Capítulo 15

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Después de asegurarle a Brooke veinte veces que no vi la decoración cuando bajé a almorzar, por fin me deja en paz. Ellas se quedan toda la tarde arreglando lo que queda y no me dejan ni asomarme por las escaleras, por lo que cuando me da hambre bajo por el ascensor de comida a la cocina y me llevo unos waffles al cuarto de Brooke.

A eso de las seis aparecen Sammy y ella en la puerta, seguidas de una mujer con un bolso en la mano.

–Esta va a ser tu peluquera –me dice Brooke–. Ponte el vestido ahora, así no arruinas el peinado luego. Después de ella viene la maquilladora para que a las ocho estés hecha toda una diva y cuando estén todos bajes como la diosa que eres y todos vean la maravilla de tu vestido.

–Ni que fuera una princesa –carcajeo–. La mayor parte de los que vienen no me conocen y probablemente no les importe ni yo ni mi vestido, ¿hace falta aparecer como el centro de atención cuando ya estén todos?

–Sí, hace falta. Ahora ponte el vestido y deja de quejarte. Mañana nos lo vas a agradecer –me dice Sammy, empujándome hacia el vestidor.

[...]

Se hacen las ocho y ambas bajan a recibir a los invitados, no sin antes amenazarme con que si me tiro en la cama con el vestido puesto, voy a bajar desnuda. Lo dejo en ustedes imaginarse lo que es estar parada mirando la puerta con tacones de dos metros durante media hora hasta que Sammy aparece por la puerta y me dice que baje. Cuando llego a las escaleras, una luz potente me encandila y hago todo lo posible por no fruncir la expresión. Comienzo a bajar y veo a Brooke que me hace señas de que me agarre de la baranda. Ni en sueños, ya es demasiado con todas las miradas en mí, no me voy a hacer la princesa agarrándome de la baranda.

Cuando llego abajo, la música sube y todos vuelven a lo suyo. Mis amigos se me acercan y me abrazan uno por uno. Cuando Ian se separa, habría deseado estar más tiempo junto a él, pero justo después se acerca Nate y me sonríe.

–Estás hermosa –me dice antes de envolverme en sus brazos, un extraño aroma a pino en su cuello.

–Gracias. –Le sonrío ampliamente–. Tú también te ves muy bien. –Le doy una palmada en el pecho.

–En esta fiesta vas a tener muchas oportunidades –me dice Nick, sonriendo ampliamente, cuando viene a abrazarme.

–¿Eh?

–Te explico, aquí todos son de alto nivel y tienen mucha plata. Te llevas alguno a las habitaciones de invitados y le haces un tajito al condón. Te quedas embarazada y lo haces comprometerse. Te casas con él y después de unos meses lo matas y te quedas con la fortuna. Si quieres también puedes matar al niño si no lo soportas.

–Qué buena idea, Nick, la voy a tener en cuenta. Y prometo pedirte consejo con eso de matarlo. No sé si usar una pistola o un poco de cianuro en su comida. –Le sonrío y empieza a reírse con mi sarcasmo.

–Lo mismo deberías disfrutar y hacerlo con alguno de los muchos bombones que te están mirando –insinúa y Nate se tensa.

Niego con la cabeza y me río.

–No tengo pensado hacerlo con nadie ni hoy ni en cualquier otra fiesta.

–¿No te gusta la idea de perder la virginidad con alguien al que no vas a volver a ver en tu vida? –sigue insistiendo.

–Ni un poquito. ¿Y por qué te interesa tanto? –Le enarco una ceja.

–No lo sé, es que tienes que actualizarte. La gente ya no lo hace con el amor de sus vidas, lo hace con el que se le cruza.

–Entonces yo no formo parte de la gente.

–Ya lo notamos. Y ahora, esa chica está re fuerte, así que vamos a activar mi modo setzi.

Solo Por Seis Meses (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora