Capítulo 40

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Arrastrar mis pies hacia el destino correspondiente era la única forma que tenía de llegar a algún lugar. Claro estaba que salir de mi habitación no era algo que quisiera hacer, aunque sabía que debía hacerlo.

Mi estómago reclamaba ser alimentado y le concedería el deseo. Por una vez, no le haría insistirme más de una vez.

A medida que avanzaba, todas las palabras de Cailan y Gwendolyn rondaban en mi cabeza. Aquella me dolía cada vez que las recordaba, así como una presión acompañaba mi pecho. Vaughan se había visto demasiado honesto ante su pedido, pero olvidarme de él no era trabajo fácil. Aunque creyera que él no lo tendría tan complicado, recordar las lágrimas en sus ojos me hacía creer lo contrario.

Bufé, frustrada.

Sus señales eran jodidamente confusas, y lo habían sido desde un principio, hundiéndome en un mar de dudas.

La especie humana era confusa, no sólo las mujeres. Aquella diferenciación era tan estúpida que me provocaba querer darle un golpe a aquel que la hubiese creado.

—¡Val! —la pequeña Rowell se apareció tan pronto me adentré a la cafetería y la divisé acercarse llevando una dulce curva en su rostro —Cena con nosotros.

Aquel fue más un ruego que un pedido.

Llevé mi mirada hacia su mesa a lo lejos y... Allí sólo faltaba yo para provocar un caos asegurado.

Sage, Gus y -joder- Cailan se encontraban sentados frente a Broc, que estaba recuperándose de maravilla, y Anya. Pese a que todas las miradas estaban posadas sobre mí, algunas más insistentes que otras, había una en particular que me hacía negar su propuesta casi orden.

Me regresé hacia sus bellos ojos pardo y le pedí disculpas con la mirada.

—Margo, no creo que sea la mejor...

—Por favor, Val —interrumpió, insistiéndome —. Debemos recuperar la normalidad que teníamos y, si no quieres hacerlo por ti, hazlo por mí.

Me dio aquella mirada como la del maldito gato con botas, clavando sus ojos en mí y llevando aquel brillo especial, y no pude volver a rechazarla.

Suspiré, sabiendo bien que iba a arrepentirme de mi decisión.

—Bien —un chillido de felicidad salió de entre sus labios tan pronto cedí —, sólo déjame recoger mi comida.

Ni siquiera esperé a recibir su respuesta que me aparté de ella hacia la comida.

Esto sería un puto desastre, y tenía suficientes pruebas como cero dudas. Sólo bastaba con ser un poco inteligente para saberlo, y Margo era exactamente ese tipo de personas. Su inteligencia podía sobrepasar la de muchos aquí, pero elegía creer que crear un escándalo no era su objetivo.

Cogí una de las bandejas con brusquedad y comencé a llenarla de comida.

—¿Qué te ha hecho la manzana? —preguntó Thea, apareciéndose a mi lado, observándome algo extrañada. Su cabello color fuego caía sobre sus hombros y sus ojos celestes me veían expectantes a una respuesta —¿La manzana tiene nombre y apellido?

Sólo atiné a asentir.

—Me toca tener una cena familiar —escupí y rió por lo bajo —. No es gracioso, Thea. Estoy a punto de entrar en pánico.

Sus manos se posaron sobre mis hombros y me hizo voltear hacia ella, obligándome a verla.

—Evítalo a toda costa. Te aseguro que es lo mejor que puedes hacer.

Resoplé.

—Descuida, él se hará cargo de evitarme. —Frunció su ceño —. Me ha pedido que me olvide de él tras descubrir todo lo de Branko.

CODICIA [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora