Perdón...

De su mochila sacó un cuchillo grande que había comprado hace días atrás. Respiró profundo una y otra vez, su corazón estaba latiendo tan fuerte, tenía muchos nervios, sus manos estaban heladas. Apretó con fuerza el arma, lo apunto directo a su corazón.

Una, dos, tres, cuatro veces respiro profundo, tratando de tranquilizarse. Cerró despacio sus ojos, tomó impulso levantando el cuchillo y sin esperar más, con fuerza enterró el cuchillo. Sintió un dolor punzante y vio la sangre salir.

Silencio, era todo lo que escuchó, sus pensamientos pararon, su sangre era cálida. Un calor lo abrazo por completo...

Se extraño al abrir los ojos de nuevo, ver el mismo bosque ahí frente a él y un montón de sakuras caer sobre su cabeza, la fría brisa tocando de nuevo su rostro recordándole que estaba respirando, vivo.

Soltó un jadeo al ver sus manos limpias. El cuchillo ya no estaba y su pecho limpió de cualquier rastro, como si nunca lo hubiera hecho – ¿eh?

– ¿A caso crees que puedes morir sin mi permiso? – una voz grave sonó justo detrás del menor – por cierto, ¿Rompiste tu promesa? – preguntó con burla.

– ¿Quién eres... – el menor se levantó asustado por la maldición que estaba justo detrás de él, olvidando la pregunta.

– Tu dueño – habló con simpleza aquella maldición, mirándolo con tanta superioridad y arrogancia.

Yuuji no podía hablar, esa maldición se parecía mucho a él. Y ahora decía que era su dueño. Sentía que se estaba volviendo loco, parpadeo varias veces, quería creer que estaba soñando.
Su mente estaba tratando de procesar la loca información.

– Debo estar en el infierno, sí, ese debe ser mi castigo – era tan irónico e ilógico todo, que no pudo evitar reírse de la situación, más por nervios que otra cosa.

Dio varias vueltas como loco, volvía a mirar a la maldición que tenía cara de fastidio. Y regresaba a dar vueltas.
Bajo la mirada y notó que ya no estaban aquellas flores rosadas...
Yuuji volvió a ver a la maldición con asombró.

– ¿Quién eres? ¿Por qué dices que eres mi dueño? – se acercó a la maldición.

La maldición se separó del árbol en la cual estaba apoyado – Escucha bien, idiota, no lo volveré a decir – respondió molestó – Yo soy Sukuna, el rey de las maldiciones. Y yo soy tu dueño, porque fuiste creado para mí y mi complacencia. 

Yuuji se quedó frío. No podía comprender perfectamente lo que le decía, sonaba muy loco y mal. No era un objeto que podía ser entregado así como así.

– Termina de pensar – regaño Sukuna – aceptalo y ya está.

– ¡No! – Yuuji no quería aceptarlo. Ya estaba cansado de tanta mierda para que ahora le digan que tiene un dueño – yo se supone que morí, quiero morir.

– Moriste, solamente por un segundo. Use la técnica de maldición inversa y cure tu corazón – explicó la maldición que comenzó a caminar – vámonos, ya me canse de éste lugar.

Yuuji quería llorar. No quería ser forzado a vivir una vida que no quería.

– No seré paciente. Tienes una función, la haces y después ya veré, posiblemente cumpla tu deseo de morir – declaró Sukuna, tomando el brazo del menor para arrastrarlo.

Al principio, el menor se negó a seguir lo, pero después de unos minutos al no tener un plan se rindió, y caminó por su propia voluntad. Observando la espalda de la maldición llamado Sukuna, tenía un kimono blanco y azul, una cinta alrededor de su cintura con un moño detrás, su pelo rosa, y marcas por todo su cuerpo y rostro creando una figuras que no entendía, su piel era blanca y le quedaba bien. No podía decir que se veía mal.
Movió su cabeza negando sus pensamientos, no podía hacerlo.
De un momento a otro Sukuna los teletransporto de nuevo a Tokio. Estaban en un edificio muy alto de 52 pisos. Se podía ver casi toda la ciudad desde ahí y el viento soplaba muy fuerte.

– Bien, ahora estoy dudando si no querías que muriera.

Sukuna volteo los ojos cansado, volvió a tomar al niño y los teletransporto a un santuario viejo de un dios de la fortuna.

– Duérmete – ordenó la maldición sentándose en una banca. De pronto apareció otra maldición, que tenía un aspecto extraño.

Estuvo a punto de pelear, pero Sukuna lo detuvo con la mirada. Se mordió los labios y busco donde dormir en ese lugar.

🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺

¡Al fin! Sukuna a llegado. 💙

☺️💕💕💕

Flores Amarillas // SukuItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora