Capítulo 38

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No comprendía cómo es que una persona podía querer a dos en su vida de la forma en la que yo los quería a ambos.

¿Acaso eso me hacía una persona egoísta, codiciosa, o enamoradiza?  Tal vez, no me hacía más que una estúpida.

Intentar olvidar a Cailan había sido, como era de esperarse desde un principio, un intento fallido. Por el otro lado, Branko me había estado conquistando sin siquiera notarlo, al menos, no hasta que Anya me lo había hecho saber.

Me abracé al cojín de mi cama y refunfuñé. Es que admitía que los problemas me buscaban a mí pero, a veces, era yo quien lo hacía.

Estrellé mi rostro en el esponjoso cuadrado que se encontraba entre mis brazos y largué un grito, descomprimiendo mis pulmones.

En cada aspecto posible mi vida podía empeorar con el pasar de los días, horas, minutos, e incluso segundos. Llevé mi mirada hacia el paquete restante que me quedaba por leer de Mitch y... No. Aquel acabaría conmigo. No tenía pruebas pero tampoco dudas.

De repente, la puerta de mi habitación recibió un doble golpecito y clavé mi mirada en ella.

¿Y si era Branko? Joder. No podía volver a enfrentarlo ahora mismo. Había perdido la esperanza de que fuera Cailan a sabiendas de que un golpe calmo como aquel no le pertenecería. O, al menos, no al antiguo Vaughan que conocía.

Me puse de pie con la intención de no provocar ningún ruido y me acerqué al pequeño hueco en donde iba la inexistente llave para ver a través de él. Tan sólo podía divisar movimiento, pero no de quién se trataba. Me atreví a acercarme un poco más y...

—¡Maldición! —chillé cuando la puerta volvió a sonar, casi dándome un ataque al corazón.

—Sabemos que estás dentro, Val. —Reconocí la voz de Anya y el alivio se apoderó de mí.

La abrí para encontrarme con, ni más ni menos, mi mejor amiga junto a Silas. Fruncí mi ceño y le di una mirada un tanto insegura.

—¿Han venido juntos? —quise saber y ella se apresuró en responder.

—Tienes frente a ti dos personas que se preocupan por tu ausencia —expresó mi amiga —, y esas mismas personas agradecerían que las invitaras a adentrarse.

Me aparté de ellos para volver a caer sobre mi cama con desgano y bufé.

Agradecía que ambos se preocuparan por mí, pero ninguno sabría solucionar mis malditos problemas amorosos. Ahora mismo, envidiaba a ambos por no estar causándoles daño a sus corazones.

Mi amiga cayó a uno de mis lados, quedando entre la pared y mi cuerpo, y Silas hizo lo mismo del otro lado. Sin hacer el intento por ocultar su desconcierto al ver cómo él y yo éramos lo suficientemente cercanos como para que se arrojara de esa forma a mi lado, sus grandes ojos se clavaron en él.

—Somos amigos, Anya —aclaré —. Así como nosotras con Broc.

—Incluso hemos dormido juntos. —Al recibir nuestras miradas estupefactas clavarse sobre él como si hubiese dicho una barbaridad, se arrepintió al instante. Su rostro empalideció un poco mientras su boca se abría y comenzaba a negar con su cabeza —. Oh, no, yo... N-no me refería a dormir juntos. Quiero decir, nosotros no hemos... Ya sabes...

Reí a mis adentros ante su inútil intento por explicarle a Anya las verdaderas intenciones de lo que había querido decir.

—Jamás podría acostarme con Silas —hablé y dejé caer mi cabeza en la cama para posar mi mirada en el techo —. Él es demasiado bueno para mí o este mundo.

CODICIA [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora