Capítulo 44

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—¿Quieres decirme qué te ha sucedido? —exigió saber Florence mientras limpiaba la herida del pómulo de su hijo.

Cailan suspiró, observándome de reojo como si yo fuera a apresurarme a hablar por él, y aclaró su garganta.

—Broc me ha golpeado —declaró y ella detuvo todo movimiento que se encontraba haciendo para clavar sus ojos llenos de desconcierto en él —. Descubrió lo de la promesa.

Su madre se volteó a verme en mi aislado asiento y me removí algo nerviosa bajo su mirada.

Un denso suspiró salió de su boca.

—Creí que ya se lo habrías dicho —su tono sonó como un regaño indirecto —. Era cuestión de tiempo para que alguien se lo contara.

—Surgieron algunos imprevist... ¡Ah! —chilló del dolor, apartándose un poco.

El imprevisto había sido la gran confesión de Rowell que nos había tomado a todos desprevenidos. Las personas se habían pasado años creyendo que su enamoramiento por mí continuaba intacto pero no podrían haber estado más equivocados.

—Requerirás sutura —le informó y él no actuó ni un poco sorprendido. De hecho, ya todos aquí teníamos más cicatrices de las que podíamos contar.

Los ojos de Florence se regresaron nuevamente hacia mí y, como si fuera mi madre, me sentía regañada por la mirada que estaba dedicándome.

—Y tú no te atrevas a marcharte —me advirtió —. Esta vez, no te librarás del chequeo que he querido hacerte desde el día en que llegaste.

Podría decirse que la señora Vaughan me amenazó con sutileza y con más clase de la que yo era capaz.

Asentí.

Tras recibir unos cuatro puntos en su precioso rostro, ahora era mi turno de enfrentarme a las agujas. Me acerqué a la camilla en la que se encontraba Cailan, tomé asiento a su lado y le entregué mi brazo a su madre.

Volteé mi rostro hacia él y apoyé mi frente en su hombro, cerrando los ojos.

Con él me sentía intocable. Invencible. Una diminuta y fina aguja era mi mayor pesadilla, pero no había mucho que aquella pudiera hacerme si estaba junto a él.

Sentí aquella adentrarse en mis tejidos pero no fue tan horrible como solía recordarlo. Acabó por cubrir el lugar con una bandita y la vi encaminarse hacia la puerta.

—Regresaré tan pronto tenga los resultados —me dijo, desapareciéndose sin más.

—¿Ha dolido? —me preguntó Cailan y negué.

Él me mostró una sonrisa y se bajó de la camilla, abriendo uno de los cajones y cubriendo su herida con una minúscula bandita. No tardó en regresar a mí, llevar ambas manos a mi nuca y acercar su rostro al mío.

—Tendré que dejarte sola con mi madre. —Abrí mis ojos con mi pánico notablemente reflejado.

—¿P-por qué? —balbuceé —¿Dónde irás?

—Debo solucionar las cosas con Broc por mi propia cuenta.

La incredulidad se había apoderado de mí.

—¿Has perdido la cabeza? —chillé —¡Regresarás para que tu madre te dé más puntos!

Cailan no pudo evitar echarse a reír sin soltarme de su agarre.

—Agradezco el apoyo.

Torcí los ojos —, Él aún debe de estar echando humo por las orejas. Ya sabes cómo es. Buscarlo ahora para intentar hablarle no servirá de nada.

CODICIA [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora