Capítulo 10

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Podría permanecer la vida observando a Anya dormir; aquel era el único momento en el cual no parecía estar en un constante sufrimiento. Sus expresiones faciales descansaban aunque sea por algunas horas y su respiración era calma.

Sin importar cuánto mirara las grabaciones de la cámara, no había nada importante en ellas, sólo mi amiga recostada sobre mi cama con su vista clavada en un punto fijo. De vez en cuando, inspeccionaba sus muñecas que ahora tenía en vista; no había absolutamente nada en ella. ¿Y si esta era una situación de la cual un psicólogo debía estar encargándose y no yo? Me aterraba la idea de estar perjudicándola por querer protegerla.

El golpe en la puerta de la habitación me hizo dar un brinco de mi asiento y esperaba que no despertara a mi amiga. La abrí antes de que se atrevieran a golpearla por segunda vez y, para mi sorpresa, una figura femenina desconocida se encontraba frente a mí con una sonrisa adherida a su rostro. Su piel oscura lucía como porcelana y cargaba con un atractivo imponente que, por alguna razón, hacía que mi autoestima estuviera directamente por los subsuelos.

—¿Puedo ayudarte? —pregunté en voz baja.

—Soy Elowen Von Doren. Supongo que Branko te ha hablado de mí —respondió ella de la misma forma y, cómo no, debí suponer que alguien como ella tenía que acompañarlo —. Él me ha dicho que me mostrarás los alrededores de la central en caso de que algo suceda y debamos escondernos o escapar.

Hablar en código no era lo mío pero, por fortuna, sabía que ella se encontraba aquí para ayudarme con Broc y Mitch.

Volví a adentrarme con sigilo a mi habitación para coger los dos frascos de pastillas y los guardé en el bolsillo de mi jersey.

Día uno: pastilla amarilla, día dos: pastilla morada, día tres: pastilla naranja, día cuatro: pastilla marrón, día cinco; pastilla roja.

Continuaba repitiendo lo escrito por Gwen en mi cabeza como si se tratara de rezar el Padre Nuestro.

—Branko creyó que sería una buena adición para el grupo KEK y me trajo consigo —comenzó a hablar ella tras apartarnos un poco de mi habitación —. Desde que he llegado aquí, he quedado fascinada con la central y como todos parecen ser una familia.

En eso debía darle la razón; éramos increíbles en aparentar serlo cuando, en realidad, la guerra también se encontraba aquí dentro y yo era gran partícipe de ella.

—Sí, supongo que eso somos —fue lo único que dije ante la hipocresía. Lo de familia había quedado eliminado cuando quisieron asesinarme junto a mi padre, pero quería creer que Elowen tenía alguna razón para decir lo que estaba diciendo.

—Irene me contrató como investigadora privada para descubrir los secretos ocultos de JBG y... —de repente, su expresión dulce y amable desapareció por completo para tornarse en una seria, e introdujo algo en mi oreja —. Branko está escuchándome ahora mismo y las cámaras y micrófonos de los pasillos ya han sido hackeados, pero no tenemos demasiado tiempo —expresó —. Sólo tienes un minuto con cada uno, ¿entendido?

Asentí, aún algo impactada por lo rápido que había hablado.

—Yo te hablaré a través del audífono para avisarte si hay algún problema en los pasillos. Recuerda bien que sólo tienes un minuto dentro, eso es lo máximo que han sido capaces de conseguir —me entregó una llave y una botella de agua.

A tan sólo unos metros, se encontraba la puerta en donde estaba Mitch y la morena llevó la mirada hacia el reloj en su muñeca izquierda.

—Sé que querrás hablar con ellos, pero no te distraigas del objetivo —volvió a hablar —. Sólo hazles tragar la pastilla y te largas.

CODICIA [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora