Capítulo 20

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Por primera vez, mi paso era firme y sentía el poder que todos siempre me habían adjudicado; el peso del apellido Jensen comenzaba a hacerse notar de una forma abismal y eso era exactamente lo que necesitaba.

KEK no era mi hogar. Lo había sido por mucho tiempo al estar cubierto por puras mentiras, pero ya nada quedaba aquí dentro que me hiciera quererlo más que las personas que me restaban por rescatar. Me habían quitado a la última persona que consideraba como parte de mi familia y eso no sería olvidado. Aún me dolía el pecho, la angustia se me instalaba allí cada vez que lo pensaba y debía hacer un gran esfuerzo por contener mis lágrimas, pero consideraba que su lamentable muerte había surgido el efecto que él habría esperado en mí.

Así como yo no había tenido las agallas como para romper con Jayce, era muy probable que tampoco hubiese tenido la valentía como para acabar con KEK de no haber sido por el asesinato de Mitch.

Al regresar aquí, es como si hubiera olvidado todas las atrocidades que habían cometido. Por supuesto que las recordaba, pero sentí que parte de mí aún debía seguir cuidando de este lugar por tener mi nombre en un documento que decía que todo esto me pertenecía si algo llegaba a sucederle a mi padre. Para ser honesta, era muy probable que Irene ya se hubiese deshecho de él y cambiado mi nombre por el suyo.

—Val —su paso se acercaba al mío con cuidado luego de lo sucedido ayer, y me volteé a verlo. El rostro de Branko me inspeccionaba en busca de alguna manifestación de tristeza y sí estaba presente, pero no visible ante los ojos de los demás —, ¿cómo estás?

Fingí una sonrisa. Tengo que encontrarme bien... Tengo que simular estar estupendamente bien.

—Fantástica —respondí, y el desconcierto se hizo presente en su expresión. Me acerqué un poco a él y llevé mi mirada a su boca. Las cámaras nos estaban observando y debía hablar con él a solas —. ¿Por qué no me llevas a tu habitación?

Aquel tono seductor salió casi de repente, sin ser la única a quien había tomado por sorpresa. Él buscó mis ojos y le tomó algunos segundos aceptar.

Tras oír su puerta cerrarse detrás de mí, dejé salir la pregunta:

—¿Le has dado la pastilla? —el alivio pareció regresar a su cuerpo y dejó caer el peso del mismo sobre la puerta que acababa de cerrar.

—Gracias a dios... —habló por lo bajo, llenando sus pulmones de aire mientras permanecía con sus ojos cerrados —, creí que habías enloquecido por completo.

Afortunadamente, no, pero no estaba muy lejos de llegar a ese punto.

—¿Lo has hecho o no?

—Casi me arranca algunos dedos, pero sí, lo he logrado —eso habría sido divertido de auspiciar —. Tuve que decirle que toda su familia estaba a salvo para que lo hiciera.

—¿Gwendolyn ha hablado contigo? —Sin negar o asentir, levantó su mano para mostrarme ahora tres dedos...

Tres días.

—Es muy poco tiempo, Val —habló —. Aún hay tanto por ser descubierto y...

—No me quedaré más tiempo del necesario aquí —lo interrumpí —, y te recomiendo que tú tampoco lo hagas.

Mi determinación impactó contra él, ya que me observó por algunos segundos. Sus ojos avellanas iban desde mí hacia alguna parte de la habitación, y viceversa.

Él quiere decirme algo, pero no sabe cómo.

—Dilo —le ordené —. Anoche me enviaste un mensaje un tanto extraño.

CODICIA [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora