Capítulo 43

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***

Una punzada en la espalda me despierta de mi sueño profundo. Me masajeo debajo de la nuca, el lugar afectado, y luego me estiro antes de sentarme sobre el colchón inflable. Dormir acá abajo fue el peor castigo que pudo recibir mi espalda.

Un pequeño rayo de sol que se cuela entre las cortinas ilumina apenas la habitación y me deja ver el cabello castaño de Caroline sobre mi almohada. El otro colchón está vacío, lo que me hace fruncir el ceño, extrañada. Amelie nunca hace nada sin su hermana, y eso incluye despertarse.

Me encojo de hombros para mí misma y me levanto. Uso la linterna del celular para iluminar el closet y sacar mi bata para usar arriba del pijama. Dejo la puerta abierta detrás de mí antes de bajar las escaleras. En una de esas tengo suerte y Caroline se despierta por la luz o los ruidos.

Todo con tal de molestarla.

Es mi pasión.

Al entrar en la cocina me encuentro con una Amelie sonriente preparando huevos revueltos.

–¡Jessie! –exclama con notable felicidad–. Te hubieses levantado unos minutos antes y hacía tu huevo con el mío. –Pone una mueca–. ¿Vas a querer? –Señala la sartén.

–Ehh... sí, claro –accedo bastante confundida.

¿Quién es esta persona y que hizo con Amelie?

Lo mismo me pregunto yo.

–Creo que hoy no te levantaste con muchas ganas de vivir –bromea, riéndose para sí misma.

Suelto una risa estúpida, sin separar mis cejas, que siguen mostrando un gesto de confusión.

–¿Te sientes bien? –no puedo evitar preguntar mientras llevo mi taza con leche al microondas.

–Mejor que nunca –sonríe radiantemente–. ¿Por qué?

–No, por nada.

Sus labios se curvan hacia arriba y se vuelve hacia la sartén para volcar el huevo en el plato y acercármelo.

Tengo que admitir que mi prima es hermosa. Con su cabello ondulado del color del café y sus ojos azules, combinados con la perfecta alineación de su blanca dentadura y sus pequeñas pecas en la piel bronceada de su nariz y mejillas; imagino que son pocos los chicos que nunca han caído por ella al verla.

Caroline, al contrario, es castaña con ojos color caca, y tuvo que usar brackets durante tres años para que el desastre que tenía en la boca se viera presentable, y aún usa contención por la noche. De todas formas, es la mayor la que siempre alardea de todos los hombres con los que suele estar. La más chica siempre fue más discreta, nunca buscó llamar la atención, pero siempre la obtuvo por el simple hecho de estar en la habitación, y aún así nunca la he escuchado hablar de conquistas.

–¿Tu novio viene hoy? –me pregunta, sentándose a mi lado en la barra con su taza y su plato.

–Va a pasar a buscarnos para ir al cumpleaños de Ian.

–¿Nosotras iremos? –Abre los ojos como platos–. Pensé que no querrías invitarnos.

Trago el bocado y la miro.

–No es mi fiesta, es de Ian, y él estuvo de acuerdo en que vayan. –Me encojo de hombros.

–Oh... –Se lame los labios antes de seguir–. Y... ¿irá... N-nick?

–Sí... –Frunzo el ceño, sospechando–. ¿Por qué?

–Ehh.. m-me cayó muy bien. Es buena onda. –Se encoge de hombros.

Solo Por Seis Meses (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora