***
BLAKE
Llevo la lata a mis labios y le doy otro sorbo al líquido.
En general no tomo cerveza. Cuando quiero alcohol es para emborracharme, y la cerveza nunca logra ese efecto. Tampoco la considero una bebida muy rica, por eso no suelo beberla, pero en esta ocasión mi cuerpo pedía un poco de alcohol, y tampoco quería quedar ebrio. Entonces, la cerveza parecía ser la solución perfecta.
Cuando doy el último trago, aprieto el aluminio hasta achicarlo y lo lanzo contra el borde del techo. Rebota un par de veces antes de caer. Escucho lejano el ruido que hace al chocar contra la baldosa.
Suelto una maldición y me levanto con brusquedad de la silla, casi tirándola hacia atrás. Me froto la cara con las manos, tratando de aclararme las ideas.
¿Qué me pasó? Yo no soy así, no soy del tipo celoso, ni siquiera lo fui nunca con mi hermana. ¿Por qué ahora sí?
Jess me saca de quicio. Me tiene como quiere y ni siquiera sé si es consciente de eso.
Después de la segunda cerveza, me decido a bajar y boxear un rato. A veces es lo único que funciona para relajarme.
Estoy cerca de tres horas en el gimnasio, después me doy una ducha de agua fría y bajo a la cocina. Martha está preparando algo para el almuerzo que huele a queso. Cuando estoy por preguntarle qué es lo que hace, se adelanta y me dice que creía que Jess estaría en casa y que la ayudaría con los sorrentinos de cuatro quesos. Eso lo empeora todo. Me levanto sin preocuparme por rayar el piso con la banqueta y vuelvo a subir al tejado.
Y acá estoy, con la tercera cerveza del día. En serio me pregunto por qué la gente toma tanto de esta mierda, es horrible. Ni siquiera sé qué voy a hacer con las otras tres latas que vienen en el pack de seis que compré, porque definitivamente yo no voy a beberlas.
Prendo el celular para ver la hora, pero entonces noto algo más. Justo debajo del reloj está escrito «Sábado, 18 de mayo».
Mierda.
Mierda, mierda, mierda.
La mierda más grande de las mierdas.
Entro a mi cuarto por la ventana y tomo las llaves de mi moto, pero antes de llegar a la puerta lo pienso mejor y agarro las del auto. Bajo las escaleras de a dos escalones y, al pasar por el comedor de diario, Brooke me grita que la comida ya está lista. Le robo unos sorrentinos del plato y sigo mi camino hacia el garaje. Avanzo en reversa lo más rápido que puedo apenas el portón se eleva lo suficiente para que pueda pasar el Mustang. Trato de no exceder la velocidad permitida en el camino, pero la ansiedad me puede. Estaciono frente a su casa y respiro hondo antes de tocar el timbre.
JESSIE
Me miro en el espejo de mi tocador y pongo una mueca. Doy asco.
No sé cuánto tiempo pasé tirada en la cama llorando, pero tengo los ojos rojos e hinchados como tomates. Dos marcas coloradas en la comisura de los labios acompañan el deprimente retrato. Por algún motivo, siempre que lloro me pasa eso, como cuando tomas chocolatada y te quedan marrones, solo que en este caso son rosadas.
Odio llorar. Y odio hacerlo por una estupidez como esta. Nunca en mi vida había llorado por un pibe.
Thomas no es "un pibe", es EL pibe.
De todas formas apesta.
Jamás hubiese pensado que el hecho de que un chico no confiara en mí me tendría sufriendo de esta forma.
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Solo Por Seis Meses (I)
Romance¿Qué harías si un día viene alguien y te dice que te irás al otro lado del país, donde no conoces a nadie, durante seis meses? Jessica Harris no se lo tomó muy bien, estaba acostumbrada a su vida tranquila y monótona. Pero no estaba en posición de n...