Capítulo 30

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Uraume colocó la ropa interior blanca, envolviendo el delegado cuerpo, atando los cordones a un costado. Puso sobre la espalda una toalla blanca y la ató con un listón blanco. Colocó el kimono blanco y la acomodó para atarlo enfrente y ocultando el nudo. Pone un listón grueso sobre la cintura y hace un moño pequeño atrás y para finalizar ata un cordón rojo.
Pinta el párpado de color rosa fuerte y delinea los ojos de negro, pinta los labios de un tono cereza. Acomoda sobre la cabeza de cabello rosa el velo.
Y le acomoda sus zapatos blancos.
Lo perfuma un poco y arregla cualquier imperfecto.

Yuuji se acerca al espejo de cuerpo completo que tenía en su habitación y sonríe al ver su reflejo. Se veía tan bien con su atuendo de novia. Su corazón palpitaba con fuerza en su pecho, los nervios gobernaban sobre su cuerpo y mordía sus labios. No podía dejar de sonreír y sentir tanta emoción.

Uraume le hizo la señal para que salieran, Yuuji asintió con la cabeza y caminó a la puerta saliendo al pasillo. Su sonrisa era enorme, para él era un sueño hecho realidad.
Los sirvientes se inclinaban en su presencia mientras pasaba.
Llegó hasta abajo y en la puerta principal encontró a su hermano, que lo miraba feliz y con lágrimas en los ojos, le devolvió la sonrisa y le agradeció por estar allí.
Después fijo su vista en Sukuna, quien tenía un kimono negro y rojo, le quedaba perfecto, mostrando su elegancia y sensualidad. Su rostro tenía una sonrisa sensual al verlo, le extendió el brazo y lo tomó.

Les abrieron la puerta y salieron siguiendo un camino hecho de velas. Uraume los siguió con un paraguas tradicional rojo, cubriendo sus cabezas.
Era de noche, había un techo de estrellas en aquel cielo nocturno, no había mucho viento aunque era primavera, algunos grillos se escuchaban a lo lejos y el sonido del río correr era armonioso. Caminaron al pequeño templo que hicieron los sirvientes y el "sacerdote" los recibió con una inclinación.
Los presentes se sentaron en sus lugares respectivos y el sacerdote comenzó a bendecirlos.
El sacerdote les extendió un platillo con sake a Sukuna, quién debía deber primero y luego pasarlo a Yuuji para que también bebiera. Después, la pareja se miró de frente, Sukuna tomó las manos de Yuuji.

- ¿Estás listo para hacer el pacto? - preguntó Sukuna, viendo la sonrisa del menor.

Yuuji miró con cariño a la maldición - Sí, estoy listo - su emoción era tan grande.

- Nuestro destino será estar juntos por toda la eternidad, al igual que nuestras almas. Sí uno de los dos no cumple con lo pactado será castigado - Sukuna miró una vez más los ojos ámbar, que se iluminaron como faroles - ¿Aceptás?

Sin demorar un minuto, contestó - Aceptó el trato - Yuuji sentía ganas de llorar. Era la noche más feliz de toda su vida. Sentía como si su alma estaba siendo atada.

- Pobre de mí - habló con burla Sukuna.

- ¿Que hay de mí? Tendré que soportar tu mal humor - Yuuji miró con falsa molestia a su ahora esposo.

- No hablas de eso en la cama, Yuuji.

- cállate.

El sacerdote volvió a bendecirlos y ambos se giraron para sentarse en su lugar destinado.
Se acomodaron en sus lugares, pero, Yuuji no pudo evitar abrazar a Sukuna, quería sentir sus brazos sobre su cuerpo. Sus lágrimas salían mojando el hombro de la maldición.
Sin decir nada, Sukuna abrazo al menor, casi podía entender sus emociones.

- Lo siento, es que estoy feliz - habló el menor sin separarse de su esposo. Oliendo su fragancia y recordando la primera vez que lo olió, la primera vez que lo conoció. No lo rescató un principe o princesa, sino una maldición de grado especial.

- Está bien - Sukuna hizo que volviera a llover sakuras. Como las veces que se hacía notar cuando Yuuji aún no lo conocía.

Yuuji miró las sakuras caer, apretó su abrazó y se quedó así por un rato, observando también las estrellas.

Shoso a lo lejos sonrió, estaba muy feliz por su hermano. Pues hoy se casó con la persona/maldición que más quería, aparte de él.

Unos cuantos sirvientes servían sake a todos los presentes y repartían comida. Era una pequeña fiesta alegre, unos cuantos escribían bendiciones en papeles de colores para entregárselo a la pareja.

Yuuji soltó a Sukuna y se levantó. Quería caminar un poco por allí con Sukuna, la maldición entendió y se levantó para llevar al menor a un lugar más apartado.
Mientras iban caminando, Yuuji veía las estrellas.

- Gracias por no dejar que muera y por hacerme feliz - habló rompiendo el silencio el menor.

Sukuna miró la sonrisa sincera de Yuuji, que no dejaba de ver el cielo y los árboles - Hubiera sido un desperdicio dejarte morir.

Yuuji no pudo evitar reírse, algunas veces le costaba sacarle palabras cursis al mayor, pero aún así le amaba.

- Te amo - soltó el menor, mirando a su esposo.

Sukuna acarició la mejilla del menor - No te entregaría a nadie ni mucho menos a la muerte - tomó la barbilla del menor y lo beso.

Yuuji se sorprendió por el beso repentino, pero siguió el beso, saboreando el sake en la boca contraría. Rodeó con sus brazos el cuello de la maldición y lo pegó más a su cuerpo.
Aunque Sukuna no lo diga explícitamente, sabe que lo ama de la misma forma, sino, ¿por qué lo cuidaría, lo protegería, uniría su alma a la suya y le da todos sus caprichos, porque querer formar una familia juntos?

Siguieron besandose, recorriendo con sus manos el cuerpo contrarió, sacándose suspiros y dejándose llevar por la pasión. Uniendo sus cuerpos como cada noche. Ambos sentían la necesidad de sentirse unidos y disfrutar de la exquisita sensación del orgasmo.
Orgasmo que llegaba más de una vez. Todo con las estrellas de testigos.

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¿Una dulce mentira o una amarga verdad?

Nos vemos. ☺️💕💕💕

Flores Amarillas // SukuItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora