Capítulo 6

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Sabía que saltarme el desayuno y el almuerzo no era lo mejor que podía hacer, pero sólo quería visitar a Anya. Recordar su sonrisa me daba las energías que necesitaba para sobrellevar lo que restaba del día y tenía el presentimiento de que con lo de Mitch nada mejoraría.

Hoy por la mañana Irene ya me había confirmado que también lo estaba torturando pero me preguntaba por qué no se encontraba en el mismo lugar que Broc.

Joder. No debería estar haciéndome estas preguntas sabiendo que la ansiedad se apoderaba de mí con facilidad.

—¿Puedo acompañarte? —Branko se apareció a mi lado mientras yo cogía un pudin de chocolate para llevarle a Anya.

—No almorzaré —le dije —. Tengo cosas más importantes que... —¿alimentarte? ¿Brindarle energía a tu cuerpo? —enfocarme en mí.

Él rió por lo bajo.

—Alimentarte no es tanto así como enfocarte en ti. —Me volteé a verlo y sus ojos conectaron con los míos —. Es más bien una necesidad básica.

Torcí mis ojos. Si supiera con toda la presión que cargaba en estos días, sabría lo difícil que era encontrar momento -o las ganas- de ingerir algo de comida.

—¿Sabías que tener sexo también lo es? —preguntó.

Suerte que no lo había dicho en un momento que sí hubiese estado alimentándome o habría escupido la comida de mi boca.

Vaya bruto que es para decir algunas cosas...

En su rostro llevaba una sonrisa divertida que pedía a gritos ser eliminada por una golpiza pero, por alguna razón, no pude evitar echarme a reír.

Sumé el pudín a la bandeja que llevaría a la habitación y palmeé su firme torso. No quería ni debía imaginar lo que había debajo de esa playera si deseaba preservar mi salud mental. Me negaba a caer en otra tentación de la que luego no me sería nada fácil salir.

—Prueba suerte con alguien más —le aconsejé, aún entre risas, y me largué de allí.

Sabía que sería en vano volver a golpear la puerta para pedir permiso, por lo que me adentraría sin más.

Me había pasado la noche entera intentando encontrar algún tipo de explicación razonable que me permitiera comprender por qué era que Anya no quería abrirme la puerta. ¿Acaso le habría creado un trauma creer que había sido asesinada? ¿Tendría miedo que fuera un fantasma?

No comiences a delirar, Valdine.

Me era imposible no hacerlo cuando no obtenía respuestas.

Al llegar, dejé la bandeja en el suelo, cogí la llave de el bolsillo de mi pantalón y la introduje en la cerradura. Mi corazón iba rápido a causa de los nervios y la incertidumbre al no saber a qué tipo de situación me enfrentaría,  por lo que abrí la puerta con cuidado. Recogí la bandeja y me adentré con sigilo.

El lugar se encontraba demasiado oscuro, casi que parecía que era de noche. Rápidamente, divisé una silueta sobre mi cama. Entrecerré mis ojos como si así me fuera más fácil saber si era mi mejor amiga o alguien más, pero no había servido de nada.

Posé la comida encima de uno de los escritorios y me acerqué a ella. Efectivamente, era Anya quien se encontraba ante mis ojos. Las lágrimas no tardaron en aparecerse a causa de la felicidad y mi respiración se volvió entrecortada. Llevé la mirada al brazalete que me había dado aquella vez y el pecho me dolía. No entendía muy bien a qué se debía, pero sabía que me podría explotar de la felicidad ahora mismo.

CODICIA [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora