Capítulo 48

562 35 4
                                    

—¿Es eso verdad, Valdine? —insistió, ahora dirigiendo sus ojos hacia mí.

Si bien esto no era exponer el secreto que estaba manteniendo oculto de todos, en mí estaba querer mantenerlo a este también.

Unas respiraciones aceleradas comenzaron a percibirse a mis espaldas y, tras voltearme, Anya se encontraba sobando sus muñecas y haciendo el intento por controlar sus inhalaciones y exhalaciones. Sin embargo, no lo estaba logrando.

Mis ganas por acabar de partirle el rostro a Branko ahora eran mayores que el deseo que sentía por él cada vez que lo veía. A fin de cuentas, sí puede que Cailan hubiese estado en lo cierto y no estuviera comportándose más que como un adolescente en celo, guiado por sus hormonas.

—Estrés postrau... —las palabras de Naya quedaron en el aire al observar a mi amiga y comprenderlo todo.

Por otro lado, Luca hizo el intento de acercarse a ella para ayudarla, pero acabó no haciéndolo al último segundo cuando vio que Silas se le había adelantado. Él se arrodilló para quedar a su altura y sus manos cogieron el rostro de mi amiga con completa delicadeza. Como si lo percibiera como un bote salvavidas, sus ojos se aferraron a él sin quitarle la mirada ni por un segundo.

—Respira conmigo, Anya —le dijo, sin importarle que todos estuvieran al pendiente de lo que estaba haciendo —. Puedes hacerlo. Piensa en un lugar bonito en el que te gustaría estar ahora mismo.

Sus ojos se cerraron y, sorprendentemente y poco a poco, su respiración comenzó a normalizarse.

Aquella escena lo había sido todo para mí. Él ayudándola, no comportándose como los cretinos que solíamos conocer. Su genuino corazón de oro exponiéndose a todo el mundo mientras que su único objetivo había sido actuar de soporte para ella cuando más necesitaba de alguien.

Ese era Silas. Él quería ser aquel brazo que se alargaba hacia ella cuando se hundía en aquel sofocante y oscuro pozo lleno de recuerdos asfixiantes. Él no pedía ser su oxígeno constante, sino ser capaz de brindarle la mascarilla hasta que pudiera respirar con normalidad por su propia cuenta.

Él se puso de pie, ayudándola a hacer lo mismo, y me observó.

—Me la llevaré de aquí —me dijo.

Asentí, a pesar de que no había sido un pedido por su parte, y los vi esfumarse de la escena. Al regresarme hacia Broc, las lágrimas caían por sus mejillas como si no existiera un mañana.

—El show ya se ha acabado —les informé a todos para que se dispersaran y regresaran a sus lugares.

Arrastré mi dedo índice sobre cada uno de ellos. Primero Cailan, luego Branko y, por último, Broc.

—Vengan conmigo —les ordené, echándome a caminar hacia los pasillos.

—¿Nos llevas a la enfermería? —quiso saber el eminente empresario.

Parecía como si aquel lugar le agradara más que estar a solas conmigo mientras cargaba con estas intensas ganas por asesinarlo.

—Acabarás en un hospital si no cierras la boca —escupí, lo más sutilmente que fui capaz.

Al llegar a mi habitación, esperé a que los tres se adentraran para cerrar la puerta de un golpe.

—Siéntense —les ordené.

Tanto Branko como Cailan siguieron mi orden, pero no Broc. Sus ojos aún completamente húmedos se encontraban clavados en mí con una pizca de terror en ellos.

—¿Ambas? —preguntó con un hilo de voz.

Se veía como un niño pequeño, cargado de miedo e inofensividad. Por momentos, su mente parecía perderse en alguna parte de la habitación y lo veía cerrar sus puños con fuerza. Sabía exactamente cómo estaba sintiéndose pero, lamentablemente, no había nada que pudiéramos hacer ya. Ni tampoco podríamos haber hecho nada, honestamente. Yo ni siquiera me encontraba en la central cuando aquello había sucedido y él no estaba siendo más que torturado hasta morir.

CODICIA [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora