Capítulo 31

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***

BLAKE

Jess

me

está

¿BESANDO?

¿Quién es esta chica y que mierda hizo con la Jess que me odia? Como diría ella.

Esta no es mi Jess.

Aunque ésta Jess está más cerca de ser mi Jess que la que era antes de besarme.

Si bien estoy casi en shock, obviamente le respondo el beso. Nuestros labios se amoldan a la perfección, nuestras lenguas parecen sincronizadas, y un delicioso sabor a papitas fritas se comparte entre nuestras bocas. No recuerdo que hayamos comido eso, pero a la mierda. Es un puto beso de Jess. No lo empecé yo y ella lo siguió. Ella empezó este puto beso que tanto vengo deseando desde la primera vez que nuestros labios se juntaron por unos pocos segundos.

Sus piernas se enrollan alrededor de mi cintura y entrelaza sus brazos detrás de mi cuello. La agarro por la parte de abajo de sus muslos, si bien tengo unas ganas terribles de apretarle ese redondo culo que tanto me ha atormentado estos tres meses.

Agradezco que la marea esté baja y que yo haga pie, porque sino estaríamos en graves problemas, y tal vez en vez de estar besándola, estaría haciéndole respiración boca a boca para revivirla. Aunque tampoco me quejaría, siempre y cuando no se ahogue.

Paso mis manos a su delgada cintura y las junto detrás de su espalda. Ella se pega más a mi pecho y puedo sentir su corazón latiendo tan rápido como el mío. Mi respiración estaría entrecortada si no fuera porque apenas puedo respirar con mi boca unida a la de Jess. No quiero salir para tomar aire, ya que sé que si lo hago, lo más probable es que el beso termine, y eso es lo último que quiero.

No obstante, ella es la que se separa para respirar. Me mira fijo, esos profundos ojos azules siempre tan llenos de vida y tan fáciles de leer, ahora tan enigmáticos e imposibles de decifrar. No puedo adivinar las emociones de su rostro, como suelo hacerlo. Siempre fue tan fácil para mí saber en qué pensaba que ahora me sorprende que sus ojos no muestren más que el reflejo del lago.

Su respiración está tan acelerada como la mía. A ninguno de los dos parece molestarnos el hecho de que estamos sumergidos hasta el cuello en esta agua que congela nuestros cuerpos, a pesar del calor corporal que ambos emanamos.

A pocos centímetros de distancia entre nosotros, puedo apreciar más sus rojos labios –ahora hinchados por el intenso beso que acabamos de compartir– y sus pequeñas pecas salpicadas en su nariz, algo que no había notado antes a pesar de haberla observado en varias ocasiones, y que ahora gracias a la palidez de su rostro por el frío, puedo apreciar.

–¿Qué estamos haciendo? –me saca de mis pensamientos, hablando agitada.

–No estoy seguro, creo que tenemos que volver a intentarlo para comprobarlo. –Sonrío antes de volver al beso, agradeciendo que ella me lo responde.

Nuestros labios vuelven a amoldarse como si hubiesen sido hechos a medida. Nunca tuve un beso como este, aunque no lo crean. Después de haber besado a más de cien chicas sin sentir una mierda, este beso es una maravilla. Simplemente perfecto. No puedo describirlo, ni todas las palabras de todos los diccionarios de todos los idiomas alcanzarían para eso.

Estoy empezando a acostumbrarme a su sabor, cuando se separa de golpe, pero no para respirar.

Con sus manos en mi pecho, alejándome de ella, niega con la cabeza.

–No deberíamos estar haciendo esto –murmura antes de separarse de mi agarre y nadar hasta la orilla.

La veo alejarse hasta la casa, sacarse mi campera y agarrar una toalla, sin preocuparse en entrar mojada.

Solo Por Seis Meses (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora