Capítulo 17

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La noche había caído y sólo había salido de mi habitación para una sola ocasión: darles la pastilla naranja a Broc y Mitch con la compañía de Elowen. No sabía si era por el efecto de las mismas o por algo que Irene les estaba suministrando, pero ambos habían estado idos hoy, como si estuvieran más drogados que nunca. Por fortuna, me había sido posible que la tragaran, a pesar de haberse opuesto como siempre, y había corrido con la suerte de no haberme topado con la pelirroja.

La ducha que me había dado me hizo olvidar los problemas por algunos minutos, pero el mensaje de Cailan estaba instalado en mi cabeza como un virus. Temía que quisiera verme para darme alguna mala noticia que esperaba no estuviera relacionada con las muertes como consecuencia de lo de ayer.

En otros asuntos, la familia de Anya había aceptado vernos en dos días y ya podía notar como los nervios de mi amiga iban escalando a pasos agigantados. Desde que había instalado la cámara en la habitación, nada había sucedido. Ella se alimentaba porque yo le traía la comida, ya que ni siquiera salía de la habitación.

Alcé mi mirada para verla jugar con sus dedos mientras sus ojos inspeccionaban sus manos y muñecas. Hice el intento por inspeccionar aquellas incluso a la distancia, pero ella se encontraba sumida en sus asuntos y yo no podía ver una mierda.

—¿Alguien te ha hecho daño? —me animé a preguntar. Sabía que ella aún no se encontraba preparada, pero presionarla un poco me había servido a veces. ¿Era lo mejor? No necesariamente, pero debía intentarlo.

Su ojos se posaron sobre mí y me puse de pie, acercándome a ella para poder hablar con más privacidad.

—Val... —habló ella por lo bajo, intentando hacerme dejar de insistir.

—¿Serías más feliz si te sacara de aquí? —Su expresión seria se hizo presente y frunció su ceño.

—¿Qué dices? ¿Sacarme...? —Cogí sus manos con rapidez y las inspeccioné. Nada, no tenían absolutamente nada. Anya las retiró y se puso de pie tras ocultarlas en los bolsillos de su jersey.

Ella ocultaba algo muy jodido o se había vuelto loca.

—¿Por qué te pasas horas viéndolas? —cuestioné, volviendo a acercarme a ella con algo de desespero —¿Acaso estás teniendo pensamientos suicidas?

Ella se volteó a verme como si hubiera dado en el blanco y permaneció en silencio. Mi respiración se cortó de tan sólo pensarlo y posé mis manos en sus mejillas con cuidado.

—Anya...

—No estoy teniendo pensamientos suicidas —me interrumpió con su mirada baja y tragó grueso —. Al menos, ya no... No desde que te apareciste.

Mi visión se volvió borrosa y, pese a hacer un gran esfuerzo por contener mis lágrimas, se me había hecho imposible. ¿Podría ser que si hubiera llegado unos días después, ya hubiese sido demasiado tarde?

La envolví entre mis brazos tras atravesárseme esa idea por la cabeza. Anya estaba viva, y eso es lo que importaba.

—Una vida sin ti no es digna de ser vivida, Lane —le dije, intentando que el temblor en mi voz no se notara —. Por favor, no vuelvas a pensarlo. Haré lo que sea para ayudarte, pero no lo hagas.

Sentí las lágrimas deslizarse por mis mejillas y ella se apartó de mí lo suficiente como para observarme. Sus ojos parecieron recuperar el antiguo brillo de antes que todo se fuera al demonio, pero se esfumó con la misma velocidad.

—¿Harías lo que sea por mí? —Asentí sin siquiera pensarlo —. Entonces, lárgate.

Sus palabras sonaban como un ruego mezclado con un tinte de orden.

CODICIA [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora