No haber sido capaz de pegar ni un ojo en toda la noche había provocado que se sintiera como un eterno sufrimiento.
Eran las casi seis de la mañana. Me encontraba entre las penumbras de mi habitación y todo parecía ir tanto en cámara rápida como lenta. Lenta para mi ansiedad, pero rápida para el poco tiempo que tenía para procesar todo lo que estaba a punto de suceder.
Mis ojos iban y venían desde el sobre restante que me quedaba por leer de Mitch hacia el suelo. No podía marcharme de esta central sin saber qué era lo que sus palabras escritas a mano tenían para informarme. Qué otros secretos me quedaban por descubrir que fueran a romperme más de lo que ya lo estaba.
Las manos me sudaban y mis piernas eran incapaces de salir de aquel enredo en el que se encontraban envueltas. Ocasionalmente, mi mirada se posaba sobre la puerta, esperando que aquella sonara y Gwendolyn se encontrará detrás de ella. No sabía cómo tomaría la noticia. No sabía si intentaría convencerme de que no lo hiciera o aceptaría mi decisión al obtener un beneficio de ella.
Prefería que no se apareciera. Ya bastante había dudado en estas cuatro horas en las que me había pasado cuestionándome los más grandes misterios de la vida aún sin resolver. Spoiler: no había resuelto nada.
Oía a los pájaros cantar en tanto la oscuridad aún arrasaba, y se me dificultaba comprender que allí fuera se encontrara enterrada la persona cuyas cartas no estaban haciendo más que partirme la cabeza.
Sin cuidado alguno de caer torpemente sobre el suelo, me puse de pie y cogí un abrigo para abandonar mi cueva. Por primera vez, la luz de los pasillos era tenue y, de alguna forma, se sentía reconfortante. Arrastré mis pies hacia la puerta que daba con el jardín externo y, al cruzarla, un viento helado congeló todo lugar de mi piel que no estuviera cubierto.
De las flores que tan distintivamente había notado la primera vez ya no había rastro alguno, y resguardé mis manos en los bolsillos de mi abrigo al echarme a caminar.
Por poco había olvidado la gran cantidad de lápidas que había aquí. El frío no ayudaba a la situación, pero ¿qué podría hacerlo cuando estaba a punto de visitar a un difunto?
Al divisar su nombre, me acerqué con cautela a él como si estuviera dándome aquella mirada de regaño que tanto había detestado pero que extrañaba. Cogí lugar frente a su piedra y comencé a juguetear con mis dedos de forma nerviosa.
Incluso muerto, Mitch Bay aún lograba tener aquel efecto en mí.
—Si estuvieras aquí, estarías diciéndome que me he vuelto loca —comencé a decir, no teniendo en cuenta que estar hablando con una lápida tampoco me hacía ver demasiado cuerda —. Y, ¿sabes qué es lo curioso? —reí en tanto las lágrimas se acumulaban en mis ojos —Esta vez, no haría más que darte la razón, pero sólo me urge ayudar a los demás. Ya no me importa lo que vaya a suceder conmigo... Supongo que me comprenderás.
Sequé las congeladas gotas de mis mejillas, humedeciendo mis dedos como si acabara de tocar un cubo de hielo.
—Estoy exhausta de la vida que llevo, de vivir con un dolor de pecho constante al pensar en cuánto me han quitado y en cuanto aún les queda por... —me detuve. De nada servía decirlo en voz alta —. Es en este momento en el que me arrepiento de no haber escuchado a mi madre.
El aire que quería entrar por mis pulmones comenzaba a tener algo de dificultad al enfrentarme a los sollozos entre palabras —, Ella me advirtió lo complicado y arriesgado que sería, pero no hice más que comportarme como una estúpida adolescente que sólo buscaba hacer lo contrario a lo que sus padres le decían —intenté normalizar mi respiración antes de que comenzara a jugarme en contra y debieran de poner una nueva lápida con mi nombre a su lado —. Si salgo con vida de esta guerra, planeo abandonar este estilo de vida que llevo, Mitch. Me iré muy lejos de aquí, empezaré una nueva vida y me aseguraré de ir en busca de la felicidad que me corresponde.
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CODICIA [+18] ©
RomantikTRILOGÍA TENTADORA PERDICIÓN - Libro II (En proceso) Vengar el asesinato de su padre ya no es el único deseo que tiene Valdine Jensen. Las palabras que había oído en los pasillos de JBG no habían sido más que verdades; adentrarse en la lujuriosa y...