Capítulo 30

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De repente, mis piernas flaqueaban como dos banderas al caminar mientras el frío de la habitación me recibía. Una tenue luz era lo único que la iluminaba y me decidí por  alzar mi rostro. Sus ojos completamente agotados me observaban y llevaba una débil sonrisa que expresaba exactamente cuán exhausto estaba.

—¿Sigo viéndome atractivo? —bromeó él y no pude evitar reír con lágrimas en mis ojos.

Pese a que lucía como si hubiese estado a punto de morir, sí lo hacía.

—No muerdo, Val. Puedes acercarte más a mí.

Tragué grueso y me acerqué a la camilla en la que se encontraba. Algunos cables estaban pegados a su cuerpo y llevaba una aguja bajo la piel de su mano por donde le suministraban la medicación.

Me preguntaba sobre qué habría hablado con Cailan. Qué le habría dicho y qué no, aunque mi pregunta principal estaba muy clara. ¿Le habría confesado que había roto la promesa? A pesar de desear que así fuera para acabar con los secretos de una vez, sabía que no era la mejor noticia para darle en el estado en el que se encontraba.

—Temo que vuelvas a enamorarte de mí si lo hago.

Me sumé a su broma y... Joder. Había echado de menos su risa. Aquella salía de su boca con demasiada facilidad, pese a que se le dificultara por no tener fuerza alguna en su cuerpo.

—¿No crees que sea posible? —indagó él, y sonreí mientras peinaba su cabello con mis dedos.

—Te tenían drogado, por lo que supongo que no recuerdas lo que me dijiste.

De pronto, su rostro empalideció por completo, sin comprender cómo aquello había sido posible, y la seriedad se plantó en su expresión.

—¿Qué he dicho...? —su voz ahora fue casi inaudible.

Sus ojos verdes me insistían que hablara mientras su respiración comenzaba a acelerarse poco a poco.

—Que no soy tu tipo.

Por unos segundos, él permaneció en silencio y su mente se teletransportó a otro universo.

Tomé asiento en la silla que se encontraba a su lado y cogí su mano, haciéndolo regresar al planeta tierra.

—No has roto mi corazón, ni nada por el estilo —comencé a decir, haciendo el intento para que no se sintiera mal —. Es sólo que...

—Soy gay.

Clavé mis ojos sobre él, encontrándome en shock.

—Me... —tragó grueso —atraen los hombres, Val.

Quien fue teletransportada a otro universo ahora había sido yo. Sus palabras rondaban en mi cabeza como si continuara repitiéndolas, pero aparté todo tipo de pensamiento de mi mente.

Esto no era sobre mí. Era sobre él. Se trataba sobre cómo estaba abriéndome su corazón, algo un tanto extraño en él, y revelándome algo tan importante para él como aquello.

—¿Cuándo...? —las palabras parecían no querer salir de mi boca.

—Cuando rompí contigo.

Demonios. Eso había sido hace ocho largos años.

Apreté su mano con fuerza, dándole el apoyo que ni mis palabras o expresión parecían querer otorgarle, y suspiré.

—¿Por qué has esperado tanto para decírmelo? —quise saber —Sabes que yo jamás te habría juzgado ni nada por el estilo...

—Porque nunca estuve seguro sobre cómo me sentía —reveló y apartó su mirada de mí —. Comencé a sospechar estando contigo, pero acabé por confirmarlo hace un año atrás.

CODICIA [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora