Cailan.
Cerré la puerta con fuerza mientras sus palabras merodeaban en mi cabeza, atacándome como flechas.
—¡Maldición! —grité enfurecido, deshaciéndome de lo que fuera que se encontrara en mi camino.
Me dejé caer al suelo y mi agitada respiración era lo único que acompañaba aquel estúpido silencio.
Había dicho cosas que no había querido decir pero, pese a que me destruyera admitirlo, otras contaban con su verdad.
Wolf sí podría darle todo lo que ella merecía. Él podría hacerla feliz, darle una vida llena de lujos y viajes, todo lo que ella quisiera. Incluso, él podía ofrecerle lo que ella no había tenido en sus veinticuatro años; una vida llena de paz. Conmigo a su lado, no sería más que continuar viviendo de la misma forma.
Mi cuerpo entero estaba pagando las consecuencias de haber vuelto a querer a alguien. Aquel se sentía entumecido, debilitado y se encontraba un tanto adolorido... Así como hace veinte años atrás.
Jamás tendría que haberla besado aquel día en la habitación de los espejos. De no haberlo hecho, no hubiese roto la promesa, no me hubiese enamorado de ella, me habría importado una mierda que arriesgara su vida para salvar a Broc y ahora no me estaría aniquilando la idea de imaginarla con él... Y ya no conmigo.
Lo único cierto que le había dicho es sobre estar seguro que Wolf le daría todo lo que merecía. En todo lo demás no había sido más que un idiota. No había existido otra posibilidad más que ella fuera por Broc, no quería que se olvidara de mí, y mucho menos deseaba que amara a aquel cretino.
Me arrastré hacia mi cama con cierta dificultad para descansar mi aturdida cabeza en ella.
¿Cómo demonios era posible que pudiera tener ese tipo de sentimientos por dos personas? Ya comenzaba a cuestionarme que el hecho de que yo ni siquiera pudiera sentirlas por una sola fuera una bendición, y no una maldición como había creído toda mi vida. La peor parte de todo esto no era herirme, sino continuar hiriéndola a ella. Con algo de suerte, ya no tendría el poder de hacer aquello.
De pronto, un golpe se oyó en la puerta y me puse de pie deprisa. Claro estaba que no quería seguir lastimándola, pero parte de mí deseaba que fuera tan obstinada como siempre y se regresara en busca de alguna explicación, o lo que sea.
—Oh —salió de entre mis labios con un tono de desilusión al verla —, ¿qué quieres?
Aparté mi mirada de ella para que no notara mis ojos rojos y aún húmedos.
—Mierda —permaneció en silencio y la noté acercarse a mí —. Pero ¿qué demonios te ha sucedido?
Regresé a mi cama y tomé asiento sobre ella. Honestamente, podría haberle cerrado la puerta en el rostro, pero era una de las únicas personas en este lugar que me agradaba.
—Te ves... destrozado.
Reí con ironía mezclado con el llanto que ya no podía ocultar y la sentí tomar asiento a mi lado.
—Lo estoy, Naomi —hablé —. Es muy doloroso, es...
Llevé la mano a mi pecho con desesperación. Quería arrancarlo de mi pecho y dejar de sentir esa sensación que me transportaba hacia el niño de seis años a un lado de la carretera, llorando como lo estaba haciendo ahora.
—Te ha roto el corazón.
Negué. Ojalá lo hubiese hecho.
—Yo he tenido que hacerlo.
—¿Qué tú has...? —bufó —No comprendo, Cailan. Explícate mejor.
Hice el intento por recomponerme, pero se me estaba haciendo imposible.
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CODICIA [+18] ©
RomanceTRILOGÍA TENTADORA PERDICIÓN - Libro II (En proceso) Vengar el asesinato de su padre ya no es el único deseo que tiene Valdine Jensen. Las palabras que había oído en los pasillos de JBG no habían sido más que verdades; adentrarse en la lujuriosa y...