Flores Amarillas // SukuIta

Capítulo 20

Adolescencia

La noche es fría, el silencio es abrumador, las pisadas se escuchan por todo el lugar, el polvo llego a su nariz, estornuda, la humedad se sentía en todo el lugar.

Yuuji dejo en el suelo la mochila que traía en la espalda, se sentó en el polvoriento suelo, no le importo mucho, era eso o seguir de pie toda la noche.
Observó todo a su alrededor, era un lugar viejo, lleno de telarañas, todo estaba construído con madera. Por fin, había llegado a la casa de lo que una vez fue de su abuela, nunca la conoció, pero se enteró del lugar cuando su abuelo le contó sobre como la conoció.

Sacó de su mochila un paquete de galletas, comenzando a comer, no había comido nada en todo el día. No tenía tiempo para detenerse, se había escapado de casa, no se quedaría bajo el mismo techo con su madre. No. Y, mucho menos que llegará a casa con su nueva pareja, ese señor no lo conocía de nada y no quería conocerlo.
Cogió el primer boleto a Aokigahara, no se detendría con sus planes, aunque su madre lo intente convencer de que podían vivir juntos, que todo cambiaría.
Él estaba decidido, no se echaría para atrás.

Estaba cansado de tantas promesas vacías, tantas palabras bonitas para terminar siendo mentiras.
Volvió a comer, terminando el paquete de galletas, bebió un poco de agua, se acomodó sobre el suelo e intento cerrar los ojos. Los recuerdos volvían a su mente, recordando todo lo que vivió hasta ahora. La crueldad de su mente le recordó la primera vez que fue infeliz hasta la muerte de su abuelo, las palabras frías de sus padres flotaban por su mente, ninguno de los dos deseaban escucharlo, por más que quería decirles que no estaba bien, lo callaban o ignoraban.

Suspiró, las lágrimas ya no salían, estaba seco de tanto llorar, sentía el dolor en su corazón, pero no lograba sacarlo de ahí.
Intento dormir, olvidar todo lo sucedido, mas no pudo, las imágenes volvían a asaltarlo y le enterraban los momentos más dolorosos de su vida.

Al parecer pasaría otra noche en vela. No recuerda cuándo empezó el insomnio, ya hace más de tres semanas que no podía dormir, apenas pegaba los ojos, volvía a abrirlos, se acomodaba buscando una buena posición y nada.

Se volvió a levantar, caminó por toda la casa, inspeccionando cada rincón. Los grillos habían un ruido un poco relajante, observó los cuadros viejos, que mostraban a una mujer bella a lado de su abuelo, ambos se veían felices, con una gran sonrisa.
Siguió explorando, subió las escaleras con mucho cuidado. Las ventanas estaban sucias, paso su mano para quitar el exceso de suciedad, miró el exterior, se veían carros pasando por ahí, unas cabañas a lo lejos y un mar de árboles, más lejos, el monte fuji.

Se alejó de la ventana, caminando por los pasillos. Entró a una habitación, había una cama grande, un ropero, un espejo y una silla desgastados. Con su celular alumbró el sitio y se sentó en la silla al ver que no tenía nada, apago la luz y se quedó en una inmensa oscuridad.

Tampoco recuerda cuando dejo de temerle a la oscuridad.

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