Capítulo 27

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Mis pies eran arrastrados por el suelo, sin siquiera darme la posibilidad de anclarlos en el suelo para enfrentarlo.

—Pagarás por todo lo que has hecho —reconocí su voz detrás de mí y, como si una fuerza superior me invadiera, aquel instinto de defensa regresó a mí.

Mordí su mano con fuerza, provocando que me soltara e impacté mi codo en su rostro, sumando un corte más a su piel. Me puse de pie tan deprisa como pude y lo enfrenté. Con su mano limpiaba la sangre que comenzaba a brotar de su labio herido y clavó sus ojos rabiosos sobre mí.

Espero que Lance haya hackeado las cámaras.

—Debo reconocer que tu tenacidad es admirable, Jensen —habló.

—¿Mi tenacidad al no dejarme tocar por tus asquerosas manos? 

No tenía tiempo para él. Los minutos eran limitados y no permitiría que lo arruinara.

—¿Por qué no aceptas que no puedes conmigo? —lo provoqué —Siempre has estado y estarás muy lejos de mis estándares, Uker.

Noté sus puños cerrarse con fuerza mientras que su mirada me devoraba viva. Incluso con tantas cosas pudiendo salir mal, aún así estaba arriesgándome.

—¿Por qué no aceptas tu propia derrota, pedazo de mierda?

La palabra "derrota" pareció afectarle más que el insulto en sí, provocando que se lanzara sobre mí y golpeara mi mejilla.

Joder. Eso había dolido más de lo que recordaba.

—Porque no existe tal —espetó, aferrándose a mi cabello con brutalidad y acercándome a él. Entre él y Gianna se encargarían de dejarme calva —, y tampoco lo hará.

Sus ojos viajaron a mi boca y relamió sus labios de una forma que sólo me provocaba vomitar su rostro... como siempre.

—Créeme que sí lo hará, y no me detendré hasta regocijarme sobre tu preciosa tumba —solté y su expresión de perversión se desvaneció —. Tú pagarás por todo lo que has hecho, Pikes.

Llevé mi rodilla a su entrepierna y me salí de su agarre mientras se retorcía del dolor en el pasillo.

Últimamente, me había acostumbrado a que mi nombre saliera acompañado de insultos pero, pese a que debería molestarme, no lo hacía. Supongo que algo de real tenía la frase sobre si la gente hablaba mal de ti, era porque algo bien estabas haciendo.

—Nos vemos en el infierno, hijo de perra.

Mi pie impactó en su rostro con fuerza y realmente esperaba haberlo enviado directo con el demonio. Su cuerpo cayó desplomado en el suelo como si hubiera recibido una paliza por parte del mismísimo Saúl Álvarez y, por más que me hubiese fascinado la idea de permanecer allí y admirar la vista que tenía, debía marcharme.

Caminé deprisa, si es que no había lucido más como una especie de maratón, y llegué a la puerta de aquel calabozo. Sin poder evitar que mis manos temblaran a causa de los nervios y la adrenalina, introduje la llave en la cerradura y me adentré.

Tan pronto mi amigo me divisó, su sonrisa me recibió, pero aquella se esfumó tras verme en el estado en que venía; puede que con mi mejilla sangrando a causa del golpe que había recibido y con una intranquilidad un tanto inusual en mí.

—Val... —comenzó a hablar él en busca de alguna explicación.

—Ha llegado la hora, Broc —empecé a desatarlo y a caer en cuenta sobre lo que acababa de decirle.

Nos largaríamos... Realmente lo haríamos.

Mi corazón latía con una velocidad desmesurada y no comprendía cómo es que había logrado deshacerme de sus amarres con tal rapidez.

CODICIA [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora