Que me viera casi desnuda me tenía sin cuidado, ya que lo había hecho demasiadas veces ya.
Sus escenas de celo sin sentido y sus ganas por continuar controlándome pese a ya no ser más novios me estaba agotando la poca paciencia restante que me quedaba.
¿Acaso siempre había sido así? ¿En verdad me había pasado dos años cegada por lo que creía que era amor? Sin duda alguna, que hubiera roto conmigo había sido mi mejor golpe de suerte.
Le di una última mirada a Branko antes de darle la espalda y, con la fuerza de mis brazos, me salí de la piscina. Mi forma de reaccionar correspondería a si continuaba escupiendo estupideces como la otra noche en el bar o, por una vez, se dignaba a tener una conversación como dos personas normales.
Vestí la ropa sin importar que mi bikini se encontrara completamente empapada y lo enfrenté. Podía sentir las gotas de agua cayendo de mi cabello a mi espalda y hasta eso me tenía poco tolerable. Si las miradas pudieran matar, estaba segura que él estaría muerto y enterrado. Jayce también me dedicaba la misma mirada que parecía ser la única que podía darme últimamente.
—¿Me quieres explicar por qué demonios no dejas de comportarte como idiota? —gruñí, sin afán de ocultar mi enojo.
Esto ya no se trataba sobre lo que afortunadamente había interrumpido, sino sobre su forma de comportarse conmigo. Por cuestiones del destino, de mi inusual suerte o su estupidez, entre nosotros ya no había nada que nos mantuviera unidos. Me era difícil pensar que, hace tan sólo unos meses atrás, podría haberlo habido... Podría haber habido un bebé, fruto de nuestra antigua relación, que podría haber crecido teniendo una relación tóxica como ejemplo. Eso sí... Si Irene no me asesinaba antes.
—¿Y tú me puedes explicar por qué andas de regalada con cualquiera? —Mis ojos cafés lo observaron con incredulidad. Nunca me habría perdonado traer un hijo a este mundo para que tuviera un padre como él.
—Buckley, ya es sufic... —percibí la voz de Branko de fondo pero todo había pasado a segundo plano tras oír sus palabras. La palma de mi mano impactó con su mejilla y no había forma de que me arrepintiera por haberle dado lo que hace tiempo merecía. El silencio tenso se hizo presente mientras él no se dignaba a regresar su mirada para verme. Si yo fuera él, tampoco lo haría.
—Limpia tu sucia boca antes de hablar de mí y escupir porquerías como si no me conocieras —solté aquellas palabras antes de que mi voz se quebrara por completo.
Me dolía más el hecho de que aún lo siguiera queriendo a pesar de lo mucho que me había lastimado. Quería decirle tantas cosas, gritarle tantas otras, pero el pecho me dolía de una forma exagerada. Ni siquiera sus palabras habían sido el problema, sino la frialdad con la que las había pronunciado... Una frialdad como si nunca hubiera existido calidez entre nosotros.
Me largué de allí con un gusto amargo en la boca y sentía que había un sólo lugar que ahora podía calmarme o empeorar mi ánimo. No había pensado visitarlo, al menos, no tan pronto, pero esta vez lo enfrentaría. Me había pasado los días intentando evitar hacer cosas que, tarde o temprano, tendrían que hacerse, por lo que ahora era mi momento de coger coraje y hacerlo.
Al regresar a mi habitación por su llave y un bolso, el agua de la regadera estaba encendida y Anya no se encontraba sobre mi cama como usualmente habituaba. Me acerqué con sigilo hacia la puerta, algo agobiada por el temor a que pudiera cometer algún tipo de locura, y apoyé mi oreja en ella, asegurándome que se encontrara bien. Un suave canto se oyó por su parte y una sensación de alivio me recorrió el cuerpo entero; la antigua Anya hacía eso todo el tiempo pero con mayor sentimiento e intensidad. Sin embargo, me conformaba con aquella agradable vocecita que provenía de adentro.
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CODICIA [+18] ©
RomanceTRILOGÍA TENTADORA PERDICIÓN - Libro II (En proceso) Vengar el asesinato de su padre ya no es el único deseo que tiene Valdine Jensen. Las palabras que había oído en los pasillos de JBG no habían sido más que verdades; adentrarse en la lujuriosa y...