La noche en el motel tras arrojarnos al acantilado. Nuestro primer beso en la habitación de los espejos. Su declaración por mí en aquella cocina digna de un lujoso hotel. Todos los recuerdos que habíamos construido juntos ahora invadían mi mente en su totalidad. Sólo quería permanecer en sus brazos hasta que la guerra acabara, pero no podía permitir que todo llegara a un fin en mi ausencia.
—Val —al oírle hablar, alcé mi rostro lo suficiente como para observarlo. Sus dedos rompieron con el camino de lágrimas en mis mejillas —, no volveré a dejarte ir, sin importar lo mucho que me lo pidas.
Una puntada en mi pecho acompañó a sus palabras en tanto las pronunciaba.
—Cailan... —susurré, escapándome con cuidado de la burbuja protectora que me había brindado.
Él no podía quedarse aquí. Ni yo tampoco.
—No puedo permitir que vuelvan a intentar lastimarte —su tono seguro erizó mi piel.
Sus manos se encadenaron a mis piernas y las arrastró hasta volver a acercarme a él. Aquellas relajaban sobre sus muslos en tanto rodeaban su cuerpo con ellas y su mano ahora posicionándose en mi nuca acercaba mi rostro al suyo. Tenerlo tan cerca y deber contenerme para no dejarme llevar por mis deseos tenía que ser considerado como una tortura.
Su aliento impactaba en mi boca, provocándome de una manera tan sobrenatural que las lágrimas volvían a rodar por mis mejillas. Sin duda alguna, el muy cretino no me haría fácil marcharme.
—No puedo volver a perderte —sus labios rozaron con los míos, llevándome por el camino de la perdición ante su simple tacto —. No podría soportarlo otra vez.
Con Cailan casi que aferrándose a mi cuerpo como si su vida dependiera de ello, no lograría que se largara de la habitación si no marcaba la distancia que ayer yo había dictaminado.
Volteé mi rostro hacia un lado para que no le fuera posible besarme pero, de un sólo movimiento, mi cuerpo acabó tendido sobre el suelo y con el suyo sobre el mío.
—He acabado siendo un espléndido aprendiz —dijo con sus ojos clavados en los míos —. Todo en ti me grita que me largue de aquí, pero tu mirada... —curvó los labios en una adorable sonrisa —, me pide todo lo contrario, Val.
—Ignórala —mi pedido había sonado más bien como una súplica que decidió pasar por alto —. Ignórala como lo hiciste conmigo en cuanto llegué a JBG.
Con el dorso de su mano, acarició mi mejilla mientras sonreía con los ojos, aquellos rasgándose ligeramente y volviéndome a provocar la aparición de las jodidas gotas saladas —, Nunca he sido capaz de hacerlo. No has sido hecha para ser ignorada.
—Sólo quiero lo mejor para ti —formulé, dificultándome un tanto el habla a causa de aquel nudo en mi garganta provocado por la angustia.
—Lo mejor para mí está junto a ti, Jensen.
Sus bonitas palabras no estaban haciendo más que crear nuevas heridas internas. No podía predecir qué iba a sucederme tan pronto me reuniera con Jayce, si planeaba herirme o asesinarme, pero estar junto a Cailan me hacía no querer enfrentarme a ello.
Eliminó la distancia que nos mantenía apartados y atrapó mis labios con suavidad. Mis ganas por alejarme eran demasiado fuertes, pero también lo eran las que me pedían que me quedara aquí, en este mismo lugar en el que me encontraba resguardada bajo su cuerpo.
Una mezcla entre felicidad y remordimiento se apoderaban de mí.
Él no quería perderme, pero ¿cómo era eso posible cuando yo ya me había perdido a mí misma? Antes de tener que despedirme de alguien más, prefería no tener que hacerlo.
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CODICIA [+18] ©
RomanceTRILOGÍA TENTADORA PERDICIÓN - Libro II (En proceso) Vengar el asesinato de su padre ya no es el único deseo que tiene Valdine Jensen. Las palabras que había oído en los pasillos de JBG no habían sido más que verdades; adentrarse en la lujuriosa y...